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capitulo 5 La creación de los talismanes místicos

Después de la despedida de los Dioses, pasaron varios meses. Arnold, el mago, se mantuvo encerrado en su casa durante todo ese tiempo. Solo salía para dormir unas pocas horas, comer y trabajar desde la mañana hasta el anochecer. Su objetivo era crear talismanes que fueran resistentes a los poderes del Príncipe Ancel. Arnold talló cuidadosamente alrededor de cada talismán el hechizo que los místicos sagrados debían pronunciar para transferir los poderes del Príncipe Ancel a ellos. Después de meses de trabajo, finalmente terminó de crear los diez talismanes restantes. Pero antes de finalizar, Arnold decidió crear un cofre para proteger los talismanes. Este cofre también tenía un hechizo que decía que solo los elegidos podrían abrirlo, siempre y cuando estuvieran en su presencia.

A medianoche, Arnold se comunicó con Aura, el oráculo, a través de un comunicador que siempre llevaba en su mano derecha. Le informó que los talismanes estaban listos y que solo faltaba que los místicos sagrados transfirieran los poderes del Príncipe Ancel a ellos. Aura le indicó que debía dirigirse al templo de los místicos sagrados, ya que ese era el lugar donde se llevaría a cabo la transferencia de poderes. Después de darle esta información, Aura cortó la comunicación.

Arnold recogió los talismanes y los colocó dentro del cofre. Después, tomó su cetro que estaba pegado a la pared cerca de la puerta del sótano y golpeó el suelo tres veces. El cetro emitió una luz celeste que creó tres ondas en el suelo, momento en el cual apareció un símbolo mágico de viaje. El símbolo absorbió a Arnold para transportarlo al templo de los místicos sagrados, ubicado en una montaña templada.

El símbolo mágico de viaje apareció frente a las largas escaleras principales del templo y se cerró al completar su función. El mago Arnold comenzó a subir las largas escaleras hasta llegar al patio. El templo era enorme, con tres estatuas de los dioses en medio del patio delantero, un hermoso jardín bien cuidado y un canal de agua a su alrededor. Desde el exterior, el templo parecía un lugar lujoso.

Las enormes puertas de acero se abrieron por completo para que el mago Arnold pudiera entrar. Al hacerlo, se encontró con un sirviente de estatura media, piel oscura, calvo y ojos marrones. El sujeto estaba vestido con una túnica blanca y lo recibió porque aparentemente esperaba la llegada del mago Arnold.

El templo emanaba una sensación de pureza y tranquilidad. Su interior se encontraba impecablemente limpio, con un suelo hecho de un material cristalino tan peculiar que permitía ver el reflejo de uno mismo. La paz que se respiraba en aquel lugar era reconfortante, envolviendo a todos los visitantes en una atmósfera serena y armoniosa.

Cada persona que se acercaba al templo se sentía acogida y protegida, gracias a los místicos sagrados que, día tras día, bendecían el lugar para alejar cualquier energía negativa. Esta práctica ancestral infundía confianza y tranquilidad en los corazones de aquellos que buscaban un respiro espiritual. La combinación de la limpieza impecable y las bendiciones diarias creaba un ambiente sagrado y especial, donde los visitantes podían encontrar un refugio para su alma y liberarse de las cargas negativas que pudieran llevar consigo.

***

Mientras tanto, Lear, el mensajero, se encontró con Aura, el oráculo, en el Consejo. Ella había enviado a un guardia para informarle que deseaba verlo de inmediato. Su objetivo era entregarle un mensaje crucial al rey Alger y a la reina Galiana. Era de vital importancia que nadie se enterara de sus acciones, ya que todo se mantenía en secreto. Un solo error podría poner en peligro todo su plan y revelar sus intenciones.

—Fui convocado al Consejo debido a un mensaje recibido por un guardia que indicaba su urgente deseo de verme —informó Lear, el mensajero.

