Pretendía marcharme para continuar mis tareas, ya que entendía que Milena necesitaba su privacidad, cuando el roce sutil de sus dedos contra mi mano la cual alcanzo no muy bien me di la espalda me hicieron volverme para contemplarla.
Con un — ¿A dónde vas? — me dejo bien en claro que mi presencia no presumía molestia para ella y probablemente incluso podía decir que había empezado a agradarle de buena manera.
— Iré a terminar la cena, así que no te preocupes, no te molestare puedes ducharte tranquilamente.
— Que bueno que lo dices me da tranquilidad el saber que no estarás fisgoneando.
Queriendo molestarme pretendió comentar aquello mientras una sonrisa se enmarcaba a lo largo de la comisura de sus labios, fue sin dudas una provocación directa pero sorprendentemente de mí no salió nada más allá que una sonrisa junto a un — dúchate bien o le diré a la abuela que aún no lo sabes hacer.
Dije aquello pretendiendo devolver el juego que no se apartaba más allá de eso, por lo que, sin malicia, ni ofensas, ni reclamos, solo bromeando el uno con el otro unos pocos segundos transcurrieron.
Tras darle de nuevo la espalda quise reanudar de nuevo la marchar, pero Milena aún seguía sosteniendo mi mano, aquella aún se negaba a dejarme ir por lo que quería intentar de nuevo verle a la cara y así intentar ver cuáles eran sus pensamientos, pero era casi imposible el hacerlo.
Milena sin dudas es una caja de pandora casi imposible de ser descifrada por mera acción humana salvo en los momentos en los que ella se permite ser descubierta lo que me hizo sorprender fuertemente cuando finalmente se dignó a decir antes de soltar mi mano — gracias por todo, realmente espero poder pagarte por lo mucho que has hecho por mí.
Sus ojos fijos me hacían volar y la sonrisa tierna que quedo detrás de sus palabras parecía el pequeño eco placido y sereno del sonido que una pequeña piedra proporciona al caer sobre la superficie de un estanque y la serenidad y la calma que deja tras de sí.
— No tienes por qué agradecer, es lo menos que puedo hacer — algo sonrojado pretendí alejarme lo más rápido que pude, quedarme allí no era una opción porque conozco con firmeza la debilidad que proporciona su pequeño ser en mi alma.
Ya habiendo llegado al pasillo por un momento me quede contemplado la puerta de mi recamara, pues realmente quería cerciorarme de que ella se sintiese lo más cómoda posible y tras haber transcurrido unos pocos segundos vi como la puerta era cerrada y es entendible que lo haga, el pudor y la decencia probablemente gritaban con creces que se cubriera lo más posible, aunque relucía ante mí con entereza que poco confiaba.
Algo decepcionado me aleje, incrédulo e inquieto también, pero para nada ajeno a mis propias convicciones, ganarme su confianza sin dudas buscaría lograr y con ello porque no, tal vez mi seca alma también cobre vida de por medio.
Tranquilo en la cocina me encontraba buscando dar los toques finales a aquella cena cuando Milena apareció ahora con un aspecto más fresco y evidentemente algo más relajada, cuando por mera curiosidad la observe de pies a cabeza, con un pantalón corto junto a un abrigo negro que le quedaba bastante grande adorno su figura, abrigo que singularmente era familiar para mí.
— Espera, de donde lo tomaste.
— De uno de los cajones junto al baño, así que perdona, con la prisa al salir de casa no pude tomar alguno y tengo algo de frío, acaso te molesto que lo hiciera.
Quisquilloso con mis cosas soy con creces, me molesta bastante el que hurguen en mi propiedad, pero irónicamente verla con el no significo para mi más allá de lo que es, una simple prenda de vestir.
— No pequeña todo lo contrario y ahora que te veo siento que probablemente te quede mejor a ti que a mí.
