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Midgar y el templo de Tyr 2.272

Después de muchas horas de lectura, Viggo y Rosewisse se reunieron finalmente en la penúltima habitación de la cámara de Odín, dentro del templo de Tyr. Ellos se sentaron en medio del pasillo y de frente al ventanal que tenía vistas a la parte superior de la representación del Yggdrasil, con sus ramas y hojas de color fucsia. Rosewisse había recogido tres pergaminos que le parecieron importantes y Viggo solo dos.

—Todavía falta que revises con tu clarividencia los pergaminos que yo leí, pero no tengas muchas esperanzas— dijo Rosewisse con resignación —cada uno de ellos estaba escrito con buena letra, así que lo más probable es que ninguno fue escrito por Odín, salvo estos tres—

Viggo miró los tres pergaminos que estaban junto a los dos que él había encontrado —yo no encontré nada escrito por Odín, pero encontré información importante, por decirlo de manera simple—

—Ok, yo leeré los tuyos y tú ve los míos. Después intercambiamos puntos de vista— dijo Rosewisse, tomo un pergamino y ni siquiera espero la confirmación de Viggo. Este último sonrió y siguió el comando de la valkiria.

Viggo extendió el primer pergamino, no decía nada significativo, pero cuando activo su clarividencia, vio las manos del anciano Odín. En esta misma habitación, antes había un largo escritorio frente al ventanal. En anciano estaba planeando algo para acelerar el ragnarok, pero no explicaba demasiado. Solo había un nombre que parecía importante, ya que estaba encerrado en un círculo "Laufey la justa" ¿Quién era ella? Se preguntó Viggo, por lo demás, eran las valoraciones de Odín sobre sus hijos, sobre sus propias acciones y sobre las acciones de otros. Dentro de sus pensamientos ponía la muerte de Groa con una valoración de tres, considerando que uno es un error mortal y diez un movimiento perfecto. Viggo asintió en su cabeza, si Odín fuera más sabio la hubiera tenido bajo su custodia y utilizado para corroborar los resultados de todas sus acciones. Al menos, Viggo había hecho eso con Hitomi al pedirle a la elfa pelirroja que hiciera una lista con todos los sucesos de Orario y su familia. Hasta el momento nada serio había pasado más que el incremento en el número de sus hijos. Ya habían nacido Uriel, Bell, Solomon, Kenshin y, por último, Gwynevere, la segunda hija de Semiramis. Por otro lado, Bishamon estaba esperando gemelos, los cuales nacerían en medio año. Eran muchas responsabilidades, pero de las cuales, en su gran mayoría, Viggo se había enterado gracias a los futuros informes de Hitomi a través de su clarividencia.

Viggo negó con la cabeza, se estaba alejando de su asunto. Ahora debería estar concentrado en Odín, en su valoración y en su movimiento de los recursos. En un principio Odín no era inteligente, pero el miedo y el tiempo lo había vuelto inteligente y astuto. Así que se preocupaba de conseguir los recursos, ya sea conocimiento o materiales. Y, por último, si él no podía hacer algo, conseguía a alguien que lo pudiera hacer por él. Gracias a esto último, Odín se había rodeado de personas talentosas, algo que el propio Viggo admiro y le hizo reconsiderar su visión de Odín dentro de su mente. Por lo menos, ahora ya no le parecía un dios tan patético.

Viggo continuo con el segundo pergamino de Rosewisse, pero no había información importante y los pensamientos de Odín al escribirlo eran estúpido, salvo por el detalle que constantemente estaba valorando sus acciones y las de los otros como un algo inconsciente. Puede que entre la escritura del primer pergamino y el segundo hubieran pasado muchos años, quizá siglos, y para ese momento, ya hubiera desarrollado el hábito de valorar las cosas de forma inconsciente.

El tercer pergamino…dejo a Viggo congelado. Gróa, la custodia del conocimiento. Parece que las personas importantes tenían una terrible escritura. Aquella anciana Jotun no decía mucho en su pergamino, pero estaban sus pensamientos y sentimientos. Ella, había engañado a Odín.

