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190) Amistad con Delacour

La conversación se extendió hasta acercarse el mediodía. Alain tuvo que retirarse un momento; en realidad, tras haber ganado algo de confianza con su invitado, debía despedir a los dos Aurores que habían permanecido en su casa por si algo ocurría. No creía que yo fuera una mala persona, y si realmente pasaba algo, confiaba plenamente en su esposa, que podría manejar a un niño de 12 años.

Ahora estaba solo con Apolline y sus hijas, y la conversación regresó a mis orígenes.

"¡Que no! Soy el único en mi familia con estas características. Ellos son pelirrojos normales, y no hay ningún antepasado que sea una criatura mágica. ¡Soy único, y por última vez, no! Mi mamá no engañó a mi papá, simplemente soy una anomalía." Reiteré.

"¿Estás seguro? Sé que todo niño no quiere pensar mal de sus padres, pero... todos pueden tener un desliz de vez en cuando." Apolline inclinó la cabeza hacia atrás ligeramente para que sus hijas no la vieran, y me guiñó un ojo, como insinuando que ella también había tenido sus propios deslices. O eso fue lo que entendí.

Me congelé un instante antes de responder. "Sí, estoy seguro. Mi caso no tiene nada que ver con una herencia mágica."

"¿Cómo puedes estar tan seguro? Es raro ver cualidades mágicas como las tuyas. El hecho de que no hayas reaccionado a nuestro encanto de Veela no es normal. Incluso en un momento aumenté mi encanto al máximo," explicó, tratando de hacerme entender que ella creía que tenía algún linaje especial y que solo intentaba ayudarme.

"Attends, c'est vrai! Il n'a pas réagi à notre glamour!" ("¡Espera, es verdad! ¡No reaccionó a nuestro glamour!") exclamó Fleur al caer en cuenta de lo que había pasado por alto.

Hasta antes de que llegara, Fleur había imaginado a quien salvó a su hermana como una especie de monstruo o mago poderoso, pues no podia conocer del todo las circunstancias. No pensó que su encanto funcionaría con alguien así. Pero ahora se daba cuenta: frente a ella, había un niño incluso mas joven que ella, y no estaba siendo afectado. No podía usar la juventud como excusa, ya que conocía a otros chicos de su edad que sí caían bajo el efecto del glamour. Además, había notado cómo mis ojos se deslizaban hacia el escote semiexpuesto de su madre en algún momento.

"Quel est le problème?" ("¿Qué pasa?") preguntó Gabrielle, confundida por la reacción de su hermana.

"Sí, soy inmune a la mayoría de los encantos o cualquier cosa que afecte la mente: glamour mágico, pociones de la verdad, legeremancia, encantamientos de olvido, de confusión, etc." Expliqué, mientras Apolline traducía para sus hijas, como había hecho antes.

"¡¿Es verdad?!" Preguntó Fleur emocionada, con un mal inglés.

"Sí, de hecho, al igual que ustedes, también poseo una especie de encanto... o más bien, un aura."(Red)

"¿En serio?" La curiosidad se reflejaba claramente en sus ojos y su expresión. "no he sentido nada. ¿Es como nuestro glamour que solo...'" comentó Apolline, pero la interrumpí.

"Una vez aprendí a controlarlo, evito que se extienda a menos que lo considere necesario. Además, no es un encanto de atracción, puede ser otras cosas."

"¿Como qué?" preguntó con interés.

"Miedo," dije, activando levemente mi [aura depredadora] entre otras.

Las mujeres presentes se quedaron sorprendidas. La sensación en la sala cambió drásticamente, como si la persona frente a ellas hubiera adoptado otra forma. Solo Apolline logró recomponerse rápidamente. No había liberado todo mi poder, por lo que, con suficiente fuerza de voluntad, era fácil romper la sensación de miedo.

"Amour, baisse ta baguette" ("Cariño, baja la varita"), dijo Apolline mirando detrás de mí.

Al darme la vuelta, vi a Alain, con su varita levantada en posición de ataque, mirando a su familia y a mí. Al verlo, desactivé mis auras para evitar un malentendido.

"¿Qué está pasando?" preguntó Alain, aún sin bajar la varita.

