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FUERA CONTENCIÓN

                                (...)

Para la segunda semana de octubre, ya estaba pensando alguna idea para una de las partes del proyecto: una linda y corta historia para presentar a la clase. Tenía al rededor de veinte minutos (el tiempo que dura el recreo aquí) para pensar diversas ideas y terminar con algo concreto.

Fue en el proceso creativo cuando Mateo, un chico con el que comparto la clase de historia de la literatura, se acercó a mi mesa con una libreta y su computador en las manos.

Podría decir que somos cercanos.

—Asia, hola.—Se sentó frente a mí, con una linda sonrisa en su rostro mientra rascaba su cabello, que curiosamente ya no estaba sobre su cuero cabelludo. Al parecer decidió que quería ser calvo por un tiempo.— Me preguntaba si podía aprender y recibir algo de ayuda de tu parte. Ya sabes, no soy muy creativo, no como tú por lo menos.

—Holi, creo que podríamos ayudarnos mutuamente. Aún no tengo nada,—Abrí mi computador para estar lista al momento en el que comenzáramos a crear.— nada que me vuele la caebeza por lo menos... No por el momento.

—Algo increíble se te va a ocurrir, estoy seguro...¿Cómo estás?—Rápidamente agregó. —Con el comienzo. Como has empezado más tarde, tal vez se te complican algunas cosas.

Conozco muy bien sus intenciones y la forma tan peculiar que tiene a la hora de mostrar afecto y preocupación  hacia otras personas.—Estoy bien, ansiosa por terminar la carrera, ¿tú cómo estás?, aparte de calvo.

—Fue una decisión muy espontánea, de hecho. No lo pensé el tiempo que debería pero creo que me gusta.— Pasó una de sus manos por donde antes había cabello.—Estoy bien, no tan ansioso como tú, tengo muchas dudas de último tiempo. "LA CRISIS" le llamo yo.—Amplió la distancia de ambas manos para marcar cuan grande era la crisis.

—Entiendo, va a pasar en cuanto tengas tu título en mano.

—Espero...Entonces, ¿comenzamos?.

Sólo teníamos diez minutos para aconsejarnos y tener algo que presentar al profesor. Terminé con tres opciones en mi computador mientras que Mateo, tenía unas cinco ideas fantásticas en su libreta.

Acompañada por mi compañero, entramos a la clase del profesor Cavani, un cuarto de la clase ya se encontraba en sus asientos, esperando por el tutor. Me senté en mi silla, alejándome un poco de mi compañero de recreo, pensando en la manera en la que debería relatar mi idea a la clase.

—Señorita Wagner, puede compartir su idea con nosotros, si así lo desea.

—Sí, claro.— Me puse de pie, caminando hasta llegar frente a la pizarra, carraspeando mi garganta y alisando mi camisa en el camino. Dudosa sobre mi elección.—Tuve el tiempo necesario para tener algunas ideas, aunque lo difícil fue escoger una de ellas, creo que voy a ir por la última...Me gustaría contar brevemente una anécdota personal. No quiero dar muchos detalles ahora, aunque si no le parece lo suficientemente interesante, puede decírmelo y así elijo otra de las opciones, algo más ficticio.

—Creo que nos deja con la intriga, señorita Wagner. Aunque me parece perfecto, puede escribir sobre cualquier cosa que quiera. Voy a estar esperando su relato.

Sólo unas horas después, estaba nuevamente en casa, en mi habitación.Ese rincón de mi vida que aún se sentía distante y vacío.

Estuve acomodando una caja que tenía años sin abrir. En la que en su mayoría, son recuerdos, fotos, cartas y objetos que compartía y pertenecían a Kol. Pensé que tal vez sería bueno ir a la casa de sus padres y ver que es lo que él guardaba sobre mí en la suya.

[...]

Era sábado al mediodía cuando estaba nuevamente en la cafetería, con la caja de Kol sobre la mesa. Grande, pesada y decorada de una forma demasiado delicada y hermosa. Como todo lo que él hacía. Tan detallista, dulce y generoso.

Estaba muy intrigada sobre que podía contener, que era lo que a Kol le recordaba a mí, o que regalo mío puede llegar a estar aquí. Me tenía muy ansiosa.

Al abrirla, me encontré demasiadas cosas, muchas más de las que había en mi caja. Cartas, obsequios, libros, poemas, juguetes, y otras cosas. Entre todo, había un conjunto de dos collares playeros.

Mis padres nos regalaron estos hace tal vez diez años en unas vacaciones. Hechos de hilo blanco, con caracoles y otros detalles en dorado. Recuerdo cuando creí haber perdido el mío y correr hacia la casa de Kol para perdirle perdón por olvidar parte de nuestra amistad.

Quitando algunas cosas de la caja, en la parte de abajo encontré un juguete que tenía cuando acababa de mudarme. Una linda banana en pijama, se la regalé cuando cumplió dieciocho años, con la condición de que la cuidaría bien.

Pasé mis manos por mi rostro para encontrarme con que estaba húmeda. Con lágrimas cayendo y restos de otras que ahora estaban secas en mis mejillas.

Lo que me mostraba la gran ventana frente a mí, era oscuridad. Al parecer había estado aquí mas horas de las que debería haber estado. Comencé a guardar todo en la caja y mi teléfono en mi mochila para luego dejar propina bajo el plato sobre la mesa.

Bajando las escaleras, me encontré con Corban que parecía recién haber llegado. A punto de subir las escaleras y pausando su trayecto cuando me vió bajando por ellas, con una mirada algo sorprendida y curiosa sobre la mía. Retrocedió unos cuantos pasos hasta quedar cerca de la entrada, aún con la vista sobre mí.

—¿Qué fue lo que te pasó, estás bien?.

—Estoy bien, enserio.

—Bueno, tu maquillaje no dice lo mismo, linda. ¿Un mal día?.— Se acercó para tomar la gran caja.

Sonreí amargamente.

—Un mal año.

—Iba a venir antes, pero tuve que trabajar y me retrasé...¿Quieres que te lleve a casa?.

Un asentamiento fue mi respuesta y Corban abrió la puerta de la entrada para dejarme pasar y guiarme hasta el asiento del copiloto en su auto.

—Puedes llorar si quieres, no voy a juzgarte ni nada por el estilo.

Fue la señal para dejar de contener el lago que quería salir por mis ojos. Acurrucandome en el asiento y mirando por la ventana, para que no viera lo mal que me veo, descargué todo el dolor, enojo y soledad que llevo conteniendo hace meses.

Llegamos. Bajé, esperé a que Corban me diera mi caja y comencé a comencé a caminar hacia la entrada.

—Asia.

Giré para encontrarme a Corban, que se acercaba a largos pasos hacia mí.

—Lo siento, gracias por traerme, lamento hacerte conducir a esta hora.

—No agradezcas, no me molesta...—Pasó sus manos por su rostro para volver a mirarme.—¿Puedo abrazarte, quieres un abrazo, Asia?.

Otro asentimiento fue mi respuesta y bajé la caja al suelo. Corban no dudó un segundo en acercarse con los brazos abiertos, recibiendo mi adolorido cuerpo en la calidez del suyo.

🌱¡BIENVENIDOS!.

Recuerden que cualquier error será corregido al finalizar la historia. 💖

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