Viggo fue al otro día a conversar a la casa de la diosa Bishamon y a disculparse por fallar en reclutar al muchacho, pero para su sorpresa, en la entrada lo esperaba el joven Sigfried de un metro con treinta centímetros de estatura en su armadura metálica. A su lado estaba una muchacha de cabello rubio y rostro estilizado. Tenía bonitos ojos azules que por la luz se veían celestes. Por detrás de ellos dos había caballeros vestidos en armaduras blancas con una cruz roja en su pecho.
—Creo haberte dicho que volvieras con tu familia, Siegfried del imperio— dijo Viggo con una mirada seria
—Tú eres quien no entiende— respondió su hermana con una voz seria que se escuchaba sensual —madre le dio su permiso, pero fui yo la que no lo quiso dejar venir—
—Oooh ¿y qué fue lo que cambio en la gran hermana?—
La muchacha rubia frunció el ceño y respondió —creo que puedes enseñarle algo—
—Mal— dijo Viggo —yo jamás le prometí enseñarle nada. Solo le ofrecí presentarlo a Bishamon. Si él quiere ser fuerte, tendrá que buscarlo por su cuenta—
—Eres irresponsable—
—¿Lo dice la mujer que mato un caballo inocente?—
—Tenía que asegurarme de que él no siguiera huyendo de mi—
—Pareces una acosadora, no quiero saber de ti— dijo Viggo y les hizo un gesto con la mano para que se apartaran de la puerta. Siegfried puso una expresión triste, pero no dijo nada. La hermana frunció el ceño, pero retrocedió. Viggo avanzó, noto que los caballeros tenían la mano sobre sus espadas, pero no les dio importancia y se acercó a la reja para abrirla, pero justo en ese momento la diosa Bishamon abrió la puerta de la casa.
—Vaya— dijo Bishamon en su kimono purpura —ayer dijiste que lo traerías esa misma noche—
—Sí, sucedieron algunas cosas—
—Lo sentimos diosa Bishamon— dijo la hermana de Siegfried acercándose a la reja e ignorando a Viggo que la miraba confundido —ayer mi hermano y yo tuvimos una conversación, por eso nos demoramos, pero nos gustaría unirnos a su familia—
—Oye— protesto Viggo
La hermana le dio una breve mirada burlesca, pero después puso una sonrisa tierna y miró a la diosa Bishamon.
—Eso es genial— dijo Bishamon avanzando mientras sus sandalias de madera marcaban su paso —con Viggo los estábamos buscando—
—¿Buscando?— preguntaron Siegfried y su hermana confundidos
—Bishamon— dijo Viggo con un tono de voz serio
La diosa se cubrió la boca con la mano mientras sonreía y le dijo —lo siento, casi se me escapa—. Llego delante de la reja, la abrió y dejo pasar a los hermanos y Viggo mientras el resto de los caballeros esperaban afuera.
Dentro de la casa, Bishamon los invito a la biblioteca. Ella se sentó en el sillón individual con un gran respaldo mientras Viggo se quedaba de pie a su lado y los hermanos se sentaban en un sillón de tres cuerpos.
—Mucho gusto, soy la diosa Bishamon— dijo la diosa Bishamon, con una mirada amable y sonrisa sincera
—Mucho gusto, diosa— dijo la hermana de Siegfried —soy Erica y este es mi hermano Siegfried—
—Encantada, creo que ya conocen a Viggo, pero se los presentare— dijo Bishamon mirando hacia arriba a Viggo. Este último frunció el ceño, pero asintió.
—Viggo Dragonroad— dijo Viggo —capitán de la familia Bishamon—
—Ayer tuvimos la desgracia de conocerlo, alguien muy grosero, si me permite decirlo, diosa Bishamon— dijo Erica
—Hermana— susurro Siegfried
Al mismo tiempo, Viggo soltó una risa simple a través de su nariz en señal de burla. Erica lo quedó mirando con resentimiento, todavía le dolía el puñetazo que le dio ayer ¿Cómo podían tener unas manos tan duras? Estas eran las armaduras compradas por la familia de un marqués.
—Seguramente fue un malentendido— dijo la diosa Bishamon con una sonrisa reconciliadora —creo que deberíamos dejar a un lado las diferencias. Ahora, yendo a lo importante ¿Te gustaría unirte a mi familia? Somos pocos, pero muy fuertes—
—¿Estas son tus instalaciones?— preguntó Erica mirando la casa. Lujosa para una familia normal, pero demasiado simple y pequeña para alguien acostumbrado a mansiones que parecían castillos.