"Parece que nuestro amigo es más parecido a nosotros de lo que pensábamos," respondió Apolline, mientras le explicaba lo que había ocurrido durante su ausencia.

Volví a activar mis auras para mostrárselas a Alain. Se sorprendió por un momento antes de superar la sensación de miedo que le había generado. Les expliqué que, mientras no liberara mi aura con más intensidad, apenas les afectaría ahora que se habían acostumbrado a esa pequeña muestra de poder que había mostrado.

Después de eso, fui enseñándoles poco a poco las diferentes auras que había desarrollado, permitiéndoles experimentar varias sensaciones. Apolline, Alain y Fleur se maravillaron con mis habilidades, mientras que Gabrielle se divertía o asustaba, pidiéndome entre risas que no le causara miedo de nuevo.

Al llegar el mediodía, la familia Delacour me invitó a almorzar. Me preguntaron si tendría problemas con mi familia y si deberían conocerlos. Les aseguré que no, que mis padres no debían saber que había estado allí, y que ya me había encargado de que no se preocuparan por el resto del día.

El almuerzo en la casa Delacour fue agradable. Los elfos domésticos eran excelentes cocineros, y según me dijo Apolline, ella también tenía grandes habilidades en la cocina, aunque esta vez no había participado en la preparación de los platillos, prometiéndome que la próxima vez lo haría. En ese momento, surgió la conversación sobre la comida que le di a Gabrielle aquella vez, revelándoles que era comida encantada. Les dije que, aunque no contenía pociones, tenía la capacidad de ofrecer pequeños beneficios mágicos, y me ofrecí a cocinar para ellos en alguna ocasión futura.

...

Después de mostrar mis auras, Apolline y su esposo parecían aún más convencidos de que poseía algún tipo de linaje mágico. Les expliqué nuevamente que no era así. Incluso revelé que, si existía un linaje mágico, había nacido conmigo, y les hablé sobre mi extraña situación: mis padres ya no son biológicamente mis padres. Fue difícil hacerles comprender al principio, ya que malinterpretaron mis palabras y pensaron que era adoptado o algo similar. Les aclaré que, cuando nací, tenía una relación sanguínea con ellos, pero que esa conexión había desaparecido recientemente. Lo curioso es que, aunque ya no comparto ese vínculo con mis padres, todavía lo mantengo en cierta medida con mis hermanos.

También les mostré un poco de mi magia de sangre, lo cual los sorprendió nuevamente. Les expliqué que esa era la fuente de mi singularidad, y que si soy parte de un nuevo linaje, probablemente se trate de una mutación mágica, lo que me convertiría en el primero de mi clase. La conversación se volvió profunda, llena de preguntas e implicaciones, pero acordaron no ser demasiado invasivos.

Les aseguré que no me molestaba compartir esto con ellos, pero que debían mantenerlo en secreto. De hecho, me sentí más confiado cuando noté que las presencias ocultas en la casa habían desaparecido.

En algún momento, Alain tuvo que marcharse a trabajar, dejándome solo con Apolline y sus hijas. No estaba seguro de si confiaba completamente en mí, ya que acabábamos de conocernos, pero si había tomado alguna medida para proteger a su familia, no lo demostró abiertamente.

Una vez que quedamos solos, la conversación cambió de rumbo, y Fleur fue la que más intentó hablar conmigo, a pesar de sus dificultades.

Fleur, de alguna manera, estaba fascinada por mi existencia. Me hizo numerosas preguntas sobre mi vida con mis habilidades, cómo aprendí a controlar mis auras y mucho más. Se sumergió tanto en la conversación que incluso interrumpió a su madre y hermana para seguir buscando respuestas.

A través de las explicaciones que ella ofrecía, complementadas por Apolline, comprendí lo que estaba pasando. Fleur era una chica de 14-15 años que lidiaba con las complicaciones derivadas de sus características raciales. No es que odiara lo que era; de hecho, se sentía orgullosa de ello, pero esa identidad también traía consigo ciertos desafíos.

