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Veinte. Volterra.

Empezamos a subir la carretera empinada, que cada vez que avanzábamos había más y más personas. Al llegar más arriba los coches estaban cada vez más juntos, impidiendo así que Alice pudiera pasar zigzagueando. Cada vez íbamos más lento, hasta que terminamos yendo a paso de tortuga.

—No hay otro camino. —murmuró tensa.

La fila avanzaba poco a poco, a este paso no llegaremos a tiempo. Los coches se arrastraban para poder entrar a la ciudad. Al acércanos más pude ver una cantidad de automóviles estacionados en el borde de la carretera y la gente salía de sus coches para ir a pie. Al principio pensé que se trataba de gente impaciente, pero eso cambio cuando al salir de una curva pronunciada vi que el estacionamiento está completamente lleno y estaba ya prohibido que otro coche entrara.

—Elina. —Alice me hablo rápido, con tono bajo. —No logro anticipar cual va a ser la reacción del guardia de la puerta, vas a tener que ir sola, y corriendo, si esto no funciona. Lo único que tienes que hacer es preguntar por el Palazzo dei Priori y correr en la dirección que te digan. Por favor no te pierdas. —

—Palazzo dei Priori, Palazzo dei Priori. —repetí para que no se me olvidara.

—Si hablan inglés solo tienes que preguntar por la torre del reloj. Yo daré una vuelta por ahí e intentare buscar un lugar aislado fuera de la ciudad por donde pueda saltar la muralla. —

Asentí mientras repetía una y otra vez el nombre en italiano del lugar que tenía que preguntar por si me perdía.

—Edward tiene que estar bajo de la torre del reloj, al norte de la plaza. Hay un callejón estrecho a la derecha y ahí él puede estar bajo techo.. debes llamar su atención antes de que se exponga al sol. —

Asentí repasando los puntos importantes en mi cabeza.

Nuestro auto estaba casi al comienzo de la fila. Un hombre con uniforme regulaba el flujo del tráfico y se encargaba de desviar los coches lejos del estacionamiento lleno. Los coches daban vuelta en "U" y regresaban por la dirección de dónde venían en busca de un lugar para estacionarse. Y llego nuestro turno.

El hombre uniformado se movía con pereza y sin prestar mucha atención. Alice acelero para esquivarlo y se dirigió hacia la puerta. Nos gritó, pero se quedó en su puesto moviendo los brazos frenéticamente para que los coches de atrás no siguieran nuestro ejemplo.

El hombre de la puerta tenía un uniforme parecido al anterior. Conforme avanzábamos los turistas miraban con curiosidad el reluciente auto que no debería estar ahí.

El guardia dio un paso y se colocó a la mitad de la calle. Alice dio un giro cuidadosamente para después detenerse de una manera en que el sol quedara dando en mi lado y ella estuviera en la sombra.

El guardia rodeo el auto con expresión irritada, y con enojo dio unos golpes en la ventana.

Alice bajo la ventana hasta la mitad y el reacciono con torpeza al ver su rostro.

—Lo siento señorita, pero hoy solo pueden acceder a la ciudad autobuses turísticos. —dijo en ingles pero con un acento muy marcado.

—Es un viaje privado. —dijo para después sacar su mano que estaba enfundada en un guante que le llegaba hasta el codo, tomar la mano del guardia la cual todavía estaba levantada, meterla por la ventana abierta y colocar algo en ella.

El guardia saco la mano y miro lo que Alice había puesto en ella. Era un rollo grueso de billetes.

—¿Esto es una broma? —balbuceo.

—Solo si le resulta divertido. —dijo dándole una sonrisa deslumbrante.

El la miro con los ojos muy abiertos, sin creer lo que estaba pasando. Yo solo me dedique a ver el reloj que con cada minuto que pasaba era un minuto en el que Edward estaba más cerca de la muerte.

—Vamos un poquito retrasadas y tenemos prisa. —insistió aun con una sonrisa.

El guardia se quedó un poco en shock, pero rápidamente se recuperó y nos dio el paso mientas se guardaba el rollo de billetes en la chaqueta. Nadie pareció haberse dado cuenta del discreto intercambio. Alice condujo hacia la ciudad, haciendo que ella y yo suspiráramos aliviadas.

La calle se había vuelto más estrecha, estaba lleno de gente que entorpecía nuestro ritmo.

—Un poco más. —animo Alice.

Yo sostenía la manija de la puerta, para que en cuanto ella me dijera salir del auto y empezar a correr a todo lo que podía.

