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Guerra y Fortuna 2.239

Había pasado una semana después de la experiencia de Viggo en el cuadro pintado de la meditación. Ahora estaba frente al portón de la casa de Kain, acompañado de Sakura y Ana, quienes lo acompañaban en todo momento.

El día estaba despejado, corría una brisa primaveral y no se demoraron más de dos minutos en abrir la puerta de la casa con fachada blanca.

—Nii-sama— dijo Tatsumi de cabello oscuro y ojos rasgados, quien salió para atender al que buscaba —Sakura-nee, Ana-nee, ohayou—

—Buenas días, Tatsu— dijo Viggo de cabello rojo hasta los hombros y una sonrisa en los labios. Iba con el torso desnudo, un cinturón grueso con la cabeza de león en la cintura y una túnica roja que le cubría hasta las rodillas.

—Buenas días, Tatsumi— dijeron Sakura y Ana al mismo tiempo, mellizas de cabello purpura, ropa oscura y coraza de cuero. Cada una estaba al lado de Viggo como si lo estuvieran resguardando.

Tatsumi miró a su hermano y cuñadas desde la puerta. Bajo los cinco peldaños hasta el pasillo, camino hasta la puerta y abrió. Entonces pudo ver a Viggo de mejor manera. Por encima parecía ser el mismo de siempre, pero Tatsumi pudo ver el miedo en la mirada de Viggo. Era otro Viggo, no el amigable y valiente de siempre. Algo le había pasado que lo había vuelto temeroso. Tatsumi solo escucho de su padre que Viggo estaba entrenando, haciendo algo muy difícil que preocupo a la diosa Hephaestus.

—¿Cómo estás, nii-sama?— preguntó Tatsumi mirándolo a los ojos. Aunque nacieron el mismo año, Viggo era una cabeza más alto que él.

—B-bien, Tatsu, n-no tienes nada de que p-preocuparte— respondió Viggo mostrando una amplia sonrisa

—Entiendo, nii-sama. Si necesitas algo, no dudes en pedírmelo— dijo Tatsumi

Viggo asintió y dijo —vengo a ver a p-papá—

—Oh, él está en su taller. Desde temprano ha estado ordenando—

—Entiendo, permiso— dijo Viggo y paso por al lado de Tatsumi, pero Sakura lo tomo de una mano y lo detuvo. Viggo la miró y después miró al suelo.

—Ven, Viggo— dijo Sakura con una expresión preocupada —déjame guiarte—

—Sí— respondió Viggo

Tatsumi se quedó en la puerta y vio como Sakura, Ana y Viggo se despedían con un gesto y después viajaban por el costado para ir al patio florido de los Dragonroad.

—¿Quizá qué tipo de entrenamiento está haciendo nii-sama que termino así?— se preguntó Tatsumi —a lo mejor, yo también debería hacer algo para probar mis habilidades—

Sakura y Ana afirmaron a Viggo de cada brazo y lo llevaron por el camino a través de las islas de flores. Vieron al fondo del patio el árbol de manzano que planto Hephaestus hace años. La silla y mesa blanca bajo la sombra del árbol estaban vacías. Por otro lado, a mano izquierda, por detrás de la casa, se escuchaba el ruido de alguien amontonando metales a un lado de un taller de herrería que más parecía una casa rustica de superficie lisa.

Viggo, Sakura y Ana viajaron hasta el taller de Kain. Vieron las grandes placas y trozos de metal apilado a los lados. Parecía que alguien se estaba deshaciendo de todo. La puerta del taller estaba abierta y de ella salió un alto elfo de cabello blanco que llevaba encima un delantal de cuero manchado de grasa oscura y otras sustancias.

—Padre— dijo Viggo al acercarse

Kain llevaba una caja de madera con desperdicios cuando los vio. Sonrió de manera amigable, dejo la caja a un lado del taller de herrería y lo quedó mirando —ese es mi muchacho, te veo mucho, mucho mejor—

—S-si, padre lo cree— respondió Viggo

—Sí, muchacho, te ves mucho mejor. No te preocupes, por ahora está bien. Como eres joven tienes que pasar por estas cosas, pero con el tiempo te acostumbraras—

—N—no entiendo como p-pasar solo me ayudara a t-tener una mente más equilibrada— dijo Viggo deteniéndose delante de su padre.

Kain lo quedó mirando con una sonrisa triste y amable. Se quito el delantal, miró a Sakura y Ana —buenos días a ustedes dos— dijo —muchas gracias por cuidar de mi muchacho—

—No es nada, padre— dijo Sakura —Viggo es mi esposo, es normal—

—Sí, pero todavía estoy enojada— añadió Ana mirando a Kain con rencor

—Ana— dijo Viggo —n-nosotros lo hablamo-os—

—Tranquilo, muchacho— dijo Kain —es mejor que me diga sus quejas y que no se guarde nada. Ella sufre por ti, valora ese tipo de sentimientos— él miró a Ana y continuo —lo siento, niña, pero hay cosas que todos debemos hacer. Viggo no tiene tiempo, así que debe hacer las cosas del modo difícil—

Ana, con sus dos largas coletas purpura asintió y lo quedó mirando. Sus ojos estaban acuosos, pero no lloro.

