La mañana siguiente, Sunny se despertó con un humor extraño. Sabiendo que estaban acercándose al final de la Pesadilla —y, tal vez, al suyo propio—, esperaba encontrarse consumido por temor sombrío. Pero, sorprendentemente, Sunny se sentía bien. Era como si el alcance de la batalla que se avecinaba fuera simplemente demasiado grande para ser evaluado, y entonces, su mente no se había molestado en enfrentarse a ello en absoluto.
En cambio, tenía problemas prácticos que necesitaba resolver. Sunny aún no se sentía completamente cómodo en su nuevo cuerpo —casi no tenía tiempo para acostumbrarse a su tamaño y peso, después de todo. Los próximos días iban a ser cruciales en ese aspecto.
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