—Viggo ¿Te sientes bien?— preguntó Rosewisse

Viggo movió su vista y concentrado en el mundo físico mientras ocupaba su clarividencia, vio como Rosewisse acercaba su mano y le acariciaba la mejilla derecha. Viggo desactivo su clarividencia y se dio cuenta que Rosewisse recién comenzaba a levantar la mano para ponerla sobre su mejilla derecha. Viggo sintió el suave y cálido tacto de Rosewisse y sonrió confundido —estoy bien— dijo —es solo, es solo, que ya no sé qué pensar—

Odín, el dios miedoso que había caído en la paranoia y había matado a medio mundo, se creía más inteligente que ninguno. Sin embargo, Gróa, antes de morir, lo condeno a su propio fin. Ella había perdido a su marido hace muchos inviernos y gracias a la ayuda de alguien se enteró de que había muerto. Ella no decía quién era, pero en sus pensamientos veía a alguien cubierto de pies a cabeza con una túnica oscura. El hecho es que Gróa había visualizado el ragnarok y de forma premeditada lo había hecho de conocimiento público. Por supuesto ¿A quién le importaría más el ocaso de los dioses que al propio Odín? Ella no necesito hacer mucho, solo esperar tranquilamente su muerte y dejar que el dios Aesir coseche su propia destrucción.

—En ese caso— murmuro Viggo mientras agachaba la cabeza —¿Qué tanto es verdad de las profecías?—

—¿A qué te refieres Viggo?— le preguntó Rosewisse con preocupación al ver que Viggo miraba consternado al suelo de piedra obsidiana

Viggo levantó su rostro y dijo —todo, no, perdón, no puedo decir eso, pero ya no podemos creer en las profecías. La información fue cambiada, el ragnarok no es lo que cuentan en las profecías, Gróa, en venganza contra Odín, las cambio—

Rosewisse quedó helada y sin saber que decir. El ragnarok no solo afectaba a los Aesir, también a los Vanir. Esto colocaba a su gente en un gran aprieto. Por un momento Rosewisse tuvo la intención de viajar a Vanaheim y contarle esto a su pueblo, pero de repente se quedó pensando. Su madre había muerto por lo mismo y Rosewisse había golpeado tan duro a los ancianos del concilio que ella ahora no era bienvenida en Vanaheim ¿Qué sacaba con ir? Nadie la escucharía, lo más probable es que la atacarían, todo sería en vano.

Viggo miró a Rosewisse y vio que ella tenía una mirada de preocupación. Él extendió su mano, toco la mano de Rosewisse y ella lo miró a los ojos. Viggo dijo —tranquila, pase lo que pase, lo podremos afrontar entre los dos. Te ayudare en lo que haga falta, tenemos el tiempo, el conocimiento y bastante fuerza—

Rosewisse tomo una profunda respiración, asintió y por fin sonrió. Esas palabras le produjeron un tremendo alivio y le hicieron pensar mejor la situación. Ella no podía sola, pero si encontraba a la otra candidata que se volvería la reina de los Vanir, podría hacer una alianza con ella y entre las dos proteger a su pueblo. Viggo la podía ayudar, pero mientras más, mejor.

Rosewisse se sintió más calmada, termino de leer uno de los dos pergaminos que había encontrado Viggo. Este pergamino hablaba sobre el enano Ivaldi en Niflheim y la intervención de fuerzas que no eran Aesir, Vanir o Enanos. Eso había forzado a Odín a corromper la mente de Ivaldi y este último había desato una terrible magia enana que se transformó en la niebla mortal de Niflheim, haciendo una extensa región inexplorable. Sin embargo, esta respuesta solo generaba más preguntas ¿Quién había estado conversando con el enano Ivaldi para que asustara tanto a Odín?

Por último, Rosewisse tomo el segundo pergamino y lo leyó detenidamente —¡Haaaaa!— grito

Viggo levantó la cabeza y se quedó mirando a Rosewisse, quien tenía la boca abierta de la impresión. Viggo sonrió porque él también había quedado así.

