Vicente regresó después del atardecer ya que todavía tenía muchas reuniones antes de volver a su oficina y luego a su mansión.
Ya le había dicho a María que se encontrara con él en su oficina en casa porque tenía curiosidad por la grabación.
—Bueno, si no vale la pena mi tiempo, también podría despedir a esa vieja bruja porque hizo algo sin mi instrucción. Un viejo perro desobediente necesita ser sacrificado tarde o temprano.—
Vicente hizo su rutina habitual tomando un baño caliente después del trabajo, vistiendo pijamas y luego cenando antes de tirar la comida a la cara de la empleada o el cocinero.
Porque ninguno de ellos preparó una buena cena, sin importar cuántas veces Vicente los golpeara para que lo hicieran mejor.
—¡Maldición, cuántas veces tengo que decirles a todos ustedes, perros incompetentes, que hagan algo similar a la cocina de mi esposa? ¿Qué es tan difícil? ¡¿Por qué no puede saber igual?!— Gritó Vicente después de tirar todos los platos al suelo.
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