—¿Qué hay de malo en que Mario sea quien me lo cuente? ¿Quién más iba a decírmelo? ¿Mi padre, cuyo único plan era enviarme a su amigo en medio de la noche? Estoy agradecida de que Mario me ayude a entender cosas que no sabía. Por favor, deja de tener una opinión negativa de él porque crees que le gusto. No veo qué tiene que ver eso contigo de todos modos— Alessandra no entendía la disputa que Edgar estaba creando con Mario.
—Tienes razón. Brindemos por el cocinero que te contó todo lo que necesitabas saber —Edgar levantó su taza de café. —Debería enviar un regalo para agradecerle.
—Mario no aceptará un regalo tuyo y solo le causaría problemas si alguien ve que lo estás visitando. Tiene una deuda que pagar con mi familia y hasta que no se haya ido, no quiero causarle problemas. Por favor, abstente de hacerlo. Ahora, ¿podemos comer en silencio? Hubo mucho para mí que manejar en una mañana —suspiró Alessandra.
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