Ayer por la noche, abusaron de mí todas a la vez. Menos Shi. La "castigaron" por adelantarse. Hoy me despierto con todas ellas en la cama. Incluso Shi. Algunas encima. Otras a los lados. Noto algo en la nariz. Estornudo. Se ríen. Abro los ojos. Hay una pluma en mi pecho. Todas disimulan.
Me veo obligado a interrogarlas una a una. A follarlas sin piedad hasta que confiesen. A penetrarlas una y otra vez. A estrujar sus nalgas. Sus pechos. Sus piernas. A succionar sus labios. Sus orejas. Sus cuellos. A oírlas gemir. Pedir piedad. Todas acaban confesando. Y exigiendo su "castigo".
Me visten entre todas. Me siento como un muñeco. Se están divirtiendo a mi costa. Nos lleva un buen rato. Luego me despiden. Con un largo beso cada una. Me cuesta dejarlas ir.
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Las gemelas no encontraron ningún manual adecuado. Pero sí información prometedora sobre meridianos. Así que las dejo para que sigan investigando.
Por mi parte, logro por fin acabar una página completa del reino del alma. Acabo consiguiendo hacer dos. Me he quedado casi sin qi. He gastado mucho más del necesario. Tengo que mejorar el control. Debería ser capaz de hacer tres.
Me voy a dar una vuelta. A hablar con los esclavos. A enterarme de las novedades.
Al parecer, ha habido una reunión de la élite de la secta. Evidentemente, los esclavos no saben de qué han hablado. Aunque parece que ha sido agitada. Al parecer, harán un anuncio al final del torneo.
También ha habido un extraño incidente un par de días atrás. Varios miembros de la sección del placer han muerto en algún tipo de accidente. En un lugar un tanto apartado. No se sabe para qué se habían reunido. Por qué habían salido juntos. Pero algo inesperado sucedió.
Un rato después, me entero por otros de que Da Ting había salido también dos días atrás, con varias compañeras. Se fijaron porque no es habitual verlas juntas. Ni que salgan por el bosque. Aunque les había avisado de que era peligroso. Que iban a por ella. De todas formas, al parecer está bien.
Espera. ¿No tendrán relación con ese incidente? ¿Y si les han tendido una trampa a los que iban a por ella? Eran precisamente los de la rama del placer. Si es así, les está bien. Eso sí, yo no quiero saber nada.
Hoy no voy al torneo. Aunque puede haber combates interesantes, tengo otras prioridades. Quizás el año que viene esté más atento. Tampoco mis pervertidas van. De hecho, íbamos todos principalmente por Fen Huan. Y de paso nos quedábamos. No sé qué estarán haciendo ahora. O tramando.
Salgo de la secta y bajo a la ciudad. Las salamandras se hacen cada vez más grandes. No hay problema con las que están dentro. Pero sí con las de fuera. Tenemos que solucionar el problema cuanto antes. Y ver cuánto podemos sacar. Nos iría bien tener también algo de oro. Y no tener que convertirlo de puntos.
No me es muy difícil encontrar los lugares adecuados. La he recorrido muchas otras veces como esclavo. Quizás podríamos sacar más en el mercado negro. Pero necesitaría tiempo para familiarizarme con él. Y tiene su riesgo.
Shi y Song se encargan de las negociaciones. Yo espero fuera. Mejor que no me vean. Que no sepan de mí. Ellas llevan el rostro cubierto. Esta es la cuarta tienda a la que entran. Llevan las cáscaras como prueba. Por ahora, negocian precio. Más adelante, las traeremos.
Salen y vienen hacia mí. Se paran a un par de metros. Se ponen a hablar, para que las oiga.
–No dejaban de mirarnos. En especial tus tetas. Me da mala espina– menciona Shi.
–Y a hacer preguntas sobre las salamandras. Sobre su origen. Creo que querían presionarnos. Será mejor desaparecer– sigue Song.
–Nos metemos en el callejón en cuanto estés en la entrada– me dice Shi sin mirarme.
–Han salido y nos vigilan. Aquí hay demasiada gente, pero seguro que quieren seguirnos. Se van a llevar una sorpresa– se burla Song.
Comienzo a caminar hacia el callejón. Me aseguro de que no haya nadie allí. Hago la señal convenida, sin dejar de caminar. Ellas salen corriendo. Los que las vigilan dudan un instante. No lo esperaban. No tardan en perseguirlas.
Llegan casi a mi altura y se meten en el callejón. Se detienen justo allí. Fuera de la vista por unos instantes. Las envío de vuelta a la Residencia. Sin dejar de caminar. Como si no supiera nada.
Sus perseguidores tardan un poco más en llegar. Me voy alejando sin mirar atrás. Es lo normal. Nadie quiere meterse en asuntos de otros.
