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Abandonados

Liang está paralizada. Sabe que no tiene ninguna oportunidad. En la etapa uno, no podría escapar ni de uno de ellos. Pero yo sí. La cojo de la mano y la arrastro tras de mí. Aprovecho el instante que las hienas aún no se han decidido a atacar, que nos están mirando, para alejarme. Para escondernos de la vista de los estudiantes. El tronco de un enorme árbol se interpone entre ellos y nosotros. He liberado totalmente mi poder.

–Song te lo explicará todo– le digo.

–¿Song?– me mira extrañada.

No le doy más tiempo. Las bestias avanzan hacia nosotros. Ella aparece en la Residencia. Frente a Song. Shi está también allí. Las gemelas un poco más lejos.

Liang se queda paralizada. Song se acerca y la abraza. Tarda un rato en reaccionar y devolver el abrazo. Lágrimas fluyen por sus ojos. Song también llora. De golpe se separan y Liang comienza a gritar algo. Parece asustada. Shi se acerca. Ella y Song la tranquilizan. Supongo que está preocupada por mí.

Las gemelas se acercan, pero esperan a lo lejos. Los ojos de Liang están muy abiertos mientras escucha la explicación de Shi y Song. Puedo suponer de lo que están hablando. Espero que no me odie por haberlo ocultado. Más tarde, señala sus ropas. Las otras se ríen. Supongo que ha preguntado por qué estaban desnudas. Liang se ha sonrojado. Por lo menos no se ha quitado también la ropa. Le presentan a las gemelas. Y las cinco se quedan hablando.

No puedo prestarles toda la atención que quisiera. Mientras ellas están allí, yo tengo que lidiar con las hienas. Dejo un cadáver y me alejo. Es el del exnovio de Rui. Las más cercanas se entretienen con él. Eso me da más tiempo.

Muestro mi aura para intimidarlas. Soy dos y tres niveles más alto que la mayoría de ellas. Bueno, a lo que equivalen. Dudan en acercarse. Aunque son muchas. Se mantienen a cierta distancia. Miro alrededor. No puedo escapar, estoy rodeado. Decido correr hacia otro árbol enorme. Salto a un ancha rama. Y empiezo a subir por ellas. 

Me pregunto si pueden subir. La respuesta es sí. Quizás las de más bajo nivel no puedan, pero estás sí. No obstante, no pueden subir todas a la vez. Desde una rama las espero. Cojo una lanza. Es un arma con la que me siento relativamente cómodo, aunque no siento que sea realmente mi arma.

Ensarto con ella a una de las hienas que se acercaba. Rodeándola de qi. Tengo poder más que suficiente para atravesar su defensa. Estoy en la etapa ocho. Y ella no puede esquivar mientras trepa. Cae al suelo, como aviso al resto.

Hay otra al otro lado del tronco. Y otras subiendo. Cuando mato a la tercera, parecen convencerse. Se quedan abajo, esperando. Y devorando a sus excompañeras. Bien, mientras no suban no hay problema.

Me pregunto como les irá a los estudiantes. Espero que mueran todos. En especial Pu Rong y sus amigos.

Ahora mismo tengo varios problemas que solucionar. La comida y bebida no es un problema. Pero tendré que dormir. Y, si no se van, pueden aprovechar para atacarme. O podría caer. Por suerte tengo una solución. Y es que me vigilen mientras duermo. Así que invoco a Shi, para sorpresa de las otras cuatro, que la ven desaparecer.

–No te muevas– le digo mientras la sujeto.

Ella me mira. Luego mira alrededor.

–¿Estás en un árbol?– pregunta lo obvio, un tanto desconcertada.

–Sí, tengo compañía esperando ahí abajo. No creo que se vayan pronto. Necesitaré que me vigiléis para que pueda dormir.

–Ya veo. Deberíamos ser dos, así será más fácil. ¿Cómo estás?– me pregunta, mientras me mira con su preciosos ojos azules.

–Bien. Un par de rasguños al subir al árbol, pero nada más.

–Menos mal. Estábamos preocupadas– me sonríe.

–¿Cómo está Liang? ¿Se ha enfadado conmigo?

–Ja, ja, ja. Está bien. El resto tendrás que preguntárselo tú. Le hemos explicado todo. Creo que sería mejor que la llames después.

–¿Después de qué?

Ella me besa. Su mano se mete en mi pantalón.

–Nos has tenido muy abandonadas. Y esta rama es suficientemente ancha. Además que tu mano hace rato que está demasiado juguetona– se insinúa seductora.

Es cierto que una mano esta acariciando sus nalgas. No lo he podido evitar. Y hay una erección presionando contra ella.

Me quita la ropa, que la guardo en el almacén. Me sienta entre el tronco y la rama. Ella sobre mí. No tarda en meterme dentro de ella. Está mojada. Y ansiosa. Por primera vez en días, tenemos sexo. No me puedo controlar y me corro enseguida en ella. Pero no por ello paramos

Nos seguimos besando. Nuestros cuerpos siguen fregándose el uno contra el otro. Sus nalgas en mis manos. Las suyas me recorren. Nuestras lenguas entrelazadas. Pronto ella vuelve a mover su trasero. Haciendo que la penetre una y otra vez. Su gemidos ahogados. Siendo observados desde el suelo por las hienas. Cuando su cuerpo tiembla, nuestros labios se separan y me mira.

