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Orario y el balance 2.286

—Volviste antes de lo esperado— dijo Semiramis caminando a la izquierda de Viggo mientras este último llevaba a Gwynevere en sus brazos.

—Ya ves— dijo Viggo mirando a la pequeña pelirroja en sus brazos. Sus ojos eran grandes y azules como los de su hermana Uriel, pero más que la inteligencia de un ser reencarnado como Solomon, Viggo veía la tristeza. Viggo sonrió astuto y le mordió el cuello con suavidad haciéndola reír de forma escandalosa y contagiosa —ten cuidado Gwynevere, papá lucho mucho en Midgar— dijo Viggo con una sonrisa astuta, le tomo una manito regordeta y le dio varios besos —papá se puede comer estas manitos, seguro que están sabrosas—

Viggo le daba besos en las pequeñas manos y Gwynevere respondía riéndose llena de vida y borrando esa mirada triste en sus ojos. Después de unos segundos, ella miraba contenta y se abrazaba a Viggo.

—Si Uriel te ama, esta niña es peor— dijo Semiramis —ella pasa todo el día tranquila y seria, solo ríe cuando está contigo—

Viggo la miró de soslayo con una sonrisa y respondió —bueno, puedo decir que salió a su madre—

Semiramis mostro una amplia sonrisa y miró hacia otro lado —solo me rio porque es difícil no reírse cuando haces tanta tontería— dijo de buen humor

—Si siempre sonreís para mí, perfectamente podría pasar todo el día diciendo y haciendo tonterías—

—Eres tan loco— dijo Semiramis mientras negaba con la cabeza

Viggo miró a Scheherezade y le guiño un ojo haciéndola sonreía —Solomon estaba tranquilo y muy risueño hace un par de horas— dijo

—Él, a veces me preocupa— dijo Scheherezade sin saber que implicaba que fuera un ser reencarnado

—Él solo es inteligente, ya verás, de repente empezara a leer libros, hablara y preguntara un montón de cosas. Creo que no hay mejor madre que tú. Le puedes enseñar de otras culturas, de criaturas, de poesía y darle tu cariño. Es un niño increíble, tú eres una mujer increíble, solo tienes que creer en él—

—Entiendo— dijo Scheherezade sin dejar de preocuparse por su hijo. Había niños como Kenshin que eran tranquilos y dormilones, pero se notaba demasiado cuando estaba despierto. Sin embargo, Solomon rara vez lloraba, gritaba o se reía. Dentro de la cultura de Scheherezade cuando un niño nacía así solo significaba problemas futuros.

Viggo continúo sosteniendo a Gwynevere con su mano izquierda, pero movió su mano derecha y se la tendió a Scheherezade. Ella lo quedó mirando, Viggo le dio una leve mirada y ella le tomo la mano.

—¿Qué me trajiste?— preguntó Semiramis, Viggo siempre traía cosas increíbles de sus viajes, ya sea conocimientos, sus pinturas, objetos y tesoros.

—La verdad, nada en especial— respondió Viggo de forma casual

—¿Por qué?— pregunto Semiramis confundida, Viggo no era de olvidarse de los detalles. Siempre que hubiera algo hermoso él lo apartaba para ella.

—Bueno, ya lo veras, una habitación vacía no alcanzara—

Semiramis se detuvo, Viggo y Scheherezade hicieron lo mismo. Semiramis miró a Viggo y lo vio a los ojos. Por su sola mirada pudo decir que esta vez sería muy diferente de otras veces ¿Cantidad, calidad, rareza, elegancia? ¿Quién sabia? Pero seguro que no era normal. Semiramis mostro una amplia sonrisa de anticipación.

—Seguro que no te puedes esperar— dijo Viggo con una amplia sonrisa y le tendió a Gwynevere. Semiramis tomo a su hija, Viggo soltó a Scheherezade y de su anillo en la mano derecha, saco el bolso de cuero de Ivaldi.

—¿Y eso?— preguntó Semiramis emocionada, le encantaban los objetos que podían guardar un montón de cosas. La bolsa de la abundancia que le dio Viggo solo fue superado por el anillo que también le regalo Viggo, era su cosa favorita en la vida, increíblemente útil y versátil. Ese bolso parecía simple, pero seguro que era algo especial.