—Ven aquí, muchacho— dijo Kain, Viggo dio un paso adelante y Kain le dio un gran abrazo. Viggo pensó que se sentía demasiado bien ser querido, los abrazos, apretones de mano y caricias. Te hacían sentir protegido.

Kain se apartó de su hijo mientras lo sostenía de los hombros, observando el estado de su mirada y su expresión. Cuando Viggo había salido del cuadro pintado era un desastre, enloquecido era la única palabra que encajaba. Pasaba llorando y tenía miedo de quedarse solo. Los ciento veinte días de meditación forzada hicieron tanto daño en su carácter que ni siquiera pudo volver a su casa y ha tenido que vivir en la casa de Tsubaki. El que ahora solo tartamudee era un gran progreso.

—Ven, hijo— dijo Kain con una sonrisa dándole palmaditas en los hombros —tengo preparado algo genial—

—P-padre, es mejor que empecemos de a poco. Yo, no m-me encuentro en buenas co-condiciones—

—Sí, lo sé, lo sé, pero si no hago mi mejor tu madre me colgara— dijo Kain con una sonrisa divertida —ella está furiosa conmigo—

Viggo soltó una risita, Kain se dio la vuelta y camino a la herrería. Sakura y Ana le tomaron la mano a Viggo y lo acompañaron al interior. La fragua estaba apagada y las herramientas sobre la mesa de trabajo.

Kain se detuvo al lado de la mesa de trabajo y dijo —bien, vamos a empezar por lo básico. Saber el nombre de las herramientas y su utilidad—

—Bien, eso es bueno— dijo Viggo con una sonrisa complicada —me a-acuerdo de a-alguno, pero no de t-todos. Haré mi mejor, p-padre—

—Claro, muchacho, tomémoslo con calma. Una vez que te sientas mejor empezaremos a templar metales y cuando ya estes bien, procesaremos el acero con ascuas—

—¿Ascua?—

—Sí, yo templo y proceso todos mis metales con ascuas. Tú madre y Tsubaki ocupan carbón y otros métodos para aumentar el calor de la fragua, pero yo preparo mis propias ascuas. Por eso mi herrería es tan buena y puedo crear armas especiales—

—P-padre t-tiene un montón de trucos—

—Jajajajaja— rio Kain —cuando seas tan viejo como yo, también tendrás tus propios trucos—

Dentro del taller, Viggo y Kain conversaron de todo tipo de cosas relacionadas con la herrería y el procesamiento de metales. Por supuesto, Kain le hablaba a Viggo sobre cosas sencillas y fáciles de recordar. Viggo no estaba en condiciones de trabajar en serio. No obstante, el apoyo Sakura, Ana y su padre, le ayudaron a Viggo a hablar con naturalidad. Cada vez se lo notaba menos el tartamudeo.

—Hola— dijo alguien entrando al taller de Kain

Todos miraron y vieron a una mujer de cabello rojo, corto, hermosa sonrisa y vientre voluminoso. Ella era Hephaestus y estaba en su cuarto mes de embarazo. En lugar de su blusa blanca y pantalón negro, llevaba un vestido blanco con finos bordados de flores en los bordes.

—Hola, m-madre— dijo Viggo con una gran sonrisa

—Hola, cariño ¿A qué vienes?— preguntó Kain —acordamos que llevaría a Viggo para el almuerzo—

—Vengo a ver a mi hijo— dijo Hepahestus con el ceño fruncido, realmente molesta con Kain. Su niño siempre estuvo lleno de fuerza, valentía y sonrisas. Ahora era puro tartamudeo y esa mirada de miedo. Hepahestus camino hasta Viggo y lo abrazó con todas sus fuerzas mientras no aplastara su estómago.

—¿Cómo estás, hijo?— preguntó Hepahestus con los ojos llorosos

—Estoy b-bien, mamá, no llo-res por favor, en serio, estoy b-bien— respondió Viggo mirándola a los ojos

Hephaestus asintió con una gran sonrisa, miró a Sakura y Ana y les dijo —gracias por cuidar de Viggo, ustedes son lo mejor, gracias, en serio—

—De nada, madre, es nuestro deber— dijo Sakura con una sonrisa

—Sí, madre— respondió Ana con una expresión seria

Hephaestus miró a Kain con dureza y le preguntó en un tono cortante —¿Qué le estabas enseñando?—

—Nada serio, solo el nombre de las herramientas, sus usos y las formas de procesar los metales— respondió Kain con tranquilidad

—Al menos eres amable en ese sentido— dijo Hephaestus con un tono de voz molesto

—M-madre, yo, ya hablamos de esto— dijo Viggo —n-no, regañes a p-papá—

—Sí, hijo, no regaño a tu padre— dijo Hephaestus mirando a su hijo como lo más importante en el mundo —es solo—