–Te he echado de menos.

–Y yo a ti.

Nos volvemos a besar. A saborearnos. A disfrutar de nuestros cuerpos. Del sexo. Hasta que me corro en ella una segunda vez. Nos quedamos abrazados un rato más. Hablando. Mirándonos. Sintiéndonos.

–Lo hablaremos entre todas. Espera un momento para llamar a Liang. Te avisaré– se despide.

La devuelvo, aunque no quiero dejarla ir. Todas las miran. Está claro que saben que hemos follado. Creo que hay alguna queja. Pero parecen aliviadas. Habla con Liang. Y me saluda. Así que la llamo.

–Ho…Hola– me saluda con algo de timidez.

Parece que se siente confusa. Sin saber muy bien que decir. Han sido muchas cosas de golpe. Y difíciles de creer.

–Hola. Yo… Lo siento. Quería decírtelo pero…– intento disculparme.

Ella niega con la cabeza.

–No tienes que disculparte. Me lo han explicado. No podías. Y te has arriesgado tanto por mí… Yo… No lo merezco…– lágrimas aparecen en sus ojos de nuevo.

Para su sorpresa, la aprieto contra mí. La miro a los ojos.

–Claro que te lo mereces. Lo que no te merecías era ser una esclava. Yo… Te quiero. No solo a ti, pero te quiero.

Ella abre un poco más los ojos. Puede que ya lo supiera. Pero siempre ha sido un tabú decirlo entre esclavos. Abre y cierra unas cuantas veces la boca. Como si quisiera decir algo. Al final se rinde y me besa. Sus brazos alrededor de mi cuello. Tarda mucho en soltarme. En dejar de succionar mis labios, mi lengua. En mirarme de nuevo. Totalmente roja.

–Yo también te… quiero– dice casi en un susurro.

Le sonrío y me devuelve la sonrisa. Ella apoya su cabeza contra mi pecho y me la quedo abrazando. No sé cuánto tiempo pasa hasta que ella habla.

–Han dicho que puedes hacernos más fuertes con sexo. Estoy un poco atrás, así que… ¿Lo harás?

No me mira al decirlo. Noto la timidez en su voz.

–Claro– le respondo, llevando una mano a su nalga y estrujándolas.

–¡Aah! ¡Malo!– protesta seductora.

Luego me besa, aunque me suelta poco después. Me mira.

–Me gustaría estar aquí mucho más, contigo. Pero las otras también están esperando. Song me ha amenazado si tardo demasiado. La he echado tanto de menos…

Las lágrimas vuelven a amenazar en salir. Me besa. Le quito la ropa y la hago desaparecer, para su sorpresa.

–La he dejado en tu habitación. Te pondré varios cosas. Decide lo qué quieres y qué no.

Ella asiente. Aunque su mirada es más bien de que me dé prisa. Se quita la ropa interior, que también desaparece. Se acerca a mí. Mis manos acarician su piel. Pellizco ligeramente su pezón.

–¡Aaaaaah! Lo he echado de menos estos días. ¡¡¡HHHAAAAaaaaAAAHH!!!

Intenta gemir en voz baja. Pero, por si acaso, se acalla a sí misma besándome. Pongo mis manos en su culo y lo levanto un poco. Para penetrarla. Esta vez la muevo yo con las manos. Arriba y abajo. Con mi etapa ocho no representa ningún esfuerzo.

–No es justo usar tu cultivación así. ¡Aaaaaahh!– se queja seductoramente, entre gemidos.

La levanto y la dejo caer sobre mí varias veces. Sintiendo el roce de las paredes de su vagina contra mí miembro. De sus pequeños pechos rozándome. De sus manos acariciándome. De sus labios en los míos. Estamos en una ancha rama. Sin poder elegir mucho nuestra posición. Y siempre manteniendo un ojo a las bestias de abajo.

Cuando acabamos, también nos quedamos un rato abrazados. Sin querer dejarnos ir.

–Song se enfadará– me dice con una enorme sonrisa.

Me da la impresión que está deseando verla "enfadada". Sé cuánto la ha echado de menos. Han estado abrazadas un buen rato mientras esperaban a Shi. Sé que también se llevaba bien con Shi. Espero que no tenga problemas con las gemelas.

La devuelvo a su recién creada habitación. He estado poniendo los pocos muebles que tenía, siguiendo sus instrucciones. Y le he prometido dejarle todos los cuadernos y armas, para que decida.

Cuando la devuelvo, se queda un rato mirando alrededor. Contra mis deseos, no se pone la ropa que he dejado sobre la cama de paja. Y sale desnuda, dirigiéndose donde están las demás. Menos Song, que está sobre mí.

–Habéis tardado mucho– se queja, aunque no hay ni rastro de irritación en su voz.

–Liang está bien– la tranquilizo.

–¡No te he preguntado eso!– se sonroja –¡Aaah!

