—Creo que me estoy enamorando de ti.
Dora levantó la vista de su libro sorprendida al escuchar las palabras de Kael. —¿Qué?
Kael le dio una sonrisa dolorida. —Vamos, nena. No puedes ser tan despistada. ¿Por qué crees que he venido aquí cada noche durante las últimas dos semanas?
—¿Para ver películas?
Kael entrecerró los ojos hacia ella y Dora sonrió, —¿No? ¿Entonces para estudiar?
Ella soltó una risita ante su expresión y luego se encogió de hombros, —Bueno, entonces dime tú. No lo sé. Vienes aquí porque probablemente te aburres como una ostra.
Kael frunció el ceño y, tomando el libro de su mano, lo lanzó a un lado sobre la mesa. —¡Oye! Mi li... Al momento siguiente, la atrajo hacia su regazo, colocándola de manera que ella estaba a horcajadas sobre él, sus manos descansando en sus anchos hombros, sus manos en sus caderas mientras la dejaba sentarse en su regazo.
—¡Tú! Deja de jugar conmigo —dijo él, con voz baja e insistente.
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