En el momento en que Harry y Candace subieron al coche, Candace estalló en una carcajada y Harry se volvió para mirarla, sabiendo por qué se reía.
No estaba exactamente sorprendido; sabía que ella encontraría el humor en la situación, incluso en una situación como esta.
—No esperaba que estuvieras de tan buen humor después de verla —dijo él, su voz teñida de una pizca de preocupación a pesar de su molestia.
Candace, todavía luchando por recuperar el aliento, se limpió una lágrima de su ojo.
—No esperaba estar de buen humor tampoco, pero gracias a ti estoy bien, hermanito —dijo Candace con una sonrisa pícara. Harry arrugó la nariz en una mueca de asco fingido.
Tosió para aclararse la garganta.
—Creo que deberíamos guardar eso para nosotros —murmuró, sabiendo ya que era causa perdida.
—Jamás. No voy a guardármelo —replicó Candace, su sonrisa se ensanchaba.
Harry frunció el ceño.
—En caso de que lo hayas olvidado, teníamos un acuerdo —dijo Harry y la ceja de Candace se arqueó.
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