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Keith, Katya y Damon miraron a Talia, los tres preguntándose si la habían escuchado bien.
—¿Qué? —preguntó Keith—. ¿Hice algo mal?
—No, no realmente —respondió Talia—. Me conmueve que te hayas arriesgado por mí, pero no quiero que lo vuelvas a hacer.
—Eso es lo que un guardia debe hacer —dijo Keith con desesperación en su voz—. ¿Lo estaban despidiendo por hacer bien su trabajo? Proteger a Talia era mucho más que un trabajo.
Talia apretó los labios en una línea. —Lo sé, pero... no te veo como mi guardia, Keith. Eres mi amigo y no soporto verte herido. No por mi causa.
—Pero estoy bien.
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