—Me gustaría ver el cristal blanco también. Aunque mi familia es rica, papá no puede llevarlos a casa ni usarlos para nada fuera de su laboratorio real de maestro forjador.— Dijo Phloria, sin agregar ni una palabra sobre aceptar tan fácilmente que Lith fuera una Abominación, sin importar cuánto tiempo la mirara.
Los llevó al segundo piso subterráneo donde se ubicaban las minas de cristal. El Ojo de Kolga había echado raíces profundas que se extendían por las paredes de la torre, conectándolo con todos los demás cristales.
—¿Qué demonios está haciendo?— Preguntó Nalrond después de notar que dondequiera que las venas blancas tocaran, el color de los cristales menores se volvía más brillante.
—Mi suposición es que, como no hay nada más allá del blanco y debido a que el cristal ya está cortado, no puede crecer más, el Ojo de Kolga usa la energía de la torre para superar sus límites naturales.— Respondió Solus.
—¿Podrías explicármelo como si fueras un niño?— Dijo Nalrond.
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