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Guerra y Fortuna 2.243

—Esto está mucho mejor— dijo Viggo, colocando su mano izquierda sobre su hombro derecho y haciendo girar su hombro hacia adentro. En estos momentos iba con el torso desnudo, el cinturón y la túnica roja. Nada de molesta ropa de noble, aunque fuera bonita y suave.

Habían pasado tres semanas desde que Viggo entro al cuadro pintado de la pesadilla. Ya estaba más relajado y podía dormir con naturalidad, pero aún se despertaba por las noches pensando que en cualquier momento aparecería un monstruo y lo atacaría. Ahora estaba en la casa de Kain, en el taller de herrería. Por supuesto, estaba Kain, el alto elfo de cabello blanco y orejas puntiagudas con su delantal de cuero con las manchas de grasa y aceite. También estaba su hermano Tatsumi de cabello oscuro y ojos rasgados como su tía Mikoto.

Viggo y Tatsumi tenían cada uno un delantal de cuero, pero a diferencia de Kain, el suyo estaba limpio, como principiantes que eran.

Solo eran los tres, la fragua estaba apagada y los lingotes de metal sobre la mesa de trabajo a la derecha del taller. En total, veinte piezas de metal colocadas una al lado de la otra.

—Nii-sama debería cuidar más de su imagen— dijo Tatsumi a su izquierda

—Lo mismo opino, muchacho— dijo Kain de pie al frente de ellos

—Déjenlo, por favor— respondió Viggo con cierto fastidio —ya tengo suficiente con que Semiramis y Scheherezade me estén diciendo todo el tiempo que ocupe la ropa de noble. Hoy tengo una excusa para ser yo mismo—

—Idiota, uno siempre sigue siendo uno mismo— dijo Kain con el ceño fruncido —solo que hay ropa que es más cómoda que otra. Eso es todo ¿o crees que andar con el torso desnudo te hace Viggo?—

—Padre, no empieces con cosas filosóficas, hagamos a lo que vinimos—

Kain negó con la cabeza, en un gesto de cansancio y frustración. Solo pudo pensar que su hijo era demasiado inmaduro para pensar de forma amplia —ok, lo que sea— dijo —hoy vamos a trabajar con metales, conocer sus nombres, resistencias y la cantidad de calor necesario para poder trabajarlo—

—¿Y Tatsu?— preguntó Viggo

—Yo quiero aprender un poco de oto-sama— dijo Tatsumi con cierta vergüenza

—Oooh, no pasa nada, Tatsu. Yo también estoy aprendiendo del viejo. Vamos, arriba el ánimo—

—Sí—

Kain los vio conversar durante unos minutos, pero diferente de como ellos se veían, él solo podía ver a los pequeños revoltosos que crecieron bajo su cuidado. Le faltaba su flor, su estrella, su pedazo de cielo, Flora. Eso hizo sentirse un poco triste a Kain, pero prefirió sonreír en lugar de pensar que ella estaba lejos de él. Quizá a donde fue a vivir Flora, Aquiles y el bebé que llamaron Kain, igual que él.

—Bien, primero encendamos la fragua— dijo Kain —afuera del taller hay una carretilla y una pala. Al lado del taller hay una pila de carbón. Traigan todo el que puedan—

—¿Por qué?— preguntó Viggo —dijiste que ocupabas algo llamado ascua—

—Sí, pero primero necesitas calentar la fragua y después utilizar las ascuas. Además, no ocuparemos una ascua especial, solo algo que ocupan el resto de los herreros—

—¿Alguien como yo?— preguntó Hepahestus entrando al taller. Llevaba el cabello corto y un vestido blanco y holgado que permitía estirarse a la altura del vientre. Ya había cumplido su quinto mes de embarazo y el nombre del bebé había sido decidido; Marcus.

—Amor— dijo Kain con cierto cansancio, cada vez que él le intentaba enseñar algo a Viggo, ella venía y lo empezaba a molestar. Todo con la finalidad de demostrar que era mejor herrera que él —por favor, estoy ocupado con los muchachos—

—Soy la diosa de la forja, tengo algo que enseñar— dijo Hephaestus con un tono de voz firme

Viggo y Tatsumi se miraron de soslayo y se rieron por lo bajo.

