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UNDERGROUND DESIRES

Tác giả: TrollsQuat
Khoa huyễn
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Tóm tắt

Shun despierta sobresaltado una noche debido a una inmensa explosión. Algo sucede en la ciudad, algo que obligará a toda su familia a permanecer en el viejo refugio. Allí, veinte metros bajo tierra descubrirán deseos e instintos muy básicos que deberán afrontar mientras intentan sobrevivir.

Chapter 1I)

Me acosté como cualquier otro día que pudiera recordar, estuve despierto hasta las dos de la mañana jugando con mi amigo Rafael un juego en línea, luego pasee por algún portal de sexo para liberar tensiones y caí en la cama como una piedra. Mi hermana Nicole podía escucharse en la habitación contigua a la mía hablando con Laura por teléfono. Laura había roto recientemente con Francis, su novio de los últimos tres meses, así que aquel era el tema de la eterna llamada telefónica que mantenían desde las siete de la noche. Nada extraño, esto se había repetido los últimos tres días.

A pesar del ruido de Nicole, no dije nada y decidí que era mejor dormir así. La razón es que Nicole era un poco pesada y estaba seguro que armaría un escándalo si le mencionaba las horas y el tono de su voz. Era una batalla que no iba a ganar de ninguna forma, incluso si tenía la razón. Así era siempre con Nicole, o al menos desde hace varios años para acá, donde mi hermana desarrolló una figura esbelta de modelo. Con una cintura fina, curvas pronunciadas, senos no muy grandes, pero tan redondos como su trasero.

Nicole era el deseo de todos en el vecindario, y por supuesto también en la universidad o en la antigua secundaria. Fue esta figura casi perfecta lo que le hizo crear un carácter que decía "puedo obtener todo lo que yo quiera, solo debo pedirlo". Yo por mi parte prefería evitarla, no entraría en su juego de esclavos donde encasillaba a todas sus parejas.

Mi madre, Natalie había regañado a Nicole por el uso del celular y los costos de dichas llamadas, pero aparentemente Nicole conseguía algo de dinero extra en la universidad y logró solventar la parte monetaria de su hobby a las llamadas. Mi padre, Anton, en cambio excusaba toda la situación expresando que era normal tal comportamiento para una chica de diecinueve años.

Apenas me moví mientras dormía y no me quité la ropa pues no lo consideré necesario. No había a quién llamar ni a quién darle las buenas noches. Con dieciséis años apenas tuve dos novias y un par de experiencias sexuales, pero los últimos cuatro meses fueron de soledad total y mucha compañía de diversos sitios y twitter.

A pesar de eso me hallaba interesado en Susan. Susan era una chica delgada de rostro perfilado, ojos verdes, tez blanca y cabellos casi dorados. Risueña como ella sola y muy activa. Su hogar se hallaba algo lejos del mío y la conocí como referente de mi ex pareja. No conversábamos mucho, pero allí estaba el deseo y la ventana a nuevas oportunidades.

Quién sabe qué habría estado soñando en ese momento, se que me hallaba tendido como un cadáver hasta que un enorme estallido resonó en el aire y causó un eco que viajó por todo el hogar. Mi casa no era muy grande, cinco habitaciones, donde estaban mis padres al fondo, las de mis tres hermanas y la mía; sin embargo, el eco de aquella explosión en la lejanía hizo vibrar la casa entera.

Me desperté en parte debido al estallido y en parte a los gritos de Nicole y Gina, la última era la menor de mis hermanas que apenas tenía trece años y dormía en la habitación frente a la mía.

Las ventanas se movieron de un lado a otro y todo comenzó a temblar. Temí que los vidrios estallasen, pero mi padre instaló ventanas reforzadas y todo se mantuvo en su lugar. La razón para ventanas de ese tipo es que mi padre se dedicaba a eso.

