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Midgar y el templo de Tyr 2.274

Viggo y Rosewisse sentaron a Brunilda contra la base de una de las esculturas que custodiaban el puente del templo de Tyr. El miasma estaba por todos lados y también ese olor a cadáver. Brunilda estaba inconsciente, Viggo llevaba el ultra espadón de Brunilda, era uno de los que ocupaban los viajeros. A diferencia de Rosewisse que tenía una varita como reliquia familia, Brunilda no tenía nada.

Rosewisse miró de cerca el rostro de Brunilda, tenía unos moretones en el pómulo y un pequeño rastro de sangre en la comisura del labio —podrías haber sido más suave— protesto.

—¿Qué te puedo decir?— preguntó Viggo, dejo el ultra espadón al lado de Brunilda y se alejó de ella —Brunilda era fuerte, una de las personas con la voluntad más fuerte que he tenido la posibilidad de encontrar, como tú. Se niegan a caer, se niegan a rendirse, se amarran a una creencia, una mentira que las obliga a realizar una tarea molesta. Ojalá tú y ella fueron menos testarudas, pero son valkirias ¿Cierto?—

—Tú no sabes nada de ella— dijo Rosewisse en voz baja —ella, a diferencia de mí, era la reina pobre. Nadie daba nada por ella porque desde un principio vivió sola en Vanaheim. Es un milagro que hoy en día sepa hablar y vestirse por su cuenta. Yo, la conocí cuando tenía ocho años. Era como un animalito, salvaje, instintiva, robaba para comer, apenas podía articular una palabra. Trate de ayudarla, pero era difícil. Mi madre intercedió para ayudarla, pero eso causo preguntas y al enterarse de su linaje, un anciano del concilio adopto a Brunilda. La seguí viendo, pero cambio las manchas de tierra, por moretones. No sé a qué entrenamiento la sometieron, pero siempre estaba herida. Yo, continue tratando de ayudarla hasta que rompí la barrera que nos separaba. Gracias a eso, sus días se volvieron más suaves. Sin embargo, cuando creces te das cuenta de las diferencias ideológicas y de que el concilio que debería proteger a los vanir, es solo un grupo de personas codiciosas que pelean por la influencia. En ese lugar puedes morir de dos formas, luchando por la influencia o aplastado por los otros por no desear dicha influencia, como a mi madre. Brunilda y yo nos distanciamos, podíamos habernos vuelto buenas amigas, pero tenía que haber una maldita reina de las valkirias—

Rosewisse se quedó callada, pero Viggo desde su posición pudo ver como a Rosewisse le corría una lagrima por la mejilla.

Viggo preguntó —¿Por qué no le das un poco de estus?—

—Es valioso ¿Estás seguro?—

—Rosewisse, tú sabes que quieres hacer esto—

—Sí— susurro Rosewisse mientras apretaba sus labios formando una línea. Se paso las manos los por los ojos para limpiarse las lágrimas y llevo su mano a la bolsa de cuero. Saco la botella de color esmeralda, la destapo y la acercó a la boca de Brunilda, pero esta última se despertó y cuando se dio cuenta de Rosewisse y la botella, se dio la vuelta, cayó al suelo y se arrastró para alejarse. Ella se levantó tambaleándose, se puso en pie y en posición de combate.

—Nadie va a luchar contigo, valkiria— dijo Viggo, camino, paso por al lado de Rosewisse y paso a tomar la botella en las manos de Rosewisse. Viggo le dio un pequeño sorbo para demostrar que la botella no tenía nada malo y después continúo avanzando hasta detenerse a dos metros de Brunilda quien seguía en posición de combate —toma, bebe, perdiste contra mí. El vencido obedece al vencedor ¿No es esa la mentalidad de un guerrero? Claro, a menos que quieras morir—

Viggo pudo ver como Brunilda apretaba los labios y formaba una línea en una expresión de tristeza. Ella era fuerte, pero no una guerrera experimentada. La forzaron a ser fuerte, pero no a tener una mentalidad fuerte.