–¡Mierda! ¿¡Dónde se han metido!? Corred, deben de estar al otro lado– sugiere uno.
Son cinco. No estoy seguro de si querían las salamandras o a las chicas. Me aseguro de recordar sus caras.
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En total, recorremos catorce tiendas. En dos, las han intentado seguir. Seis no les han gustado. Otras les daban poco. Al final, parece que están entre dos. Lo que está claro es que se han divertido.
Liang no estaba muy interesada. Ha estado jugando con Rayitas y Terror. Con Ma Lang. Aunque ellas dirán que las estaban entrenando. Lo cierto es que les hacen caso. De mí, a veces parece que se rían. Aunque, cuando hizo falta, Terror fue muy útil.
A Wan ni se lo hemos preguntado. La sacamos para que esté un rato entretenida en una tienda de hierbas. Necesita comprar algunas básicas que no tenemos. Para mezclarlas con otras. Nuestro presupuesto no es muy alto. Por suerte, son baratas.
Yo entro poco después. Ojeando. El comerciante me mira con mala cara. Luego me ignora. Supongo que es evidente que no vengo a comprar.
–Sí, el precio está bien, si estuvieran en buenas condiciones. Pero mira el reverso de las hojas. Están moteadas. Eso hace que tengan menos efectividad que una completamente sana– critica Bai Wan.
–Sí, es cierto, pero tampoco es para tanto. Te puedo hacer un 5% de descuento como mucho– accede el mercader.
–¿5%? La efectividad que pierde es al menos un 20%. Además, eso provoca más trabajo, lo que hace que haya que invertir más qi y tiempo. Eso aumenta la tasa de fallo. Estás valen, como mucho, el 60% de las sanas– regatea ella.
Me sorprende. La tenía por más tímida. Sin duda, con las plantas se transforma.
–Vale que requiera más trabajo, pero no pierde tanta efectividad. Podría aceptar un 10% de descuento, siendo generoso.
–¿Estás de broma? Como las necesito para practicar, el trabajo no es tanto problema. Así que un 35% sería razonable.
–Mi jefe me mataría. Mira, un 15% es todo a lo que puedo llegar.
–Por ese precio y en ese estado, no valen la pena. Si no tienes nada mejor, será mejor que vaya a preguntar a otro sitio. Un 30% ya sería pagar demasiado, pero al menos no tendría que perder el tiempo buscando en otras herboristerías.
–Por ser tú, podría llegar a un 20%. Más no podría justificarlo.
–Mi última oferta es un 25%. Menos, no tendría dinero para pagar las suficientes.
Al final, el comerciante acepta el 25%. Ha sido un curioso espectáculo. Una faceta desconocida de nuestra alquimista. Me pregunto que opinarán las otras. Quizás ya lo saben.
Salgo y espero fuera, mientras preparan los paquetes y paga. El valor no es excesivo. Así que no tiene que temer que le intenten robar. De todas formas, desaparece un rato después. Tras hacer ver que entraba en un portal de un establecimiento de píldoras. De haberme despistado, hubiera entrado.
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Antes de irme, estoy un rato en una cantina. Los camareros me miran extrañados. Supongo que no es normal que alguien beba tanto. Por mucho que sea la bebida tradicional de la zona. Es muy popular entre cultivadores.
No está mal. De alguna forma estimula la circulación de qi. Aunque no podría beber tanto. El resto lo he enviado a una mesa. Alrededor de la cual están las chicas. Haciendo signos como llamando al camarero. Casi me río y escupo lo que estaba bebiendo.
Me fijo entonces en una mesa cercana. Están un par de los que han seguido a las chicas. Han bebido un poco de más.
–El jefe se ha precipitado un poco. Ahora ya no volverán– se queja uno.
–Solo teníais que seguirlas sin que se dieran cuenta. Si localizábamos donde están los bichos, seguramente tendrán más. Habéis sido muy torpes– responde otro.
–¿Quién iba a imaginar que saldrían corriendo? No sé cómo nos han dado esquinazo. Igual no eran lo que parecían. ¿Quizás espías de otras tiendas?
–A saber. Habrá que estar atentos. Me pregunto cómo eran. Tenían buen cuerpo, en especial la de las tetas grandes. Aunque no sé cuál era su nivel de cultivación. No parecía que estuvieran en Alma.
–Si han salido corriendo, no debía de ser muy alta.
Deberían hablar más bajo. Aunque no seré yo quien se lo diga. Al menos parece que solo son ladrones. Mejor no volver a esa tienda. Ya es hora de regresar.
Resulta agradable el viento en la cara subiendo las escaleras hacia la secta. Sin ir cargado como cuando era esclavo. Sin prisa. Pudiéndome parar si hace falta. O echar una mano a un esclavo.