–Había echado de menos su suavidad– me burlo, estrujando sus abundantes pechos.

–Y ellos a ti– me responde sugerente, acercando sus labios y sus manos, que se cruzan tras mi cabeza.

Ya está mojada. Creo que para ellas también ha sido dura nuestra breve separación.

No pierde el tiempo. Pronto su vagina está llena de mi miembro. Sus pechos contra mí, moviéndose junto a todo su sensual y pecoso cuerpo. Apenas puedo disfrutar de sus preciosos ojos verdes, pues nuestros labios casi no se sueltan.

La había echado de menos. A cada una de ellas. A cada uno de sus cuerpos. De sus aromas. De sus vaginas. De su compañía. De sus risas. De sus gemidos. De sus besos.

Follamos ansiosos. Como intentando recuperar el tiempo perdido. Ampliando su contenedor. Absorbiendo su qi. Disfrutando del calor de su piel contra la mía. De sentir como disfruta. De sus orgasmos. Del mío. Del eyacular en su interior.

–Solo abrázame un poco más. Que Yi y Yu esperen– me pide como una niña consentida.

Por supuesto, no puedo dejar de mimarla. Y de dejarme mimar por ella. De acariciar su pelo pelirrojo. Su cuerpo desnudo. De reír cuando me explica de su encuentro con Liang. De la cara que ha puesto. De lo que ha dicho. Y también lloro con ella. Se le nota que está feliz de poder volver a hablar con ella. De hecho, cuando la devuelvo. Pronto están las dos riendo. Y Shi y Yi con ellas. Yu está conmigo.

–Kong…– me saluda en cuanto aparece.

Su voz es tan dulce. Su mirada tan tierna. Me la comería. Bueno, creo que es lo que voy a hacer.

–Yu. Te he echado de menos.

La sonrisa y su cara roja iluminan mi alma. Aunque cambia de expresión cuando mira alrededor.

–Si se atreven a atacarte, se las tendrán que ver conmigo– dice convencida.

Me conmueven sus palabras. La acerco hacia mí y la beso.

–¡Ah! Este es un sitio un poco extraño para…– protesta tímidamente.

–¿Entonces no quieres…?

–¡Claro que sí!– me interrumpe. Luego se pone colorada otra vez. Y me besa para ocultarse.

No tardo en estar dentro de ella. En escuchar sus tímidos gemidos. En ocasiones, me besa. En otras, su rostro se oculta en mi hombro. No puede ocultar su desesperación. Lo mucho que había estado deseando tener sexo. Y eso la avergüenza. Supongo que tampoco ayuda que me ría un poco de ella. Ganándome así algún que otro mordisco.

Pero al final nos estamos abrazando. Tampoco la quiero dejar ir. Ni ella a mí. Pero los dos sabemos que Yi se va a quejar. De hecho, lo hace en cuanto llega.

–Has tardado mucho con todas. ¡Y me has dejado para el final!– protesta.

–¿No se deja para el final lo mejor?– intento seducirla.

–No creas que vas a convencerme con palabras bonitas– se queja, pero un ligero rubor en sus mejillas la delata.

–¿Entonces cómo tengo que convencerte?– le pregunto, atrayéndola, pegándola a mí.

–Supongo que puede dedicarme al menos el mismo tiempo…– confiesa, apartando la mirada.

–Me parece bien.

La beso mientras acaricio su cuerpo desnudo. Igual al de su hermana. Pero, en cierta forma, diferente. Nuestros labios se separan un momento. Nuestras lenguas ligeramente fuera. Y, de repente, se empieza a reír.

–Ja, ja, ja. Veo que has molestado a mi hermana. Ja, ja, ja.

Las marcas de dientes son evidentes. Y se conocen muy bien.

–Tendré que molestarte a ti también– la amenazo, estrujándole las nalgas.

–¿Lo prometes?– pregunta seductora.

Sin previo aviso, penetro su húmeda vagina. Sorprendiéndola. Me mira con la boca semiabierta. Sus ojos parecen brillar. No tarda en moverse por sí misma. La inclino hacía atrás para alcanzar sus pechos. Los mordisqueo. Dejándole mi marca.

Ella gime. Aprieta mi cabeza con sus manos. Mi pelo. Lamo sus pezones. Luego la levanto y ataco sus labios. Le muerdo la lengua con suavidad. Ella muerde la mía poco después. Luego se entrelazan y juegan entre ellas. Restriega su cuerpo contra el mío. Yo la embisto de vez en cuando, sin que ella deje de moverse. Ni cuando se corre. Solo cuando acabamos los dos.

–Te hemos echado de menos. No vuelvas a dejar que te lleven a exploraciones– se queja.

–Haré lo que pueda.

La beso una vez más mientras la abrazo. Antes de reír y decirle al oído.

–Yu se está impacientando.

–Bueno, he sido la última. La que más ha tenido que esperar. Así que un poco más tiempo para compensar es lo justo.

Así que la tengo un rato más junto mí, acurrucada a mí. Y, cuando la devuelvo, vuelve a discutir con su hermana. Ante la mirada un tanto sorprendida de Liang. Y las risas de Shi y Song.

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