—No sacas nada con mirar mi bolso, no te lo daré, no se lo daré a nadie, así que lo puedes mirar todo lo que quieras, pero nunca lo tendrás—

—Tacaño— mascullo Semiramis mirando hacia otro lado

Viggo negó con la cabeza, se cruzó el bolso al pecho y busco en su interior. Primero saco una tiara de plata llena de pequeños diamantes por todos lados. Semiramis capto la belleza de dicho objeto y lo amo al instante. Sin embargo, al ver a Viggo sonriendo con astucia se sintió molesta y lo miró indignada. Viggo continúo sonriendo, le puso la tiara con cuidado y asintió como si le quedara a la perfección. Después saco un espejo con la parte trasera y los bordes enchapados en oro. La imagen de Semiramis con la tiara de plata e incrustada de diamantes se reflejó e hizo contraste con el cabello rojo de Gwynevere.

—¿Qué tal? ¿Todavía soy tacaño?— preguntó Viggo

Semiramis se enojó más con Viggo, ya que él le tenía tomada la medida. Sabía que le gustaban las tiaras, las coronas y todas las joyas que la hacían ver como una emperatriz. Ella trato de fruncir el ceño, pero miró hacia otro lado y no le respondió.

Viggo soltó una risita astuta, se acercó a Gwynevere y le beso la cabeza. Por defecto Semiramis lo quedó mirando y en ese momento, Viggo le robo un beso que la derritió. Viggo se separó de ella y la quedó mirando a los ojos. Él estaba conforme, la mirada de Semiramis estaba llena de dulzura.

Viggo se dio la vuelta y miró a Scheherezade, busco en su bolso de cuero y saco un collar de plata con una enorme esmeralda redonda del tamaño de un ojo que hacía juego con los ojos de Scheherezade. Viggo se acercó y le puso el collar. Después le mostro su imagen con el espejo y Scheherezade sonrió contenta. Ella se acercó a Viggo, él tuvo que agacharse, ella lo abrazo del cuello y le susurro —me encanta, pero sabes que me debes. Tú cofre sigue y sigue llenándose de joyas, pero el mío apenas tiene unas cuantas tuyas—

Viggo sintió que la ceja le palpitaba, pero mantuvo la compostura. Esta mujer seguía molestándolo con lo mismo. Ella seguía recibiendo las joyas que le daban esos tipos con la intención de comprar su camino y se las dejaba en el cofre, al lado de su cama. La amenaza estaba ahí "tengo un centenar de pretendientes, si no me tratas bien, me perderás". Endemoniada mujer, pensó Viggo por dentro. Esos ojos hechizantes de color esmeralda, los labios gruesos y tentadores, la voz suave y melodiosa como la de un ángel, un cuerpo explosivo y la seducción de una danzarina. Viggo no podía esperar a la noche y castigarla, hacer un desastre con su cuerpo y preguntarle entre la pasión y la lujuria si lo iba a seguir provocando de la misma manera. Sin embargo, Viggo no demostraría ahora sus pensamientos. Él sonrió confiado, se acercó al oído de Scheherezade y le labio el borde de la oreja. Ella dio un pequeño respingo y Viggo la miró a los ojos como diciéndole que la conocía de pies a cabeza, que no lo provocara o lo encontraría. Sin embargo, las mujeres como Scheherezade sabían manejar la seducción y solo sonrió provocándolo más.

Viggo apretó su puño aguantándose las ganas de tirarla al piso y hacerle el amor sin importarle nada, pero se aguantó. Tomo una profunda respiración y le dio un pequeño beso en la mejilla. Si él mismo tuviera que valorarse a sí mismo, se pondría un siete en controlar sus deseos carnales siendo un uno un error mortal y un diez un movimiento perfecto.

Viggo se dio la vuelta y miró a Semiramis que lo miraba con desconfianza, como si pudiera leer sus intenciones a kilómetros.

—Tenemos hijas pequeñas— dijo Semiramis —recuérdalo—

Viggo sonrió y tendió sus manos para cargar a Gwynevere. Semiramis se la entrego y todos continuaron caminando a las escaleras que llevaba al segundo piso.

