Iván y yo nos quedamos en los brazos del otro, sin decir nada pero tampoco dispuestos a separarnos. El dolor en mis extremidades empezó a desaparecer lentamente. Los moretones en mi cuerpo comenzaron a desaparecer, me estaba curando porque ahora tenía a mi lobo. Ivan acarició su mano contra mis ruinas hasta que finalmente me quedé dormida. Cuando desperté, el sol ya estaba poniéndose afuera, proyectando un resplandor naranja dentro de la habitación. Dejando escapar un pequeño suspiro, me volví para mirar a Ivan, que me sonreía.
Le sonreí de vuelta. —¿Cuánto tiempo estuve dormida?
—No lo suficiente, teniendo en cuenta por lo que acabas de pasar —dijo Ivan sonriendo.
—Bueno, no quiero dormir más.
Ivan levantó las cejas hacia mí. —¿Por qué no?
Me volví a mirarlo. —Porque cada vez que cierro los ojos, ya no estás aquí.
Ivan se mordió el labio inferior y mi corazón se encogió por lo increíblemente erótico que se veía en ese momento. —Estoy aquí Arianne, siempre estaré contigo.
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