—Así es, Lear. Necesito que entregues un mensaje de gran relevancia al rey Alger y a la reina Galiana —declaró Aura, el oráculo, observando a Lear con seriedad.

—Aura, te escucho —comentó Lear.

—Debes comunicar al rey Alger y a la reina Galiana que se dirijan al templo de los místicos sagrados en compañía del Príncipe Ancel, ya que Arnold el mago se encuentra en ese lugar después de haber finalizado la creación de los talismanes —informó Aura.

—Los talismanes ya están listos —añadió

—Está bien, me dirigiré al reino de inmediato —añadió.

Lear deja el Consejo y despliega sus alas al volar rápidamente hacia el reino para informar al rey Alger y a la reina Galiana que Arnold, el mago, finalmente ha terminado los talismanes. Al llegar, cierra sus alas y se dirige hacia las puertas de entrada del castillo. Al alcanzarlas, se detiene y las puertas se abren de inmediato, permitiendo que Lear entre al castillo.

Lear camina sobre la alfombra roja, dirigiéndose hacia los tronos del rey Alger y la reina Galiana. El trono de Galiana se encontraba vacío, ya que ella no deseaba recibir a nadie. La situación por la que estaba pasando era sumamente estresante para ella, por lo que se negaba a recibir visitas.

Lear muestra su respeto hacia el rey Alger al realizar una reverencia y arrodillarse en el suelo. Una vez que se levanta, dirige su mirada de manera intensa hacia el rey Alger. Este gesto de reverencia y contacto visual demuestra la sumisión y admiración que Lear siente hacia el rey.

No he solicitado tu presencia, Lear —mencionó el rey Alger, observando a Lear.

—Rey Alger, he venido a transmitirte un mensaje de parte de Aura, el oráculo —respondió Lear.

—Es interesante que traigas un mensaje de Aura, el oráculo —comentó el rey Alger.

—Aura me ha comunicado que Arnold, el mago, ha concluido la creación de los talismanes. Tanto usted como la reina Galiana y el Príncipe Ancel deben dirigirse al templo de los místicos —informó Lear.

—Entonces, los talismanes han sido creados por completo —comentó el rey Alger.

—Está bien, iremos al templo Lear —añadió el rey Alger.

—No estaré presente en el castillo, así que si alguien viene, puedes informarle que estoy muy ocupado realizando diligencias —añadió mientras se levantaba del trono.

—Entendido, su majestad Alger —respondió Lear.

Lear hizo una reverencia y pronunció con solemnidad: "Me retiro, rey Alger".

Lear abandona la sala del trono del rey Alger y se retira. Mientras tanto, el rey Alger se dirige hacia la habitación donde se encuentran Galiana y Ancel.

El rey Alger pronunció con solemnidad las palabras: "Ha llegado la hora", mientras se dirigía hacia la habitación donde se encontraba Galiana.

Alger se aproximó a la habitación donde Galiana se encontraba. Al entrar, pudo observar cómo ella le cantaba una tierna canción de cuna a Ancel, quien se había quedado completamente dormido en su cama. Alger, al ver esta escena, sonrió, consciente del profundo amor que Galiana sentía por su querido hijo. Acto seguido, se acercó a ella para comunicarle el importante mensaje que Aura, el oráculo, le había confiado.

Galiana se llenó de alegría al contemplar a su querido bebé descansando plácidamente en su cuna. La habitación estaba iluminada por una suave luz que se filtraba por las cortinas, creando un ambiente tranquilo y acogedor. El rostro del pequeño reflejaba la inocencia y la paz propias de la infancia, mientras sus respiraciones suaves y regulares llenaban el espacio con una melodía reconfortante.

La madre se acercó con delicadeza a la cama, sin querer perturbar el sueño de su tesoro más preciado. Observó cada detalle de su rostro, desde sus pestañas largas y alaciadas hasta sus mejillas rosadas y suaves como el terciopelo. Galiana no podía evitar sentir una profunda admiración por la belleza y la perfección de su bebé.