Alice conducía acelerando y frenando, ya que las personas se atravesaban. Algunas de ellas levantaban el puño y nos gritaban palabrotas que no entendía. Otra gente asustada de que ella los fuera a aplastar, se pegaban lo más que podían a la pared o se refugiaban en las entradas de las puertas. Al final entramos a otra calle de edificios más altos, de modo que ningún rayo del sol pasaba por ahí, ese lugar es donde había más gente. Alice freno y yo abrí la puerta rápidamente.

Me señaló un punto en donde la calle se abría.

—Allí. Estamos en el extremos sur de la plaza. Atraviésala corriendo y ve a la derecha de la torre del reloj. Yo encontrare otro camino dando la vuelta. —suspire preparándome para correr, cuando Alice grito: —¡Están por todas partes! —

La mire alarmada.

—Olvídalo, solo tenemos dos minuto, ¡Corre, Elina, corre! —gritó.

Y empecé a correr. Aparte de mi camino a una mujer que estorbaba y corrí con todas mis fuerzas sin prestar atención a nada.

La brillante luz me deslumbro en cuanto salí del oscura calle. Seguí corriendo hasta que un muro de personas me detuvo.

No había ni un solo hueco entre cada persona, pero eso no me importo los moví con toda la fuerza que podía mientras corría. Escuche a las personas expresarse con irritación y enojo. La gente como iba caminando me fue empujando y termino arrástrame en sentido opuesto. Me alegro de que el reloj fuera lo suficientemente grande porque si no hubiera tomado la dirección incorrecta. Las manecillas del reloj se unieron en lo alto apuntando hacia el sol, ahí supe que era demasiado tarde. Apenas estaba a mitad de camino.

Agudicé el oído esperando exclamaciones de asombro o miedo por la exposición de Edward, pero en ese momento vi un hueco en el gentío. Empuje con fuerza hasta alcanzarlo. Hasta que me golpeé la espinilla supe que era una fuente justo en el centro de la plaza.

Sonreí de alegría cuando pase sobre el borde de la fuente y empecé a correr en el agua salpicando todo a mi alrededor, cuando llegue al otro lado no me detuve sino que use el borde como impulso haciendo que las primeras personas que me vieron se apartaran, corrí con más facilidad que hace rato, ya que la gente se apartaba de mi evitando así que los mojara con mi ropa que chorreaba. Mire otra vez el reloj.

Una campanada grave y ensordecedora resonó en toda la plaza. Rebase a un grupo de personas que me gritaban por empujarlos cuando los pase. Otra campanada sonó. Llegue a una abertura en medio de la gente, un espacio entre los turistas que se encontraban debajo de la torre y caminaban sin rumbo fijo. Busque con la mirada el pasaje oscuro y estrecho que debía estar a la derecha del amplio edificio cuadrado bajo la torre. El reloj volvió a sonar.

Cuando el reloj volvió a sonar una desesperación me lleno el pecho.

Los turistas más cercanos al callejón era una familia de cuatro personas, me apresure a su dirección esperando poder ver algo. El reloj volvió a sonar y la niña más pequeña de la familia se puso las manos en las orejas.

La hija mayor se abrazaba a la pierna de su madre mirando las sombras que estaban detrás de ellos. Cuando mire ella estaba tocando el codo de su madre y apuntando hacia la oscuridad. El reloj volvió a sonar. El padre aparto a su hija de mi camino.

—¡Edward! —grité al aire pero mi grito quedo ensordecido por las campanadas y seguí corriendo hasta pasar a la familia.

Entonces lo vi, pero él no me miro ni escucho.

Edward permaneció de pie, inmóvil como una estatua, a pocos pasos del borde del callejón. Tenía los ojos cerrados, con ojeras muy marcadas, de un morado muy oscuro, y los brazos relajados a ambos lados del cuerpo. Su expresión estaba llena de paz, como si estuviera soñando con lo mejor del mundo. Se había quitado la camisa y la había dejado caer a sus pies. El reflejo claro del suelo hacia brillar suavemente su piel.

Corrí todo lo que podía, grité su nombre muy fuerte. No estaba muy lejos pero tampoco está cerca. Apure el paso.

El reloj volvió a zona y el dio una zancada hacia la luz.

—¡No! —grité. —¡Edward, mírame! —

Sonrió de forma imperceptible sin escucharme y levanto el pie para dar el paso que lo expondría en su totalidad.

Choque contra el con tanta fuerza, que hubiera acabado en el suelo si sus brazos no me hubieran sujetado. El golpe me saco un poco el aire.

Sus ojos oscuros se abrieron lentamente mientras el reloj volvía a tocar.

Me miro con una tranquila sorpresa.

—Asombroso. Carlisle tenía razón. —dijo maravillado.

—Edward, tienes que moverte, ¡Vuelve a la sombra! —dije con el aliento que me quedaba.

Intente empujarlo para que se moviera pero era imposible, no lograba moverlo ni un centímetro. El pareció desconcertado. Me acaricio la mejilla con suavidad con su mano. No se daba cuenta de mis intentos para hacerlo retroceder.