—No te preocupes— dijo Viggo, continúo avanzando hasta que la distancia entre los dos era mínima. Le acercó la botella, le tomo la mano derecha e hizo que tomara la botella. Después le tomo la otra mano y la hizo tomar la botella con ambas manos —si te quisiera muerta, estarías muerta. Ahora necesito que hagas algo por mí, así que bebe, recupérate de tus heridas y lleva un mensaje de mi parte al Padre de Todo—

Brunilda miró la botella esmeralda en sus manos, después levantó sus ojos y vio a Viggo. Él no la miraba con lastima ni condescendencia. Él la miraba de un guerrero a otro, sin pretensiones y sin odio. Brunilda miró la botella, la acercó con temor y la puso sobre sus labios. Entonces empino la botella y el líquido bajo por su garganta. Al probar el estus abrió los ojos amplios en una expresión de asombro. Ella bebió un largo sorbo y cuando sintió que se lo iba a tomar todo, se detuvo, miró a Viggo como esperando que él la regañara, pero Viggo solo continuaba ahí, sin juzgarla o esperando que ella se equivocara para castigarla.

—Bébelo, tengo más, no hay problema. Debo tener más— dijo Viggo con una pequeña sonrisa —cierta persona lo bebe como si fuera agua—

—Eso era innecesario— dijo Rosewisse por detrás de Viggo. Este último solo rio mostrando una pequeña sonrisa en los labios.

Brunilda asintió y continúo bebiendo el estus hasta que se acabó. Ella dio un paso adelante y tendió la botella. Viggo la recibió y ella retrocedió un paso.

Brunilda agacho la cabeza y preguntó —¿Qué quieres que le comunique al Padre de Todo?—

—Dile al padre de todo que le ofrezco mis servicios de vidente— dijo Viggo

—¡Viggo!— grito Rosewisse horrorizada

Viggo la miró de soslayo, llevo su índice derecho a los labios y le hizo el gesto para que guardara silencio. Rosewisse lo miró con el ceño fruncido, pero Viggo no la siguió mirando y se volteo para mirar a Brunilda.

—Dile al padre de todo que le ofrezco mis servicios de vidente— repitió Viggo —por supuesto, hay un precio que acordaremos en su momento. Claro, además debo poder conservar mi vida y cada parte de mi cuerpo—

—¿Eso es todo?— preguntó Brunilda, ignorante de lo que significaba ser un vidente.

—Sí, se ha vuelto más inteligente con los años. Él se lo pensará—

—Entiendo— respondió Brunilda, ella miró a Viggo a los ojos como una niña que teme que la regañen —si pudieras, mi espada—

Viggo miró hacia la derecha y después al suelo. El ultra espadón estaba un poco por detrás de él y cubierto por la niebla de Niflheim. Se agacho, lo tomo, le dio vuelta y se lo tendió por el mango. Brunilda lo recibió y miró Viggo como esperando que él le estuviera mintiendo o engañando para después regañarla.

—Tranquila, no tramo nada contra ti— respondió Viggo —toma tu espadón, solo recuerda entregarle mi mensaje al padre de todo—

—E-entiendo— respondió Brunilda y tomo el ultra espadón con ambas manos.

—Brunilda— dijo Rosewisse, avanzando y colocándose al lado de Viggo. Brunilda dio un respingo y la miró asustada —no sigas trabajando para el Padre de Todo. Nada bueno saldrá de eso. Si quieres luchar por los vanir, por nuestro pueblo, ven conmigo y ayúdame—

—¿Para eso viniste a Niflheim?—

—Sí, así que, si después de hacer lo que sea que tengas que hacer decides venir conmigo, no lo dudes. Siempre será mejor que asociarse con un Aesir—

—Pero él es un dios— dijo Brunilda mirando a Viggo

—Un semi dios— corrigió Viggo con una sonrisa

Brunilda lo miró, se ruborizo y agacho la mirada asintiendo.