Me senté en la cama y asomé por la ventana de mi habitación que daba a la calle. El cielo oscuro se hallaba teñido de un rojo con tonos naranjas, sin embargo no fue posible ver la procedencia del resplandor. Pensé de inmediato que se trataba de un incendio y que este debía hallarse en la zona trasera de nuestro hogar. No cerca, probablemente muy lejos, pero enorme para que causara tal luminiscencia a las cuatro treinta de la madrugada, según la hora de mi celular.

Me puse las chanclas y salí de la habitación aún con los ojos semi abiertos, deseaba llegar al patio de atrás donde usualmente colgabamos la ropa a secar, desde allí el enrejado permitiría ver la zona y procedencia del resplandor.

—¿Qué pasó? ¿Qué fue esa explosión?— preguntó Nicole afuera de su habitación, mientras que Gina se ocultaba detrás de su espalda.

—No tengo idea, pero el cielo está brillando, algo se debe estar quemando en algún lugar.

—¿Ya te asomaste?— Preguntó Gina.

—Lo que sea, desde el patio se debe ver con claridad— Respondí.

—¿Vas al patio a ver qué fue eso?— Inquirió Nicole

—¿Se te ocurre alguna otra idea?— Respondí.

—¿Si escucharon esa explosión?— Samantha, mi hermana mayor se levantó en ropa interior, mostrando aquellos enormes muslos y senos que heredó de mi madre. Yo la ví de reojo en la oscuridad del pasillo y continué.

—El idiota dice que irá al patio a ver, que hay un resplandor naranja afuera— le contestó Nicole.

—Si, yo también lo ví, debe ser alguna planta o fábrica grande, pero se me ocurren solo un par de ellas. Probablemente sea la de fuegos artificiales, esas cosas explotan siempre.

—Y el idota va a asomarse ¿no viste lo que sucedió en Beirut? muchas personas murieron o salieron heridas por andar de tontos asomados.

—Solo voy a ver en el patio, no hay vidrio cerca siquiera.

Me moví en la oscuridad pensando en volver a la cama y con curiosidad sobre el resplandor. Habría llegado de no ser porque el teléfono de la casa de pronto sonó mientras me movía por el comedor. Un escalofrío recorrió mi espalda, mi padre trabajaba aquella noche en la planta eléctrica. Era un especialista en seguridad industrial, pero terminó trabajando como ingeniero de planta por cuestiones del destino.

Una llamada a las cuatro y media de la madrugada, inmediatamente después de semejante explosión, solo significaba malas noticias. Noté que mi madre salía de su habitación en camisón mientras yo tomaba el teléfono y atendía en cámara lenta.

—¿Alo?

—¿Shun? Hijo, es una emergencia.

—¿Qué pasó?— Pregunté al instante mientras mi madre se lanzaba hacia mí tratando de escuchar y mis hermanas llegaban al lugar desde el pasillo. Pude notar los rostros pálidos de todos en la casa.

—La explosión, fue un ataque aéreo, una bomba, deben ir al refugio.

—¿Al refugio? ¿a esa cosa?— El refugio era un bunker con más de veinte años que construyó mi fallecido abuelo hace unos veinte años atrás. Se accedía desde el patio de la casa y desde la habitación principal. El lugar se hallaba a veinte metros bajo el suelo, y en realidad lo usábamos más como un armario de cosas viejas que cómo otra cosa.

Tragué saliva y vi a mi madre ante sus palabras. Mi padre no era ningún idiota o alguien de hacer bromas, al contrario, se trataba de un hombre de aspecto serio, camisas planchadas a la perfección y que buscaba de cortarse el cabello cada dos semanas los días viernes.

—Hay radiación en el aire, lo acabo de medir con el contador. Corran y bajen al refugio, llama a tus tíos y diles que bajen también. Baja toda la comida que puedan, estaré en la casa en media hora. Allá nos vemos— La llamada finalizó y sentí un frío invadir mi cuerpo mientras mi madre me observaba con los ojos abiertos al borde del pánico.

—¿Qué pasó? ¿Qué dijo tu padre?— No sé si Natalie adivinó o escuchó su voz.

