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La princesa y su caballero (1)

Han pasado unos días desde el gran baile. Mi vida normal volvió a cómo era, con la excepción de Guillermo.

Estos últimos días Guillermo siempre ha venido a visitarme aquí en mi patio. Hemos estado hablando de muchas cosas, como la política, la historia y otras cosas.

Era de mañana y acababa de terminar mi ejercicio matutino. Desde que era joven, abuelo Roberto entrenaba a Ricardo y a mí para fortalecer nuestros cuerpos.

—¡Hermana Alicia! —Escucho la voz de mi hermano menor Ricardo. Cuando miro detrás de mí, lo veo corriendo hacia mí.

—¡Hermana! —Ricardo se lanzó hacia mí.

—¡Vaya! —Me sorprendí y abrí mis brazos para atraparlo. Ahora él pesaba mucho más que yo, a punto de perder el equilibrio. Afortunadamente, logré equilibrarnos a ambos.

—Hermana, no has venido a visitarme en mi patio. —Ricardo estaba llorando—. Te he extrañado mucho.

—Cálmate ya. Un príncipe heredero no debe mostrar sus lágrimas a los demás. —Dije mientras le limpiaba las lágrimas.

—Pero tú no eres 'otros', Alicia. Eres mi hermana. —Richard me miró con sus ojos de cachorro.

—Vaya, te ves tan lindo y adorable cuando haces eso. Eso no es justo. —Dije mientras le pellizcaba las mejillas—. Acabo de terminar mi ejercicio matutino. Iré a tu patio después de lavarme, ¿de acuerdo?

—¿Lo prometes? —Ricardo me miró con su lindo rostro.

—Lo prometo. —Dije—. Ahora vete.

—De acuerdo. Te esperaré. —Dijo y corrió hacia su patio.

Ricardo ahora tiene doce años. Se estaba acercando a mi altura. Estoy seguro de que me superará en poco tiempo. Está comenzando a perder sus mejillas regordetas y su cuerpo está comenzando a volverse el de un joven. Voy a extrañar al pequeño goloso que siempre estaba a mi lado queriendo jugar conmigo.

***

Estoy caminando hacia el patio de Ricardo. Me he lavado y refrescado. Llevaba uno de mis vestidos informales, por supuesto, uno de los que heredé de mis hermanas.

—Alicia. —Alguien me llamó. Cuando me di la vuelta, vi a William caminando hacia mí.

—Will. —Le sonreí.

—Una de tus sirvientas me dijo que estabas aquí. —Dijo Williams y sonrió.

—Voy a visitar a mi hermano hoy. ¿Quieres venir conmigo? —Pregunté.

—¿Puedo acompañarte? —preguntó Guillermo.

—Sí, por supuesto. —dije.

William sonrió y caminó a mi lado.

Cuando entramos al patio de Ricardo, vi no muy lejos de donde estábamos al abuelo Roberto y a Ricardo. Estaban sosteniendo espadas de madera. El abuelo estaba enseñando a Ricardo técnicas de espada.

—Mantén firme y separa los pies. Encuentra tu equilibrio. Sostén la espada con ambas manos. Siéntelas como una extensión de tus propios brazos. —dijo el abuelo.

—Abuelo, Ricardo. —los saludé cuando nos acercamos.

—Buenos días, Alicia. —dijo el abuelo.

—¡Hermana! —dijo Ricardo con entusiasmo—. Pero luego su cara se puso amarga cuando vio a William junto a mí.

—Buenos días, general Roberto, príncipe heredero Ricardo. —dijo William.

—La mañana estaba bien hace un rato, pero ahora no tanto. —murmuró Ricardo.

—Cálmate Ricardo, no seas irrespetuoso. —dijo el abuelo—. Buenos días, William. —saludó a William.

—Hmph. —Ricardo puso una cara amarga.

—¿Hice algo para ofender al príncipe? —William me susurró.

—No te preocupes, no lo hiciste. —me reí—. Solo me temo que tiene un complejo de hermana.

—Ahhh… —dijo William entendiendo las acciones de Ricardo.

—Alicia, es bueno que hayas venido aquí. —dijo el abuelo.

—¿Qué pasa abuelo? —pregunté curiosa.

—Sabes que cada príncipe y princesa de

la familia real tiene un caballero personal para servir como guardaespaldas cuando cumplen catorce años. —dijo el abuelo.

—Sí, lo sé abuelo.

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