—No puedo creer los rápidos que son. No sentí absolutamente nada, son realmente buenos. —dijo mientras volvía a cerrar los ojos y presionaba un beso en mi cabello. —"Muerte, que has sorbido la miel de sus labios, no tienes poder sobre su belleza" —sito un verso de Romeo y Julieta. —Hueles igual que siempre. Así que quizás esto se el infierno. No me importa, me parece bien. —

—¡No seas idiota, Edward! —interrumpí. —No estoy muerta y tú tampoco, pero si no te mueves, lo estaremos. ¡Muévete! —grité.

—¿Qué? —preguntó.

—¡No estamos muertos! Tenemos que salir aquí antes de que los Vulturis…—

Rápido la expresión de su rostro cambio a una de entendimiento y antes de que pudiera terminar la frase me arrastro junto con él a la oscuridad. Me hizo girar con tanta facilidad que cuando menos lo pensé ya tenía la espalda pegada a la pared, y con la suya frente a mí, así quedando el mirando hacia el interior del callejón. Extendió los brazos con el fin de protegerme.

—Saludos, caballeros. —dijo con una voz aparentemente calmada y amable. —No creo que hoy sean requeridos sus servicios. Pero apreciaría que enviaran mis más sincero agradecimientos a sus señores. —

—¿Podríamos tener esta conversación en un lugar más apropiado? —susurró una voz amenazadoramente suave.

—Dudo que eso sea necesario. —dijo Edward ahora con más dureza. —Conozco tus instrucciones, Félix. No he roto ninguna ley. —

—Félix simplemente pretende señalar la proximidad del sol. —comentó otra voz. Los dos estaban envueltos en capas de color gris, que llegaban hasta el suelo. —Busquemos mejor protección. —

—Indica el camino y yo te sigo. —dijo Edward con sequedad. —Elina, ¿Por qué no vas y disfrutas del festival? —

—No, la chica también viene. —ordeno la primera sombra.

—Creo que no. —dijo Edward, la educación había desaparecido de sus voz, ahora su tono era más tajante y helado. Cambio su postura ligeramente y supe que estaba listo para luchar.

—Félix, aquí no. —dijo la segunda voz, volteo a ver a Edward. —A Aro le gustaría volver hablar contigo, eso es todo. —

—Claro, pero la chica se va. —insistió fríamente.

—Me temo que eso no va a hacer posible. —dijo la sombra con voz de que lo lamentaba. —Tenemos reglas que obedecer. —

—Entonces me temo que no voy a poder aceptar la invitación de Aro, Demetri. —

—Esto está muy bien. —ronroneo Félix. Mis ojos ya se habían adaptado a la oscuridad y pude ver que Félix era muy grande, alto y de espalda ancha.

—Disgustaras a Aro. —suspiró Demetri.

—Estoy seguro de que sobrevivirá a la decepción. —dijo Edward.

Félix y Demetri se acercaron al inicio del callejón y se abrieron hacia los lados para si poder atacar a Edward por dos frentes. Su intención era obligarlo a adentrarse más al callejo para así evitar hacer una escena.

De pronto, Edward giro la cabeza hacia la oscuridad del callejón. Demetri y Félix hicieron lo mismo en respuesta a un sonido que para mí no era posible de escuchar.

—Mejor si nos comportamos correctamente, ¿No?. —sugirió una voz que de inmediato reconocí. —Hay señoras presentes. —

Alice se deslizo con ligereza a lado de Edward, manteniendo una postura despreocupada.

El rostro de Félix no se mostró contento.

—No estamos solo después de todo. —recordó Alice.

Demetri miro por encima de su hombro, a unos metros de ahí en la plaza se encontraba la familia. La madre hablaba de modo urgente con su marido, con los ojos puestos en nosotros cinco. Desvió la mirada en cuanto se topó con los ojos de Demetri, para después caminar hacia un hombre de chaqueta roja dar unos golpecitos en su hombro para llamar su atención y hablar con él.

Demetri sacudió la cabeza.

—Por favor, Edward, se razonable. —dijo.

—Muy bien, ahora nos iremos tranquilamente sin que nadie intente algo. —acepto Edward.

Demetri suspiro con frustración.

—Al menos discutamos esto en un sitio privado. —

Vi como seis hombres se unían a la familia para ver en nuestra dirección. Yo estaba consiente que lo que les llamaba la atención era la postura defensiva de Edward.

Los dientes de Edward se cerraron de forma audible.

—No. —dijo bruscamente.

Félix sonrió.

—Ya es suficiente. —dijo una voz aguda a nuestras espaldas.