—Hay que bajar al viejo bunker del abuelo. La explosión, fue una bomba sucia, hay radiación en el aire— Expresé razonando mis palabras ante la vista atónita de mi familia, nadie se movió en ese momento, nadie reaccionó al instante. solo nos quedamos mirando algunos segundos antes de que los nervios nos ganasen y comenzamos a movernos de forma inquieta de un lado a otro buscando cosas que probablemente fuesen innecesarias.

—Siquiera recuerdo donde está la llave del búnker— Rezongó mi madre de pronto.

—Las llaves están en la cocina, en el gabinete de los cubiertos, llevan tiempo allí, no sé por qué— respondió la mayor de mis hermanas, Samantha.

—¡Cierto!— Corrió rumbo a la cocina.

—Nicole, busca toda la comida que puedas y métela en cajas, toda, no solo lo que a ti te guste, recojan agua en botellones de inmediato, debemos bajar en diez minutos al refugio.

—Yo bajaré la planta eléctrica, y gasolina, la necesitaremos— argumentó Samantha y corrió hacia el pasillo rumbo al frente de la casa.

—Yo iré a buscar a nuestros tíos.

—Si, por favor busca a Mónica y a la niña. Shun ¿tú padre dijo dentro de cuánto vendrá a la casa?

—Dijo que llegaba en media hora, supongo que debemos esperarlo en la puerta del refugio— Grité mientras corrí en dirección a la puerta delantera. La calle se hallaba a oscuras, con apenas un par de faroles encendidos. Al frente de las casas se observaban algunas personas que observaban el cielo, el resplandor había bajado de intensidad, pero ahora tenía un color blanco azulado. Me pregunté qué sería aquello, teniendo en cuenta que mi padre dijo que la explosión se trató de una bomba, aquel resplandor no cuadraba bien con la información.

Me moví por la calle con algo de miedo, mi ciudad era una capital, sin embargo no era relevante como para que existiese un ataque de algún tipo. Tampoco poseíamos planta nuclear, si había radiación en el aire, debía tratarse de un agente externo.

Mi tía Mónica vivía en la siguiente calle, bastante cerca, motivo por el cual se acostumbraba comer en familia todos los fines de semana o disfrutar en la piscina de su casa. mi tío Sergio fue quien me atendió en la puerta cuando toque el timbre, las ventanas de toda la casa se hallaban rotas y esparcidas por el suelo. No noté lo fuerte del impacto ni el efecto en otras casas aparte de la nuestra.

—Que bueno que vienes muchacho, allí está tu tía al borde de un colapso nervioso— me señaló la cocina, donde mi tía Mónica se hallaba sentada con una taza de café en las manos mientras que mi prima Carol tonteaba con un juego en una consola portátil— Ya le dije que se tranquilizara, que debió ser algún cohete.

—De hecho tío— Lo miré y arrugué un poco el rostro al tener que explicar y darles las malas noticias— Mi papá acaba de llamar diciendo que se trató de una bomba y hay radiación en el aire. Nos pidió que nos metieramos al refugio que construyó mi abuelo. Mi papá ya viene en camino.

—¿Al viejo refugio? ¿esa cosa funciona?

—¿Una bomba? ¡Te lo dije Sergio, eso no podían ser fuegos artificiales, ni un transformador de energía! ¡Todas las ventanas rotas!

—¿Pero cómo iba a saber que se trataba de una bomba? ¡Nunca en la vida y ahora cae una! ¿Cómo lo adivinaba?

—¡Vamos!— Mi tía Mónica se levantó de la mesa y por primera vez en mucho tiempo vi a mi prima sin prestar atención al portátil de juegos, levantar la vista y prestar atención a su alrededor para otra cosa que no fuesen la televisión.

—¿Ese refugio todavía sirve muchacho? Llegué a entrar un par de veces hace años, pero era todo humedad.

—No se limpia mucho, pero allí guardamos un par de cosas y muebles viejos tío. Pero creo que deberíamos llevar todo lo que podamos, no hay agua o comida allí abajo.