En ese momento, una oleada de amor y gratitud invadió el corazón de Galiana. Se sentía afortunada de tener a su lado a ese ser tan especial, que le había regalado momentos de felicidad inigualables desde el momento en que llegó al mundo. Galiana sabía que su bebé era su mayor tesoro y que haría todo lo posible para protegerlo y cuidarlo.

Alger, al poner su mano derecha sobre el hombro derecho de Galiana mientras ella se encontraba sentada en su cama junto a Ancel dormido, mencionó: "El mensajero Lear me entregó un mensaje de Aura el oráculo, Galiana".

—Debemos irnos al templo de los místicos. Arnold el mago ha terminado la creación de los talismanes para transportar los poderes de Ancel a ellos. Él debe venir con nosotros—añadió

—El día tan esperado ha llegado—mencionó Galiana con tristeza al fijar la vista en Ancel.

Galiana levanta a Ancel con delicadeza de la cama y lo sostiene en sus brazos mientras aún duerme. Mientras tanto, Alger saca uno de los artefactos de transporte del bolsillo de su imponente túnica. Luego, con sus dedos, acaricia en forma circular los símbolos místicos de transporte y extiende su brazo hacia adelante. Del artefacto emerge un portal y en ese preciso momento, Alger y Galiana entran en él para trasladarse al templo de los místicos.

****

Después de un corto tiempo, Alger y Galiana, acompañados de su precioso bebé Ancel, salen del portal y aparecen frente a la entrada del majestuoso templo de los místicos sagrados. Las imponentes puertas doradas del templo se abren automáticamente, permitiendo la entrada de Alger y Galiana. Una vez que ambos atraviesan las imponentes puertas doradas, estas se cierran completamente, dejando atrás el mundo exterior y sumergiéndolos en la atmósfera sagrada del templo. Las paredes están decoradas con antiguos símbolos y jeroglíficos que emanan un brillo suave y misterioso. A medida que avanzan por el templo, pueden sentir la presencia de los antiguos sabios y maestros que una vez habitaron ese lugar sagrado.

Un criado aguardaba la llegada del rey Alger, la reina Galiana y el Príncipe Ancel. Al divisarlos, se aproximó a ellos con el fin de conducirlos hacia la sala donde se encontraba Arnold, el mago, y los místicos. El criado, ataviado con su impecable uniforme, les dio la bienvenida con una reverencia y les indicó el camino a seguir.

El criado condujo al rey Alger y a la reina Galiana a través de un largo pasillo hasta llegar al final, donde se encontraba una puerta. Con amabilidad, el criado abrió la puerta y les permitió a los reyes entrar. Una vez que lo hicieron, el criado cerró la puerta, dejándolos a solas con los místicos sagrados. Estos místicos, que estaban meditando y levitando en el aire con un aura de color blanco, eran seres muy espirituales y siempre irradiaban paz interior. Se encontraban en la parte trasera del templo, en un lugar reservado para ellos.

Adelfried, uno de los místicos, notó la presencia de Alger y Galiana, por lo que abrió los ojos y los vio frente a él. Decidió interrumpir su meditación para recibirlos adecuadamente. Los demás místicos siguieron su ejemplo y también terminaron con su meditación.

—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que había visitado el templo olvide la sensación de paz que solía experimentar allí.—expresó el rey Alger

Al pronunciar estas palabras, se notaba en su voz un tono nostálgico y melancólico, como si recordara con añoranza aquellos momentos de tranquilidad y serenidad que solían llenar su ser cuando se encontraba en aquel lugar sagrado. Era evidente que el rey Alger había estado ocupado con sus responsabilidades como rey, y que había dejado de lado la importancia de conectarse con su espiritualidad y encontrar momentos de calma en medio del ajetreo de su vida diaria.

—Saludos, rey Alger—expresó el Místico Adelfried mientras realizaba una reverencia en señal de respeto.