—Viggo, esto— dijo Rosewisse dando vuelta el pergamino y mostrándole lo escrito a Viggo —¿esto es real?—

Viggo tomo una profunda respiración y negó con la cabeza —no lo sé— respondió —pero si lo es, sería motivo suficiente para alarmar a Odín y a cualquier dios de este u otro mundo. Un arma que puede extraer la divinidad de un dios y puede materializar cosas como un dios de la creación; es algo demasiado peligroso. Yo solo he robado la divinidad de Zeus y casi me muero en el intento. Imagínate si un mortal toma dicha arma y la ocupa contra los dioses. Ese sí que sería un camino demasiado rápido al ocaso de los dioses—

Viggo y Rosewisse se quedaron en silencio, mirándose a los ojos —ahora tenemos más razones para ir a Niflheim— dijeron al mismo tiempo

Ambos se levantaron del suelo y tal como dijo Viggo, él saco todas las cosas que había guardado dentro de su anillo. Al mismo tiempo, Rosewisse tomo la bolsa de la abundancia de su cintura y fue guardando todo. Ella se detuvo en la botella de estus y se relamió los labios.

—No te lo tomes, no es una bebida— dijo Viggo en un tono serio —es para cuando estemos heridos—

—Ok, lo sé, lo sé— respondió Rosewisse en un tono molesto —eres tan quisquilloso—

—Sí, lo que tu digas—

Rosewisse continúo guardando las cosas hasta que llego al ultra espadón que Viggo tomo de aquel viajero que vencieron en el puente de Alfheim. Ella miró a Viggo, pero él negó.

—Solo guárdalo, no lo botes o me enojare contigo. Tienes espacio de más en esa bolsa—

Rosewisse torno los ojos al techo y negó con una expresión molesta. Ella guardo el ultra espadón, se levantó del suelo y miró a Viggo.

—Bien— dijo Viggo —guardemos los pergaminos, una vez que este todo listo, haremos nuestro movimiento sobre los tesoros—

—Ok, vamos— dijo Rosewisse y ambos caminaron hasta la primera habitación. Viggo tomo un lote de pergaminos, Rosewisse abrió la bolsa de la abundancia y fueron echando todo en su interior. Rápidamente terminaron con la primera habitación y siguieron con la segunda habitación. Solo quedaron los estantes vacíos y ese extraño mural de madera con unas representaciones del árbol del mundo, el espacio y Tyr volando en medio con una especie de sol con la runa de Jotunheim sobre su cabeza. Ninguno entendía para que servía, pero lo dejaron ahí, no era su asunto.

Finalmente, después de guardar todos los pergaminos, Viggo se aproximó a la última habitación donde estaban los tesoros. Con su anillo, solo tuvo que concentrarse y pasar la mano por encima para que todo fuera absorbido por el anillo. Parece que el cofre en el pedestal era la única cosa que daba un mal presentimiento. Viggo lo guardo todo y dejo el cofre para el final.

—Rosewisse— dijo Viggo mirando el cofre sobre el pedestal, tenía un terrible, por no decir, nefasto presentimiento —retrocede a la primera habitación—

—Viggo…— dijo Rosewisse

—No, ahora ve—

—¿Seguro que estarás bien por tu cuenta?—

—Activare mi touki por si acaso— respondió Viggo, Rosewisse asintió y comenzó a retroceder, alejándose poco a poco de la habitación. Viggo volteó, vio que Rosewisse retrocedía, pero solo se movió cuando Rosewisse retrocedió hasta la primera habitación, casi cien metros más allá. Eso le daría un margen para arrancar por si pasaba lo peor.

Viggo extendió su mano y se acercó al cofre paso a paso. Dicho cofre no medía más de treinta centímetros de altura y sesenta de largo, pero la sensación que emitía era aterradora. Por un momento Viggo se congelo y pensó en aquellas criaturas hechas de una masa oscura en lo más profundo del calabozo de Orario. De solo recordar aquella criatura tentacular con bocas por todos lados y con cuatro patas de elefante, le dieron escalofríos. Pasaron varios segundos antes de que Viggo pudo recuperar la calma y recién ahí comenzó a moverse hacia el cofre. Una vez que estuvo a diez centímetros, se concentró en el anillo y este último absorbió el cofre sin recibir daño alguno. Lo cual hizo soltar un suspiro de alivio a Viggo.

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