Cuando Jordan vio la extraña expresión de Lauren, supo inmediatamente que estaba dándole demasiadas vueltas a las cosas. En realidad, había muchos casos de suegras y yernos que tenían aventuras.
Jordan se apresuró a explicar: —No pienses demasiado. Solo quiero ver si se parecían.
Lauren sonrió dulcemente: —Muy bien, espérame.
Lauren se acercó a Marissa y le preguntó: —Mamá, ¿por qué te pones la chaqueta? ¿Te vas a ir tan pronto después de la cena? Quédate un poco más.
Marissa la miró con disgusto y dijo en un tono extraño: —No eres la única dueña de esta casa. ¿Cómo puedo quedarme aquí todo el tiempo que quiera?
Lauren sabía que su madre aún no podía aceptar el hecho de vivir bajo el mismo techo que Victoria. Necesitaba tiempo para acostumbrarse. Al fin y al cabo, las hijas de las familias ricas y poderosas crecían como pequeñas princesas. Tenían mucho orgullo. No era fácil para ellas compartir a sus maridos con otras mujeres.
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