Rosewisse miró a Viggo y le dio un poderoso codazo que lo dejo sin aire. Él se dio la vuelta y se alejó mientras tocía. Al mismo tiempo, Brunilda miró a Viggo adolorido y miró a Rosewisse con el ceño fruncido.

—No le creas una mierda— dijo Rosewisse —él es así con todas, además, es mi marido y lo pudo golpear todo lo que quiera—

Viggo se dio la vuelta y la quedó mirando porque en ningún momento accedió a tal cosa cuando decidieron ser marido y mujer.

—Entiendo— dijo Brunilda con el ceño fruncido —le daré el mensaje al Padre de Todo, pero no esperes que vuelva contigo, Rosewisse, el buitre, nunca podremos ser compañeras en nada. Somos dos mundos aparte, tú siempre lo has tenido todo y yo nunca he tenido nada. No me entiendes ni yo ti—

—Yo…— dijo Rosewisse con pena —espero que te equivoques—

Brunilda frunció el ceño, se alejó de ella un par de metros y llevo su mano izquierda al grueso cinturón alrededor de su cintura. Ella busco entre los espacios y encontró una placa metálica. La saco, canalizo mana y al instante activo un portal por detrás de ella. Ella retrocedió sin darle la espalda a Rosewisse y desapareció en el portal que a los pocos segundos se fue achicando hasta desparecer por completo.

—Ella volverá— dijo Viggo acercándose a Rosewisse

—¿Por qué lo dices? ¿Por tu increíble encanto?— preguntó Rosewisse, se dio la vuelta y se cruzó de brazos mientras miraba a Viggo con una clara expresión de celos.

—Mi increíble encanto es una cosa, pero volverá para darme el mensaje del Padre de Todo— respondió Viggo —además, no creo que vuelva en buen estado—

—¿A qué te refieres?—

—Un perro que no sabe hacer buenos trucos recibe un castigo ¿Qué clase de castigo podría recibir una valkiria que podría convertirse en una amenaza para los Aesir?—

—Viggo, maldito desgraciado, no me digas que lo hiciste a propósito— dijo Rosewisse —¿por eso le ofreciste tus servicios de vidente a Odín?—

Viggo levantó los brazos en señal de rendición e inocencia —ustedes las valkirias son demasiado testarudas. Ella podría estarse muriendo, pero aun así no te buscaría. Sin embargo, si es para cumplir con su deber, te buscara, aunque no quiera verte—

—Si le pasa algo a ella— dijo Rosewisse muy enojada y apuntándolo con el dedo índice

—Rosewisse, tu mal humor está empeorando— dijo Viggo —te recuerdo que soy tu marido, no el chico de los recados. De lo contrario, avísame si nuestra condición cambio—

—¿Me estas amenazando?—

—No, te estoy recordando que somos marido y mujer. Te respeto y tú me respetas ¿Te acuerdas?—

—Yo…—

—No es nada— dijo Viggo —yo también tengo mis momentos, solo recuérdame las cosas con palabras, como yo te las digo en lugar de ponerme un codazo cada vez que no te gusta algo—

—Entiendo—

—Bien, con respecto a Brunilda, me da la impresión de que la enviaron para matarnos, pero también para tener una excusa para castigarla. Las valkirias deben cumplir con la voluntad del Padre de Todo. Así que cualquier misión que le hubiera dado el padre de todo, hubiera terminado mal y de todos modos la hubieran castigado. Ya sabes, para eliminar posibles molestias futuras—

—¿Ella va a estar bien?—

—Lo suficientemente bien como para alcanzarnos, pero no en buenas condiciones—

Rosewisse tomo una profunda respiración, levantó la mirada al cielo y después miró a Viggo —cuando mates al Padre de Todo, hazlo sufrir, que sea de la forma más dolorosa posible—

—Haré lo mejor. Ya sé, le preguntare a mi padre. Seguro el viejo sabe algo aterrador, jajajajaja—

Rosewisse miró a Viggo y pudo ver en sus ojos que él estaba disfrutando esto. La exposición a la mente de Odín no era buena, pensó Rosewisse.

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