Con Santo haciendo guardia, Pesadilla haciéndole compañía e Imp felizmente masticando la plata deslustrada de la armadura de batalla del Gran Monstruo, Sunny se encontraba una vez más sin mucho qué hacer.
Los siete soles brillaban en el cielo de tres colores. Las claras aguas del Gran Río fluían mientras centelleaban a la luz del sol. La serpiente azur rodeaba hambrientamente la isla oscura, embistiéndola de vez en cuando para hacer conocer su locura iracunda. El Pecado del Consuelo estaba meditando en silencio.
Una suave brisa jugaba con el cabello de Sunny.
Con un suspiro, se lo echó para atrás y se levantó, planeando ir a buscar a Nephis.
—Esto es demasiado extraño —murmuró—. Había esperado muchas situaciones al comienzo de la Tercera Pesadilla, pero una cosa que no había esperado era quedarse sin nada urgente que hacer.
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