—¿Cuánto tiempo estaríamos allí abajo Shun?— Me preguntó mi tía y yo me encogí de hombros. En eso mi prima corrió hasta su habitación y regresó con una mochila llena de su laptop y videojuegos.

Yo tomé junto a mi tío Sergio algunas cajas llenas de comida y un garrafón de agua para bajar, mi tía y mi prima se adelantaron saliendo de la casa. Lo extraño vino al hallarme en la calle, donde noté que mi tía llamaba a los vecinos, la familia Duarte para que también bajaran al refugio con nosotros. No comprendí qué rayos pensaba mi tía en ese instante, el lugar ya era bastante pequeño para nosotros, aún más para invitar a una familia de siete miembros.

Llegué a casa y comencé a bajar las cosas junto a mi tío Sergio ante una mirada de reproche que mi madre lanzaba en dirección a mi tía Monica y a mí. Yo no me excusé, solo me encogí de hombros. Mi tía fue quién invitó a aquella gente, quienes ahora subían nuevamente para buscar otro cargamento de comida que tenían en el refrigerador.

—No podía dejarlos Nat, tu sabes que ellos han sido muy buenos con nosotros.

—Te cojiste al esposo de Jessica, eso no significa que sean buenos con nosotros— Susurró mi madre mientras se movía cerca de mí para apoyarse cerca de la entrada. Afortunadamente mi tío Sergio no escuchó aquello, mi tía Mónica se movió por el lugar para que no se notase su semblante blanco, mientras que Nicole reía por el comentario.

El ambiente dentro del refugio era semejante a una convivencia familiar un domingo por la tarde con carne asada. Samantha y Gina acomodaban los cables del televisor para que el sonido se esparciera bien por toda la estancia grande que conformaba la sala principal del lugar. Mi madre organizaba las cajas llenas de comida, junto a mi hermana Nicole y la vecina Jessica. Daniel Duarte, un pequeño de nueve años correteaba por el lugar, mientras que Carol y Marta se hallaban frente a la televisión viendo las noticias, que eran bastante alarmantes. Todo era bastante jovial para tratarse de las cinco de ma mañana.

El refugio estuvo diseñado hace mucho años para la familia de mi difunto abuelo, quien se podría decir que fue muy fructífero en sus mejores años, dejando la módica cifra de siete hijos. Muchos de ellos estaban muertos, a excepción de mi madre Natalie, mi tía Mónica y Juliette, quién vivía en otro país.

"El presidente de la nación también se pronunció acerca de los ataques presentados en la nación estadounidense y los veinte países afectados. Argumentó que la respuesta será inmediata y contundente, expresando que los hechos llevados a cabo este día fueron un ultraje y una canallada que pisotea los derechos humanos y todos los tratados de paz previamente firmados por la nación.

El ministro de defensa ha declarado en conjunto que los misiles y las ojivas nucleares detonadas en distintos lugares contienen desechos de alto peligro para…"

Cambiaron de canal para ver un par de explosiones que sucedieron minutos atrás en distintos lugares del mundo. Volvieron luego al anterior, donde la reportera continuaba su transmisión. Yo mientras tanto me dirigí a la puerta del refugio y fui subiendo por la trampilla que en esta existía. Mi tío Sergio entraba con un galón de agua, mientras que los vecinos, Miguel y Centeno se hallaban cargando un cajón de madera enorme cuando escuché a mis hermanas gritar fuertemente desde la sala trasera donde veían televisión. La reportera también gritó y de pronto la transmisión terminó de una forma muy brusca. Yo giré mi cabeza para observar un resplandor blanco que inundó lo que era mi hogar. Sentí una sacudida de mi cuerpo. Todo lo que se hallaba frente a mí comenzó a convertirse en pequeñas virutas de material, eso incluyó a Miguel y el señor Centeno, quienes desaparecieron y se evaporaron en una fracción de segundo. Volé por el lugar cayendo varios metros por la trampilla del refugio, mientras que algo pesado cayó en la entrada, sacudió todo el lugar y sumió nuestra morada en la total oscuridad.

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