Nadie dijo nada, pero todos sentían lo mismo.
El vuelo llegó puntualmente.
En cuanto Qiao Nian bajó del avión, Gu San le recordó con diligencia —Señorita Qiao, no olvide llamar al Maestro Wang.
Qiao Nian durmió en el avión y acababa de despertar con los auriculares puestos. No obstante, como no le gustaba escuchar música al dormir, en realidad no encendió el sonido. Así que, por casualidad, escuchó lo que dijo Gu San.
Con los ojos cansados, se quitó un auricular, buscó el número de teléfono de alguien, luego se detuvo. Levantó la vista hacia él con sus oscuros e insondables ojos y preguntó —¿No puedo enviar un mensaje?
Un mensaje parecía suficiente si solo quería hacerle saber que había llegado segura.
Gu San fingió no entender y dijo en voz baja —Señorita Qiao, ¿no prometió llamar al Maestro Wang? Enviar un mensaje parece... ¿como una mala idea?
—Olvidémoslo. —Qiao Nian no sabía si realmente era una mala idea enviar un mensaje. Se frotó la sien y dijo— Simplemente llamaré.
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