Aquella volvió a sonreír y dando la vuelta pretendió modelar frente a mí, la luz, aunque tenue había vuelto a su mirada y ya no se veía tan perdida como yo lo había descubierto, sin dudas ella estaba más tranquila, aunque sin dudas eso no significaba que aquello no le dolía.
— Siéntate, la cena ya está lista, te serviré.
— Espero que como huelan sepan porque sin dudas tienen un rico aroma.
— Realmente espero que cumpla con tu expectativa.
Milena se giró y rodeando el mesón se acomodó sobre el desayunador justo frente a mí y frente a ella valga la redundancia coloque algunos pocos platillos que recordaba que sin dudas eran sus favoritos de niña.
— Esto es un sueño, realmente lo has preparado tú.
— Sin dudas lo eh hecho, como te dije estamos solos aquí.
— Realmente lo has recordado.
— Y dime Milena, como puedo olvidarlo.
Ante ella un plato de calabacín revuelto, con huevo y jamón coloqué, aun costado del plato dispuse algunas piezas de pan tostado y un vaso de jugo de naranja, mientras que de postre la receta sencilla de la abuela de un bizcochuelo de chocolate en taza que particularmente se cose en tres minutos en el microondas se encontraba.
Su cara llena de felicidad era una locura y verla comer con tanta tranquilidad y placer era mi mayor recompensa y así como tonto mirándola me quede con los codos levemente apoyados en la isla.
Habiendo terminado y recogido todo ambos nos dedicamos a conversar un rato y eso incluía el que ella se desahogase, por un tiempo el hablar de lo sucedido sirvió como fuente de paz a ella y le permitió llegar a suponer la razón de los hechos.
Así empezamos, la noche avanzaba y el conversar de unos pocos segundos se transformó en minutos por lo que rápidamente pasamos de hablar de Emely a hablar de los abuelos y allí permanecimos.
Entre espacios íbamos de allí para acá hasta que ya en el balcón a orillas de la cornisa mientras mirábamos la iluminada ciudad Milena me mostro algo que me dejo anonadado.
— Aun recuerdas nuestra niñez Alexander.
— Como no lo voy a hacer, aún tengo bien presente la cicatriz de la rodilla de la vez que estuvimos corriendo por el campo.
— Pienso en ello y realmente me pone los pelos de punta, pues a pesar del dolor te negabas a la paz y jugar era lo único que querías, aún recuerdo la cara de los abuelos cuando apareciste ante ellos y cualquiera en su lugar probablemente se hubieran asustado, pero ellos conservaron la calma, te curaron vendaron tu herida.
Ese era sin dudas uno de los mejores recuerdos de mi vida, uno en el cual el dolor y la desobediencia no eran castigados con maltratos a pesar de las consecuencias de mis actos, más aún, un trato lleno de cariño me otorgaron y desde ese día empecé a sentir por primera vez que era el amor de una figura como lo suponían las suyas.
Milena llevo su mano hacía el bolsillo derecho del abrigo e introduciendo la mano finalmente me mostro lo que desde hace un momento guardaba en secreto.
— Ese mismo día se tomó esta foto, la recuerdas.
Aquella la entrego en mis manos y no lo podía creer, realmente era esa precisamente, aquella imagen, uno de los pocos recuerdos tangentes de mi niñez.
— Pero, como la tienes.
— Se la pedí a la abuela antes de marcharme cuando finalmente tuve que venir a este país con mis padres y le prometí que sin dudas si te encontraba la entregaría a tus manos, aunque no te voy a negar que me cuesta dejar ir.
— Entonces si te importa tanto porque me la entregas.
—— Porque a diferencia de ti yo si tengo muchos recuerdos bonitos como este, pero tú no y mereces conservar alguno.
Observarla no era algo que yo precisamente podía evitar hacer, cada cosa que hacía o decía era como recibir un fuerte golpe contra mi pecho y uno del cual realmente yo no me podía salvar.
La torre Greith - 2