Me detengo para sacar la carga del anillo. Se habían pasado un poco con los encargos. Sé lo que es. Al menos le he podido ayudar hasta allí.
Me despido del esclavo y sigo subiendo, mientras él coge los paquetes y espera un poco. Para que no nos vean juntos. Tampoco es que pase nada. Pero no hace falta que se sepa. Menos posibles problemas.
Me dejan pasar sin pedirme la insignia. ¿La ropa es suficiente? ¿O me conocen? No son los mismos que a la ida. Pero supongo que soy relativamente famoso. No hay muchos esclavos liberados. Uno.
Paso por delante del panel de esclavos. Me detengo. Vuelvo a mirar. Hoy le tocaba a Pen. Pero su tarea ha desaparecido. Y no está en ningún otro lado. ¿Le habrá pasado algo?
Ken está en la lavandería. No es conveniente entrar y buscarla. Shu en la cocina. Ai está en la zona de lucha. Donde se ha hecho el torneo. Supongo que preparando para mañana.
Me acerco al lugar. Me cuesta un poco encontrarla. Está limpiando una zona de gradas.
–¿Sabes si le ha pasado algo a Pen?– pregunto preocupado.
Ella se gira de golpe, sorprendida. Sonríe al verme.
–¡Hola Kong! Algo ha pasado, pero nos ha prohibido decirte nada. Dice que la esperes. Que vendrá a verte a su hora– me responde.
–¿Está bien?– vuelvo a preguntar, algo confundido.
–Sí, no te preocupes. Ella te contará. Escucha bien, tienes que contarnos los detalles. No nos ha dicho mucho– dice ella, sin aclararme nada.
No insisto. No conseguiría más que se burlara de mí. Al menos está bien. Así que me despido. No puedo distraerla mucho. Mientras, veo a Wan entusiasmada con las hierbas. Me ha asegurado que ha sido un buen negocio. Aunque supongo que el mercader tampoco ha perdido. Solo ha ganado menos.
Ha estado extrayendo un líquido de ellas. Lo que ha quedado de la planta, lo ha triturado. Ha mezclado algo del polvo con otros que tenía de antes. El líquido simplemente lo ha dejado en el almacén. Por ahora, solo hace mezclas simples. Algún elixir. Preparaciones para el futuro. Practica imbuyendo con qi las plantas. Con calentarlas sin quemarlas. A veces no lo logra.
Dice que en Alma empezará a intentar hacer píldoras. De hecho, lo intentó una vez. Una sencilla. Pero se quedó sin qi. Estaba un poco frustrada. Tuve que consolarla. Que hacerle olvidar. Que follarla hasta que no pudo más.
Mejor mirarla a ella trabajar que a las chicas corriendo desnudas. Al menos lleva algo encima mientras hace alquimia. Sería un poco incómodo tener una erección aquí fuera.
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Practico con imbuir qi en mi bastón improvisado. Curiosamente, me siento muy cómodo con él. Supongo que me he acostumbrado. Lo echaré de menos cuando compre uno de verdad. Cuando gasto suficiente qi, sigo practicando con el Yang. Imbuyendo los músculos. Noto como mejoro. Como me cuesta menos. Como puedo alcanzar más.
Me interrumpe alguien llamando a la puerta. ¿Fen Huan? Abro. De repente, sale disparada hacia delante y cae al suelo. Pen entra justo detrás. ¿Le ha dado una patada?
–Tú, perra, ¿has disfrutado haciéndote mi dueña? Saluda a tu Amo. Lámele los pies– le ordena la esclava a la estudiante, antes de girarse hacia a mí –. Hola, Kong.
Su sonrisa es amplia. Me abraza y me besa. Me la quedo mirando. Ella no dice nada. ¿Fen Huan me está lamiendo el pie?
–¿Me vas a contar qué está pasando? ¿Por qué no salías en la lista? ¿Te ha alquilado ella y se han olvidado ponerte?– pregunto, sabiendo que lo está esperando.
–No. Mi esclava me ha comprado. Ahora soy oficialmente suya. Aunque en realidad soy su Ama– me responde como si fuera lo más natural del mundo.
Me las quedo mirando. Alternativamente a una y otra. No acabo de creerlo. ¿Para eso quería los puntos que le dieron en el torneo?
–Perra, díselo.
–Sí Ama. Pagué para que Ama esté conmigo. Para que Ama me pise cuando quiera– asegura la pelirrosa, a cuatro patas.
–Bien, buena perra. ¿Qué haces aún vestida? ¡Las perras no llevan ropa!
Dice eso y le da una patada en el estómago. Luego le pisa la cara.
–Sí Ama. Perra mala. ¡Aah! Merece castigo.
Se somete a la otra. Mientras se desabrocha la túnica. Mientras Pen se gira hacia mí y vuelve a besarme. Aunque sin dejar de pisarla.