Mire por debajo del brazo de Edward la pequeña silueta en la oscuridad. Al principio me pareció un niño. Me sorprendió que todos reaccionaron ante su llegada. Félix y Demetri se relajaron de inmediato para después irse entre la oscuridad del callejón.

Edward dejo caer los brazos y también se relajó, pero como admitiendo la derrota.

—Jane. —suspiró resignado al reconocerla.

—Síganme. —hablo otra vez Jane.

Nos dio la espalda y comenzó a caminar hacia la oscuridad.

Feliz nos hizo un ademan para que comenzáramos a caminar.

Alice comenzó a seguir a Jane enseguida. Edward paso su brazo por mi cintura y me empujo para que estuviera a su lado.

—Bien, Alice. —dijo Edward mientras caminábamos. —Supongo que no me sorprenderme verte aquí. —

—Fue mi error. —contestó ella. —Era mi responsabilidad hacerlo bien. —

—¿Qué fue lo que paso? —preguntó Edward educadamente, casi sin interés, me imagino que era para que los demás no le tomaran importancia.

—Es una larga historia. —dijo Alice haciendo una pausa. —En pocas palabras tu admiradora la lanzo por un acantilado, talvez pensó que Elina necesitaba un poco de riesgo en su vida. —

Me imagino que ahora está escuchando los pensamientos de Alice mirando: Intento de asesinato, vampiros al asecho y amigos licántropos.

—Hum. —dijo Edward, su mirada de despreocupación se fue y me acerco más a él.

Caminamos por un amplio rincón del callejón, que seguía cuesta abajo. En cuanto llegamos a una pared de ladrillos ya no pude ver a la pequeña Jane por ninguna parte.

Alice no titubeo y continúo caminando hacia la pared a grande zancadas, para después deslizarse por un agujero abierto en la calle.

Parecía una alcantarilla, no la vi hasta que Alice desapareció por el hueco, el cual era pequeño y muy oscuro.

Pare al instante.

—Todo estará bien, Elina. —me susurro Edward. —Alice te atrapara. —

Asentí.

Me agache y deslice las piernas por el estrecho espacio.

—Ahí voy Alice. —susurre nerviosa.

—Aquí te atrapo, no te preocupes. —contestó.

Edward me tomo de las muñecas y me bajo hacia la oscuridad.

—¿Lista? —preguntó Edward.

—Suéltala. —dijo Alice.

Inmediatamente cerré los ojos para no mirar la oscuridad y los labios para no soltar un grito de miedo. Edward me dejo caer.

Fue rápido y silencioso. Cuando menos lo pensé ya estaba en los brazos de Alice.

En el fondo de la alcantarilla todo estaba en penumbra pero no a oscuras, la luz del agujero de la alcantarilla daba la suficiente luminosidad como para que pudiera ver.

Segundos después Edward apareció a un lado de mí. Me rodeo con el brazo, me sostuvo suavemente cerca de él y me dio un leve empujón para que comenzara a caminar.

Estaba segura de que el único sonido que se escuchaba en esa oscura alcantarilla era el sonido de mi corazón, intente tranquilizarme pero el pensamiento de una muerte inminente no me lo permitía. Un suspiro de impaciencia se escuchó a nuestras espaldas.

Edward me sujeto con fuerza. Alzo su mano libre para acariciar mi rostro y también deslizo su pulgar por el contorno de mi labio inferior. Una y otra vez sentí su rostro sobre mi cabello. Y me di cuenta de que talvez esa era su forma de decir que esa era la última vez que estaríamos juntos.

Pero todos sus mimos y caricias me confundían ¿No se suponía que ya no me quería?. Quería preguntarle el porqué de sus acciones, pero era obvio que ese no era el momento adecuado para hacer preguntas.

El camino continúo descendiendo. No sé de dónde provenía la luz pero de repente la oscuridad se empezó a aclarar transformándose en un gris oscuro. Nos encontrábamos en un túnel bajo con arcos.

Empecé a temblar, no de miedo sino de frio, no me había dado cuenta de que todavía tenía la ropa húmeda. Edward se dio cuenta y en un intento de darme calor, empezó a frotar mi espalda.

Y al fin después de un rato llegamos al final del túnel, en donde había otra reja cuyas barras estaban enmohecidas, pero eran tan gruesas como mi brazo. Cruzamos una puerta con rejas más pequeñas que estaba abierta, tuvimos que agachar la cabeza para poder atravesar la habitación.

Al otro lado de la habitación había una puerta de madera de poca altura que se miraba pesada y estaba abierta.

Atravesamos la puerta y mire a mi alrededor sorprendida, relajándome inmediatamente. A mi lado, Edward se tensó y apretó la mandíbula.

Con la acción de Edward supe que no había nada de que relajarse estando en ese lugar.

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