—Reina Galiana, le doy la bienvenida—mencionó Gerard, otro de los místicos.

—El Príncipe Ancel se encuentra dormido, lo cual facilitará transferir sus poderes a los talismanes—comentó Arnold, el mago, acercándose a la reina Galiana y observando a Ancel.

—Es un honor estar aquí —respondió la reina Galiana con gratitud.

—Dentro de este cofre se encuentran los once talismanes que he creado para los futuros elegidos que los portarán una vez que los poderes del Príncipe Ancel sean transferidos a ellos. Una vez que el cofre se cierre, no se abrirá hasta que esté en su presencia —expuso Arnold el mago, mostrando el cofre al rey Alger y a la reina Galiana.

—Cuando eso suceda, los místicos protegerán el cofre hasta la futura llegada de los elegidos a Astral —declaró el rey Alger, dirigiendo su mirada hacia los místicos.

—Comenzamos ahora—declaró el místico Verner.

La reina Galiana depositó con sumo cuidado al Príncipe Ancel en el suelo. Arnold, el mago, desbloqueó el cofre y extrajo diez de los talismanes, dejando únicamente aquel que poseía el poder del Dios Berthold. Colocando los talismanes alrededor de Ancel, Arnold se retiró. Acto seguido, los místicos se acercaron al Príncipe Ancel y entrelazaron sus manos. Cerrando los ojos, los místicos iniciaron a recitar una sagrada oración que transferiría los poderes del Príncipe Ancel hacia los talismanes. Durante este proceso, una energía mágica comenzó a fluir entre ellos. Sin embargo, esta vez fue diferente, ya que Ancel era solo un bebé y no podía pronunciar ninguna palabra, a diferencia del Dios Berthold.

utirípse ne y opreuc ne ojos onu náres odigele le y senamsilat soL.otaidemni edoazahcer áres solesrataberra etnetni euq le odot solracot nárdop solle olós netrop sol sodigele sorutuf sol euq ed otisóporp le noc senamsilat ecno sotse a sodirefsnart náres epicnírP led seredop soL.

(Los poderes del Príncipe serán transferidos a estos once talismanes con el propósito de que los futuros elegidos los portarán sólo ellos podrán tocarlos todo el que intente arrebatarselos será rechazado de inmediato. los talismanes y el elegido serán uno solo en cuerpo y en espíritu)

El cuerpo del Príncipe Ancel comenzó a brillar con destellos de diferentes luces, indicando que sus poderes estaban siendo transferidos a los talismanes. Una vez que la transferencia finalizó, los talismanes se elevaron en el aire y entraron por sí solos en el cofre que Arnold sostenía en sus manos. En ese momento, Ancel ya no tenía poderes y se encontraba en un estado de ser un bebé normal, similar a cualquier otro bebé humano. Esto le permitía pasar desapercibido entre ellos, siendo confundido como uno más de ellos.

Galiana alzó al Príncipe Ancel del suelo, donde yacía dormido como un angelito. Una vez completada la transferencia, Arnold, el mago, entregó el cofre a Adelfried para que lo guardara en una bóveda destinada a objetos valiosos. En ese mismo momento, Aura, el oráculo, llegó a través del artefacto de transportación y se encontró con los presentes.

—Parece ser que los poderes de Ancel ya han sido transferidos a los talismanes —comentó Aura el oráculo.

—Así es, madre —respondió Galiana, sosteniendo a Ancel en sus brazos.

—Ahora que todo está preparado, debo proseguir con la profecía de los 11 guerreros y luego nos dirigiremos hacia el Planeta Tierra —indicó Aura el oráculo, dirigiendo su mirada hacia Galiana.

—Antes de partir hacia la Tierra, madre, tengo una pregunta que hacer —expresó Galiana.

—Estoy atenta, Galiana —respondió Aura, el oráculo.

—Cuando Ancel se convierta en un guerrero, ¿podrá regresar con nosotros a Astral? —inquirió la reina Galiana.

