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Tiempo de aprendizaje (2)

  Después de inspeccionar, morir y matar en más de cien habitaciones, se encontró con una intersección que daba directo a una escalinata sin fin. Respiró profundo y comenzó a avanzar, manteniendo agudos sus sentidos por si se encontraba con otra trampa. Cada diez escalones que subía provocaba que una antorcha en la distancia se encendiera, algo que causó un ligero interés. No perdió el ritmo aún después de subir cincuenta escalones, sentía que se encontraba cerca de algo, pero no sabía de qué. Abrió su inventario, extrayendo una pata de conejo cruda, la mordió, sintiendo como el hambre se aminoraba un poco y, aunque el sabor no era el mejor, si lo prefería a los otros alimentos que debía consumir para evitar morir por inanición. Al acabar lanzó el hueso al frente, el cual cayó en uno de los escalones superiores. Un enorme sello se dibujó en el suelo, lo que provocó que dejara de avanzar, observando como el hueso lanzado era pulverizado al instante. Inmediatamente guardó de vuelta su equipamiento y, al estar preparado volvió a subir, agudizando aún más sus sentidos.

Murió en los siguientes tres escalones por un hechizo de hielo. Al volver a intentarlo murió en los siguientes dos por un hechizo de tierra, siendo asfixiado por un montículo de lodo. Al volver a intentarlo fue asesinado por un hechizo de fuego. Al volver a intentarlo... Entre prueba y error memorizó que escalones poseían sellos mágicos y cuáles no, perdiendo más de medio año en esa interminable subida, pero al final de todo, logró llegar a la cima. Sonrió con enorme alegría, sintiéndose satisfecho por su éxito momentáneo.

Frente a él se extendía un enorme pasillo, ancho y largo, con grandes ventanales en las paredes que dejaban pasar una ligera luz azulada, permitiendo vislumbrar con un poco de dificultad los alrededores. La superficie del suelo estaba construida con un material liso e increíblemente resistente, uno que poseía un decorado exquisito, con símbolos extraños que se asemejaban a sellos mágicos antiguos. Su mirada barrió cada centímetro del lugar, en busca de trampas, ya que gracias a su interminable pesadilla había logrado subir de nivel su habilidad pasiva de [Detección de trampas]. No encontró nada, sintiéndose aliviado de no tener que pasar nuevamente por ese martirio.

  --Al menos es grande. --Dijo, levantando una de sus cejas.

Comenzó a caminar, no activó ninguna de sus habilidades de refuerzo, primero quería inspeccionar la zona en busca de enemigos potenciales y así crear una estrategia adecuada para evitar morir más de una vez. Sabía que moriría muchas veces en el castillo, entendiendo que debía ser inteligente para evitar que sucediera demasiadas veces.

Se detuvo en su quinto paso, su oído había captado un muy ligero bufido, miró a la izquierda, luego a la derecha, no encontrándose con absolutamente nada, sin embargo, sabía que algo estaba ahí, observándolo. Y no se equivocó, de entre las grietas de la habitación, mirada tras mirada se comenzó a vislumbrar y, con un poderoso rugido hicieron su presentación. Rápidamente abrió su inventario, extrayendo un par de dagas largas de hojas rojas y, con un movimiento de media luna atravesó el cuerpo del ser que lo había emboscado. Un gemido ahogado, acompañado de un bufido bestial sonó. Rápidamente giró su cuello para observar al emisor de aquel sonido, encontrándose con una bestia humanoide, con cabeza felina y ojos rojos, cubierto de pelo, con extremidades largas y delgadas. Extrajo su daga del pecho de la criatura, retrocediendo un par de pasos. Frente a él, dos decenas de esas criaturas se presentaron, acercándose con ferocidad.

  --Los he visto en algún lado --Entrecerró los ojos, tratando de recordar, pero su intento fue inútil--. Bah, no es importante, al final igualmente los mataré. --Tronó su lengua en su paladar y, en menos de un segundo su intención asesina floreció de su cuerpo, mostrando a un ser completamente desprovisto de misericordia.

La primera línea de las criaturas humanoides se lanzó hacia él, liberando de sus cuerpos brillos oscuros. Bloqueó, esquivó y atacó, elevando la presión de su cuerpo para intimidar a sus oponentes, funcionó, aunque solo por un instante, pero ese pequeño lapso de tiempo fue suficiente para provocar una gran herida en varias de esas criaturas. Su espalda fue rasgada con aquellas filosas garras al haber perdido momentáneamente la concentración, quitándole un inmenso pedazo de carne e influyendo un gran dolor en su cuerpo. Gimió, sintiendo un enorme ardor.

*Jejejejajajaaja.

Sonrió, volviéndose más brutal en sus movimientos, sin embargo, por muy rápido que atacaba, las terribles criaturas lograban herirlo. Retrocedió una vez más, tratando de recuperar el aliento, las criaturas eran muy rápidas y fuertes, cada una representaba el peligro de un jefe de las primeras salas, entendiendo que no podía seguir peleando sin todo su arsenal.

[Aumento de Estadísticas]

[Refuerzo Corporal]

[Corazón de Guerrero]

[Visión Mejorada]

[Instintos del Campeón]

[Cuerpo Antiguo]

[Don de un Dios]

[Vida Arcana]

Activó sus habilidades más fuertes para un combate de uno contra muchos, sintiendo su cuerpo rehabilitado, lleno de energía y vitalidad. Se lanzó de vuelta a la pelea, apareciendo y desapareciendo, cortando cabezas, brazos y piernas, mientras los chorros de sangre pintaban la superficie del suelo y su cuerpo. Pasaron cerca de diez minutos para que el silencio volviera al pasillo/sala y, ahí, en medio de dos decenas de cuerpos mutilados e inertes, un joven de aspecto humano descansaba de rodillas, sin un brazo y tuerto.

  --Solo tengo un fruto, no puedo desperdiciarlo ahora. No volverán a florecer hasta dentro de siete días.

Se levantó con dificultad, tomando una pócima de recuperación que solo retardó un poco lo inevitable. Guardó sus dagas y caminó hacia los objetos que habían dejado caer algunas de las criaturas, introduciéndolas en su inventario. Emprendió nuevamente su camino, alejándose de la brutal escena que había dejado, al centésimo paso cayó otra vez de rodillas, sintiéndose sumamente debilitado.

  --Parece que hasta aquí llegué. --Dijo con un tono bajo.

Extrajo de su inventario un cuchillo ceremonial y, con un movimiento rápido cortó su yugular, cayendo instantes después al suelo, sin vida.

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