—Todavía estoy nerviosa —dijo Talia después de un tiempo. Incluso con Damon rodeándola por completo, no podía disipar la inquietud que giraba en el fondo de su estómago, haciendo que todo su cuerpo hormigueara de formas desagradables.
—¿Quieres correr más? —preguntó él.
Talia se negó. —Necesito algo más que correr. ¿Qué tal si practicamos combate? —Un segundo después, sacudió la cabeza descartando esa idea. No quería arriesgarse a que alguno de los dos se lastimara, y si no iban con todo, no ayudaría.
Damon frunció los labios y luego tuvo una idea.
Sus brazos se movieron bajo Talia, y se levantó mientras la cargaba.
Talia no estaba segura de qué estaba tramando, pero su mirada concentrada y pasos firmes le indicaron que tenía un plan. Sin embargo, ¿por qué se dirigía hacia el acantilado donde terminaba el río?
—¿Damon? —preguntó Talia, ahora un poco nerviosa—. ¿Qué estás haciendo?
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