—Ancel regresará a Astral únicamente cuando logre convertirse en el guerrero supremo —aseveró Aura, el oráculo.

—El guerrero supremo, eso es lo que significa —explicó Galiana, buscando aclarar sus dudas.

—Significa que cuando Ancel logre establecer el vínculo del nexo con los demás elegidos y pueda dominar todos sus poderes sin dificultades, se convertirá en el guerrero supremo, adquiriendo un gran poder y finalmente podrá regresar a su planeta de origen —añadió Aura, brindando una explicación detallada.

—Al encontrarse al lado de los elegidos, necesitará de su ayuda en la guerra que se avecina. No podrá luchar contra sus enemigos solo, pero a medida que logre vencerlos junto a los demás, todos se fortalecerán. Será entonces cuando logre dominar sus poderes.—añadió

—Quizás Ancel se convierta en un guerrero aún más hábil que yo lo fui —expresó Alger mientras observaba a Ancel.

—Es posible, ya que él es y será el único descendiente de los Dioses, posee tus poderes, los de Galiana y los de su abuela Aurora —comentó Aura.

—Es importante que los habitantes conozcan la inminencia de una batalla en las sombras —comentó Aura, la oráculo.

—Por ende, les informarás que los místicos han transferido los poderes de Ancel a los talismanes, para que los humanos elegidos los porten y luchen en la inminente guerra, con el fin de derrotar a Herrscher Schatten y salvar Astral —expresó Alger, dirigiendo su mirada hacia Aura, el oráculo.

—Informaré que se trata de una profecía y es verdad, pero no revelaré que los portadores de los talismanes que poseen los poderes del Príncipe Ancel son seres humanos —expresó Aura, el oráculo.

—Solamente mencionaré que habrá elegidos dignos de llevar los poderes de los talismanes. Muchos desearán esos poderes, pero no los obtendrán. Cuando llegue el momento de reunir a los elegidos, les comunicaré que los humanos fueron seleccionados porque así lo quiso el destino —añadió Aura.

—Es mucho mejor que se enteren cuando vayan a buscar a los elegidos dentro de 17 años —comentó Alger.

—El día de mañana convocaré a los astralianos en el Coliseo de batallas y les daré información sobre la inminente guerra —anunció Aura.

—Una vez que les haya informado sobre la profecía, Lear partirá junto con Galiana y Ancel hacia el Planeta Tierra —añadió.

—De acuerdo Aura—como el rey Alger

El oráculo Aura utiliza el artefacto de transporte para dirigirse al Consejo y proseguir con sus tareas por el momento. Aura atraviesa el portal, alejándose del templo de los místicos.

***

Mientras tanto, Adelfried se encaminó hacia la bóveda con el objetivo de guardar el cofre que contenía los talismanes. Al llegar, recorrió un largo pasillo que lo condujo hasta el final, donde se encontraba la puerta de entrada a la bóveda. Al llegar, colocó su mano derecha sobre ella, tocando un símbolo de protección. En ese instante, el símbolo comenzó a resplandecer y la puerta se abrió por completo, brindándole acceso al interior.

La bóveda emanaba un aura de misterio y poder, cautivando a Adelfried con la belleza y el resplandor de los valiosos objetos que allí se encontraban. Cada cápsula de cristal que era sostenida por una columna albergaba un tesoro único y preciado, y el puente místico que atravesaba la oscuridad parecía ser el único camino hacia ellos. Con cada paso que daba, Adelfried podía sentir la energía mágica que fluía a través del puente, guiándolo hacia su destino. Finalmente, llegó al otro extremo y depositó el cofre de los talismanes en una de las capsulas de cristal que se habia encontrado basia, asegurándose de que estuviera protegido y resguardado junto a los demás objetos valiosos. Satisfecho por haber cumplido su misión, Adelfried abandonó la bóveda y cerró la puerta, dejando atrás aquel lugar lleno de secretos y tesoros ocultos.

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