—Es solo nada, no p-peles por n-nada. Esto pasara y volveré a ser e-el mismo de siempre—

—Sí, hijo, lo sé, tú eres mi Viggo, sé que estarás bien—

Viggo asintió y miró a su padre —padre, por favor—

Kain asintió y continúo explicando lo que tenía que decir con respecto a los materiales, formas de tratamiento de los materiales y los mejores métodos. Sin embargo, si la parte de los mejores métodos hubiera pasado inadvertida para Kain o Hephaestus, ninguno sería un gran herrero. La discusión empezó suave, Hephaestus señalando varias de las creencias de Kain como errores hasta que este último se enojó y le dijo que, si ella era mejor, explicara en su lugar.

—Me parece bien— dijo Hephaestus llena de orgullo —los mortales no saben nada— ella miró a Viggo y dijo —deja que tu madre, la diosa de la forja, te enseñe la verdadera herrería—

Viggo tomo una profunda respiración al escuchar a su madre y supo de inmediato que esto no terminaría bien. Kain y Hephaestus se amaban y solo discutirían por dos cosas: sus hijos y la herrería.

Hephaestus comenzó igual que Kain, enseñando el uso de las herramientas, hablando de los diferentes tratamientos de los metales y sus propias creencias. Por supuesto, Kain también comenzó a señalar los errores en ciertos procesos y al final los dos discutieron como si fueran enemigos mortales.

—Mamá, papá, yo, es-te no es el mejor mo-momento— dijo Viggo colocándose entremedio de los dos

Kain de dos metros de altura contra Hephaestus de un metro con sesenta centímetros se miraron el uno al otro. Después miraron a su hijo pelirrojo, con esa mirada asustadiza y fruncieron el ceño. Ambos se volvieron a mirar a los ojos y declararon una tregua con la mirada.

—Sí, hijo, lo siento— dijo Kain, después miró a Hephaestus y continuo —también a ti te pido disculpas, cariño. Yo no debí actuar así—

—Sí, es verdad— dijo Hephaestus —yo también lo siento, no debí tomármelo tan en serio—

—E-eso está mejor— dijo Viggo con una sonrisa —t-tengo hambre ¿Preparamos algo?—

—Claro, déjamelo a mi— dijo Kain con un humor renovado, miró a Hephaestus y le dijo —tú descansa y conversa un poco con Viggo. Yo puedo hacer las cosas por mi cuenta—

—Está bien, quisiera sopa de pollo— dijo Hephaestus

—Haré algo especial para ti, pero para los chicos carne ¿cierto?—

Viggo, Sakura y Ana asintieron.

—¿Cordero sería agradable?— dijo Ana llena de esperanzas

—Veremos que hay, si no tendrá que ser para la próxima—

—Entiendo, padre— dijo Ana con voz pequeña

Kain asintió con una sonrisa, dejo su delantal de herrero sobre la mesa de trabajo y se fue a la casa. Detrás de él camino Viggo y Hephaestus tomados del brazo.

—¿En serio te sientes bien?— preguntó Hephaestus mientras avanzaban por el patio lateral de la casa con las grandes islas de flores a la vista

—Sí, madre— dijo Viggo

—Todavía no puedo creer como tu padre permitió tal estupidez— dijo Hephaestus con un tono de voz lleno de reproche

—Padre, no tiene, la culpa— dijo Viggo con lentitud para evitar tartamudear —yo elegí, este desafío—

—Yo lo sé, mi Viggo siempre ha sido demasiado apresurado, me gustaría que pensaras más las cosas. Ahora tienes a Uriel y a ese niño Bell. Vas a tener más hijo, no es bueno que te vean inestable—

—Madre, Bell también es mi hijo. No lo trates como si fuera una mascota— respondió Viggo con el ceño fruncido —él es especial, él es bueno igual que mi Uriel. Ambos son míos, preciosos, no los diferencies, es feo. No quiero que Bell se vaya a sentir tristeza como Ottar. Con un tonto yo, es más que suficiente—

—Vaya— dijo Hephaestus con una sonrisa —para discutir con tu madre no tartamudeas. No sé si sentirme ofendida o contenta—

—Yo, lo siento, madre, n-no, quise o-ofenderte—

—No te preocupes, no me ofendo. Solo quiero que estes bien, que nada te pase y que nadie te hiera. Con respecto a Bell, haré mi mejor para aceptarlo como mi nieto, pero él jamás será un Dragonroad, al igual que Ottar. Él lo sabrá algún día, espero que tú estes preparado para ese momento—

—Incluso si no soy su padre real, lo seré porque yo lo criare, lo cuidare y lo amare. Por favor, trátalo bien, piensa en él como si fuera yo—

—Está bien, pero no sé si mi mente y cuerpo aguante tener a dos Viggo dando vueltas por Orario—

—Yo, él será mejor que yo, estoy seguro—

—Lo sé, hijo—

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