Kain noto que ellos se reían de él y les dijo —suficiente, vayan a buscar lo que les dije—

Viggo y Tatsumi caminaron a fuera del taller mientras Hephaestus miraba a Viggo y le guiñaba un ojo. Viggo solo se rio de buen humor mientras Kain fruncia el ceño. Por supuesto, Hephaestus noto a su malhumorado marido, pero camino hasta él, se detuvo a unos escasos centímetros, dejando espacio entre él y su abultado vientre. Ella lo miró a los ojos con cierto desafío y Kain torno los ojos al techo en un gesto de fastidio. Ella se rio como un hada, divertida de la expresión de su marido. Kain la volvió a mirar a los ojos, ella sonrió y él no pudo hacer nada contra eso. No la toco porque tenía las manos sucias y el delantal de cuero que llevaba encima tampoco ayudaba, pero se agacho y le dio un pequeño beso.

Por otro lado, Viggo y Tatsumi fueron al lado de la herrería, donde había un montículo de carbón. Viggo conducía la carretilla mientras Tatsumi llevaba la pala. Viggo recostó de lado la carretilla sobre el montículo mientras Tatsumi tomo la pala y comenzó a arrastrar de arriba hacia abajo el carbón con dirección a la carretilla.

—Hace tiempo que no hacíamos nada como esto— dijo Tatsumi con una pequeña sonrisa

—Sí, además que esta es la primera vez que lo hacemos porque queremos— dijo Viggo con una sonrisa y viendo como Tatsumi empujaba el carbón con la pala.

—Normalmente era un castigo porque nii-sama o Flora se metían en problemas y teníamos que ayudar a la tía Démeter con sus jardines—

—Oye ¿Por qué llamas a Flora por su nombre y a mí con honorifico?— preguntó Viggo

—No lo sé ¿Costumbre?— preguntó Tatsumi —hace años Flora me regaño porque la llamaba nee-sama. Desde ahí nunca más la llame de esa manera o ella me pateaba en las canillas—

Viggo soltó un suspiro y dijo —los barbáricos métodos de la "hermana mayor". La extraño ¿Sabes?—

—Yo la extraño más— dijo Tatsumi deteniendo el movimiento de la pala —cuando ella estaba aquí, todo era más fácil—

—Vamos, Tatsu, ya hemos hablado de eso. No es bueno ser dependiente—

—No soy solo dependiente— dijo Tatsumi, enderezo su espalda y lo miró a los ojos —yo, creía que íbamos a estar siempre juntos, los cuatro. Pero Ottar se alejó, Viggo se puso tonto y después se fue a entrenar. Ahora Flora se casó y se fue a otra tierra por culpa de Aquiles— los ojos de Tatsumi se llenaron de lágrimas y Viggo quedó congelado. Tatsumi siempre fue el más callado, sonrisas y cortesía, pero jamás se ponía a llorar o era egoísta.

Tatsumi sintió el calor de sus lágrimas y se pasó las manos, se dejó marcas de suciedad del carbón y después continúo moviendo la pala para llenar la carretilla. Sin embargo, sus lágrimas no se detuvieron en ningún momento.

Viggo jamás había conocido a alguien que llorara en silencio. A su vez, entendió lo poco que conocía a su hermano.

Una vez que Tatsumi lleno la carretilla, Viggo le dio vuelta para que quedara de pie sobre sus tres puntos de apoyo (la rueda del frente y las dos patas traseras). Después le pidió la pala a Tatsumi y tiro otro poco de carbón a la carretilla. Cuando termino, le paso la pala a Tatsumi, él tomo la carretilla por los mangos y la condujo al taller.

—Viejo, ya vinimos ¿Todavía te está regañando mamá?— preguntó Viggo en broma mientras Tatsumi se rio un poco de solo escucharlo.

Kain salió de la herrería con el ceño fruncido, se detuvo delante de ellos y los quedó mirando como si fueran sus enemigos. Detrás de él salió Hephaestus, casi dos cabezas más pequeña que él. Ella sonreía divertida, pero parece que a Kain no le hacía mucha gracia dichos comentarios.

—Lleva el maldito carbón a la fragua, lo colocas como te enseñe la otra vez— dijo Kain en un tono serio

—Eeeeh— dijo Viggo, miró a Tatsumi, pero este último negó con la cabeza. Viggo miró a su padre y le dijo —no lo recuerdo—

—Bueno, pregúntaselo a alguien más— dijo Kain

—Vamos, viejo, no seas enojón—

—Muévete, lo harás como te indique la vez anterior. Si está malo, lo haces hasta que te quede bueno. No te ayudare—

—Vamos, cual es la finalidad de una enseñanza sin enseñanza—

—Bueno, eres chistoso, espero que eso te ayude—

Hephaestus soltó un suspiro y miró a su esposo —vamos, Kain, no te enojes, era solo una broma. Ayuda a los muchachos— dijo

