—¿Trinidad? —Llamé su nombre por quinta vez y aún no había respuesta. La estaba perdiendo, ella estaba en espiral y no sabía qué hacer. Tenía recuerdos pasando por mi mente. Mi mamá, alejándose rápidamente de mi alcance. Mi padre desaparecido. Mi familia diezmada. No podría soportar eso de nuevo. No lo sobreviviría esta vez, no sin ella.
—¿Trinidad? —La llamé de nuevo, mi voz temblaba y crujía—. Cariño, por favor mírame. —Intenté una vez más llamar su atención mientras la sacudía.
—¿Eh? —Finalmente respondió, como si no me hubiera escuchado antes en absoluto—. ¿Qué pasa, Reece? —Me preguntó como si nada hubiera pasado. Como si no hubiera estado sentada allí mirando hacia la nada durante varios minutos.
—Trinidad, cariño, ¿estás bien? —Le pregunté, tratando de que se abriera a mí.
—Sí, estoy bien. —Intentó sonreír, pero claramente era una mueca. No estaba bien, pero intentaba estarlo, por mí.
—Cariño, por favor no hagas esto.
—¿No hacer qué?
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