En la escuela, pocos hombres podían resistir su encanto, y generalmente solo los profesores lo lograban. El resto del alumnado masculino la miraba embobado, actuando como idiotas. Al principio, a Fleur le agradaba recibir tanta atención, pero pronto se dio cuenta de lo desagradable que era ser vista simplemente como un objeto de deseo. Se sentía frustrada al pensar que nadie podía apreciar su verdadera belleza ni sus otros atributos, lo que la llevó a esforzarse por demostrar su valía a través de sus capacidades mágicas desde su primer año en Beauxbatons.

En cuanto a las chicas, su situación tampoco era fácil, no solo porque algunas pocas de ellas tambien se sentían atraídas por su encanto, sino porque la envidia y los celos complicaban sus relaciones. Si lograba hacer una amiga, era probable que el chico que le gustaba a esa amiga se sintiera fascinado por ella, lo que eventualmente creaba conflictos. Además, al mostrar su belleza y habilidades, algunas personas la despreciaban por ser "mejor" que ellas, reforzando la idea de que su posición privilegiada se debía únicamente a su linaje veela y no a sus propios méritos.

Por suerte, había personas que la entendían, aunque fueran pocas. Su madre siempre la apoyó y supo darle consejos, ya que había estado en una situación similar. También su directora, Madame Maxime, quien, siendo también un semihumano, comprendía lo que significaba sentirse diferente.

Sin embargo, ahora Fleur había encontrado a alguien más que era como ella: Yo,un chico, incluso más joven, que no me comportaría como los demás. También poseía cualidades similares, lo que despertó en ella un gran interés por mi historia.

Se quedó cautivada al escuchar cómo, al principio en Hogwarts, había sido aislado por aquellos que me temían y trataban de mantenerme alejado. Le conté sobre las pocas personas que lograron superar mi aura y se convirtieron en mis amigos, quienes me ayudaron a relacionarme con otros mas. Y al final, como con el tiempo, aprendí a controlar mi aura para no aterrorizar a los más pequeños ni incomodar a los mayores.

Apolline también escuchó mi historia y asintió con comprensión. Podía imaginarlo fácilmente; entendía mi situación, la de Fleur y la que, en algún momento, sufriría Gabrielle. Después de eso, compartió sus propias experiencias, creando un ambiente de empatía. Se sentía cada vez más contenta conmigo, pues creía que era positivo que sus hijas conocieran a alguien como yo, que compartía sus desafíos. Además, le parecía que era un chico agradable, lo que despertaba su instinto maternal.

Fleur parecía tener la misma fascinación por mí que su hermana Gabrielle. Me invitó a hacer todo tipo de actividades, desde mostrarme Beauxbatons hasta pasear por La Cachée. Gabrielle también estaba emocionada, ya que quería participar en todas esas aventuras.

Aunque no lo pareciera, lo único que ambas hermanas deseaban era tener más personas como ellas con quienes compartir. Fleur, a pesar de que su situación en la escuela no era tan mala, nunca sentía que sus compañeros y amigos realmente la comprendieran. Gabrielle, por su parte, se sentía diferente y notaba que sus padres no le brindaban tanta libertad para hacer amigos como a otros niños, aunque después de su casi secuestro había comenzado a entenderlo un poco mejor.

Cuando Alain regresó, ya era hora de irme. Fleur y Gabrielle acordaron otro momento para visitarnos y charlar, y Apolline no vio problema en ello. Aunque Alain no estaba del todo de acuerdo, principalmente porque eso implicaba varias entradas ilegales al país... y también le preocupaba que un chico pasara tanto tiempo con sus hijas, quienes deseaban tener momentos a solas con él sin interrupciones o intervencón de sus padres, querian ser solo jovenes.

Fue Apolline quien convenció a su marido, y logró su objetivo. Tras organizar la próxima reunión, me despedí, o más bien, me alejé lo suficiente para deshacer mi clon.

...

Fue divertido conocer a la familia Delacour. Quizás había revelado demasiado, pero era bueno tenerlos como amigos. En el futuro, Bill se casaría con Fleur y se convertirían en familia.

Mi exploración había sido un éxito; al menos en Francia tendría aliados. Sería bueno probar algunas de las nuevas producciones de mi espacio y buscar las mejores; quizás podrían ser un buen regalo o algo que llevar la próxima vez que los visite.

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