Kain soltó un suspiro, miró a Viggo a los ojos e hizo el gesto de que cerrara la boca, como si cerrara un cierre. Viggo hizo el mismo gesto, pero sus ojos sonreían en una expresión burlona. Kain estaba a punto de ponerlo en su lugar, pero tomo una profunda respiración y dijo —traten de meter la carretilla al interior de la herrería—

—Tatsu— dijo Viggo —tu toma de la rueda y yo de los mangos, la levantamos y la entramos—

—Sí, nii-sama— dijo Tatsumi

De esa manera, Viggo y Tatsumi entraron la carretilla. Después Kain les fue señalando como colocar el carbón en la parte baja de la fragua, donde había una rejilla de ventilación para que el fuego no se ahogara. Por supuesto, la diosa de la forja tenía mucho que decir y muchos consejos que entregar. Ella fue señalando el correcto uso de las cosas, al punto de que transformo a Kain en su ayudante y ella en la maestra. Sin embargo, cuando encendieron el horno, ella se despidió. Aunque era una diosa, no se quería arriesgar a las altas temperaturas, el humo y las toxinas de los metales.

Por la tarde Viggo y Tatsumi estuvieron midiendo la temperatura, derritiendo metales y aprendiendo como eliminar las impurezas. Ya como a las nueve de la noche, Semiramis y Scheherezade vinieron a buscar a Viggo en carruaje acompañadas de Bell y Uriel, quienes fueron el rey y la reina de la casa.

Uriel termino en brazos de Hephaestus y aunque Viggo le pidió consideración, Hephaestus siempre sería Hephaestus y le daría prioridad a su sangre frente a cualquier otro tipo de unión. Incluso si ella no estaba de acuerdo con que el niño fuera parte de la familia de Viggo, conociendo a Kain, dudaba que su hijo Viggo fuera a renegar del niño. Así que prefirió callar. Primero tuvo que aguantar a esa mujer Semiramis y ahora al bebé de unos desconocidos.

Por otro lado, Bell termino en los brazos de Kain, quien reía y hacia todo tipo de estupideces para llamar la atención del bebé. El dios al que temen los dioses de Orario había quedado oculto en algún lado y solo quedó un abuelo idiota que movía sus orejas igual que como lo hacía para sus hijos. Por supuesto, Bell no entendía nada de nada, pero cualquiera es feliz cuando es amado y un niño inocente, lo puede sentir. Al menos, su sonrisa y risitas chillonas y contagiosas lo trasmitían.

Viggo y Tatsumi salieron a conversar al patio. Estaba oscuro, la brisa corría fuerte llevando un agradable aroma a pasto y tierra mojada. Ellos se sentaron en las sillas, frente a la mesa, bajo el manzano.

—La próxima semana voy a estar entrenando y llevando a la familia Bishamon al calabozo ¿Por qué no me ayudas?— preguntó Viggo

—Yo, bueno, no quiero ser parte de su familia— dijo Tatsumi

—¿Por qué? Yo te dije algo la otra vez, pero no me escuchaste ¿Te parece malo probar con otra familia?—

—No lo sé, converse con la diosa y con los otros integrantes de la familia y no me siento bien— dijo Tatsumi —Sakura y Ana son las únicas amables—

—No deberías ser tan cerrado con las personas que no conoces. Bishamon es una gran persona. Siegfried es un pequeño entusiasta, su hermana Erica es una pesada, pero pasable. Deberías conocer a otras personas, Tatsu, no te hace bien solo quedarte con la familia. Necesitas expandir tus horizontes—

—Yo…— dijo Tatsumi, agachando la mirada —bueno, te acompañare, pero no seré de la familia Bishamon—

—Hombre, estoy a punto de ir a buscar a Flora para que te aconseje. A lo mejor a ella le haces caso—

—A lo mejor, ella me regañaría— dijo Tatsumi con una pequeña sonrisa

Viggo lo quedó mirando, agacho la mirada y recordó a su hermana. Cabello rubio, una trenza, ojos grandes y amigables. Hermana mayor se llamaba a sí misma. Entrometida, astuta, pero simpática y conversadora. Él, sin darse cuenta, también la extrañaba. Ya nada es lo mismo, incluso si Ottar y él arreglaron sus malentendidos. Parece que los hermanos jamás volverán a estar juntos. Cada uno hizo su camino.

—Sí, puede que nos regañe a los dos— dijo Viggo

—¿Por qué a ti también?—

Viggo levantó el rostro, miró a Tatsumi con una sonrisa y dijo —porque es la hermana mayor, jajajajaja—

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