—Tengo un asunto contigo, me gustaría tomar algunas cosas y transformarlas en valis— dijo Viggo de forma casual

—¿Y ese repentino cambio?— preguntó Semiramis

—Tengo planes para Orario, es a largo plazo, pero todas las cosas necesitan dinero, así que no te voy a poder darte todo lo que traje. Bueno, en el sentido de que no lo puedes utilizar para tus negocios—

—¿Qué tipo de negocios?—

—Una biblioteca, una academia, hospitales y otro tipo de entidades para el uso de la ciudad. No puedo introducir un cambio demasiado brusco o podría afectar la economía y nadie quiere eso ¿Verdad?— Semiramis miró a Viggo con el ceño fruncido y asintió. Viggo sonrió y continuo —así que con esas entidades empezare haciendo pequeños cambios y ganando notoriedad en la ciudad. Así, cuando me convierta en el rey de los dioses nadie pondrá problemas, bueno, además de los pequeños dioses mezquinos—

—Entiendo— dijo Semiramis —déjamelo a mí, yo me preocupare de las conversiones y darte el mejor cambio—

—Sí, por favor, a todo esto, de mezquinos ¿Cómo está nuestro amigo Edgar?—

—Renuncio— dijo Semiramis

—¿Cuándo?—

—Hace dos meses, pensé que era algún movimiento inteligente, pero no. Él se compró una casita en el sector de Dedalus y pasa todos sus días invitando mujeres y drogándose. Deje de monitorearlo hace un mes. No sé si todavía está vivo o no—

—¿Me preguntó si deberíamos haberlo dejado morir?— se preguntó Viggo con indiferencia

Semiramis y Scheherezade miraron a Gwynevere en los brazos de Viggo y ambas le dieron un manotazo en el hombro al mismo tiempo. Viggo las miró, después miró a donde ellas miraban y entendió a que se referían. No era bueno hablar de esos asuntos delante de los niños, mucho menos nombrar a la muerte. Puede que esto sea Orario, pero Semiramis y Scheherezade seguirían siendo igual de supersticiosas que en Persia o Grecia.

—Perdón, amor de mi vida— dijo Viggo, levantó a Gwynevere y le dio muchos besos en sus mejillas regordetas. Después la abrazo y continúo caminando —lo que sea, Edgar no importa. Ya obtuve lo que necesitaba. Ahora debemos introducirnos en el imperio. El emperador es un tonto pretencioso, así que será relativamente fácil abrirse paso—

—Estas siendo demasiado confiado— dijo Semiramis —pero, hablando de introducirse en el imperio. La madre de Siegfried y Teresa nos envió una carta invitándonos a quedar durante una temporada en su casa—

—¿La Duquesa?—

—Sí, la duquesa—

—Bien, su casa debe ser lo suficientemente cómoda para nosotros ¿Cuándo?—

—En medio año—

—Me parece bien, en ese tiempo puedo zanjar todo lo que tengo que hacer en el corto plazo. Después de eso vendrán los proyectos a largo plazo y con eso no hay apuro. Todo es un plan que se desarrollara en el tiempo ¿Cómo está Hitomi?—

—Ayudándome con las cuentas de la empresa y llevando el control administrativo de la familia Bishamon. No es mucho lo que produce, espero que ahora que volviste con tanta energía viajes un par de veces al calabozo—

—Dalo por hecho, pero primero tengo que hablar con mi padre y estudiar un poco de luz solar— dijo Viggo y sintió como la pequeña Gwynevere tirito. Viggo la miró a los ojos, grandes, inocentes, azules, pero con una gran tristeza. Viggo sonrió, le dio unos cuantos besos en sus mejillas regordetas y le susurro al oído —está todo bien, esto es Orario, yo soy tu padre, nada te pasara— después la apego a su pecho y sintió como el pequeño cuerpo de Gwynevere se relajó. Viggo le acaricio la espalda, Semiramis y Scheherezade lo miraban, pero él solo sonreía con amabilidad como si nada hubiera pasado. Un ser reencarnado que no temía la palabra muerte, pero que le daba pavor la palabra Luz Solar. Qué cosa más interesante, pensó Viggo. Estaba deseoso de ver a Gwynevere de adulta para ver la fuerza que alcanzaría. Sin embargo, antes de todo eso, debía ayudarla a alcanzar todo su potencial como ser humano.

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