—Sí, somos una familia nueva— dijo Bishamon —soy diosa de la guerra y la fortuna, puedo aconsejar y guiarlos en ese tipo de temas—
—Le seré franca, no me gusta— dijo Erica —si fueran algo como la familia Hera lo podría entender, pero que mi hermano se una a ustedes—
—No tienes que hacerlo— dijo Viggo con una sonrisa burlesca —puedes ir a buscar a la familia Hera, seguro que te preparan una gran bienvenida—
—¿Me tomas por tonta?— preguntó Erica con el ceño fruncido. Las familias más poderosas de Orario habían caído, no era información que maneje cualquiera, pero ella con su estatus, por supuesto que lo sabía.
—Tú lo dijiste—
—Maldito…— mascullo Erica
—Hermana— dijo Siegfried en un tono firme, llamando la atención de Erica —déjame hablar, este es mi asunto, no tuyo—
—Pero—
—Hermana— dijo Siegfried con el ceño fruncido. Erica miró hacia otro lado y Sigfried soltó un suspiro. Él miró a la diosa Bishamon, hermosa, de cabello rubio y ojos purpuras —lamento la anterior conversación, mis disculpas, diosa Bishamon. Soy Siegfried Schtauffen y me gustaría unirme a su familia con una condición—
A Bishamon le hizo gracia que el niño de diez años pusiera una condición, pero ella solo sonrió y preguntó —¿Cuál sería?—
—Quiero tener la oportunidad de retar al capitán una vez al año, con armas, sin límite de tiempo, hasta que lo venza o él me mate—
Todos quedaron sorprendidos del joven Siegfried sin saber que responder. Solo Viggo soltó una poderosa carcajada y dijo —me gusta, Bishamon, acéptalo, será un digno rival—
Bishamon miró a Viggo, sonrió y asintió. Ella miró a Siegfried quien mantenía una expresión seria y le dijo —muy bien, acá el capitán acepto, te advierto que Viggo es un nivel ocho que podía luchar contra los capitanes de la familia Hera—
—Entiendo, Viggo no es una mala persona, no me matara, así que eso me da muchas oportunidades de luchar con él y volverme fuerte— respondió Siegfried lleno de convicción
—Sieg— dijo Erica horrorizada, pero Siegfried no le prestó atención. Solo miraba a la diosa Bishamon y a Viggo lleno de anticipación.
—Bien, dicho eso, te dejare el resto a ti, Bishamon— dijo Viggo —tengo cosas que hacer—
—Está bien ¿vas a continuar buscando a la otra persona?— preguntó Bishamon
—Sí, no te preocupes, con eso ya habrá aumentado en dos nuestra familia y con esa composición podremos realizar expediciones—
—Sí, entiendo—
—Nos vemos, Siegfried— dijo Viggo —espero que te prepares, cuando tengamos nuestro duelo no iré fácil—
—Eso espero, capitán, quiero volverme fuerte— respondió el joven Siegfried
—Esa es la actitud— dijo Viggo y camino hacia la salida sin tomar en consideración a Erica
Viggo salió de la casa, vio a los caballeros parados a la salida, paso por entremedio de ellos sin prestarle mucha atención y se dirigió a la región de Dedalus, donde las construcciones de casas formaban un verdadero laberinto. Viggo paso casi toda la mañana rastreando una casona abandonada entre medio de los edificios de estructura simple, hechos con tablas recicladas de otras casas y con pintura carcomida por el tiempo. El lugar era pobre, un lugar al que un aventurero de nivel cinco hacia arriba o un noble nunca iría.
Por supuesto, Viggo con su cabello rojo llameante llamaba demasiado la atención, así que en cuanto lo vieron los rufianes salieron corriendo. Nadie se atrevería a luchar con un aventurero de nivel ocho. Al menos, esa era la valoración que tenía Orario y la guild de Viggo. Sin embargo, este último no le puso mucha atención y siguió vagando por las calles hasta que dio con el edificio. La puerta estaba cerrada con varias tablas clavadas en diagonal. El lugar por dentro debería estar vacío, con algunas bancas. En algún momento debió ser una iglesia, pero ahora solo era un refugio para los fugitivos.
Viggo le dio una fuerte patada a la puerta y salió volando. En el interior los que se ocultaban se sorprendieron por la repentina intromisión, pero en lugar de salir corriendo, se prepararon para luchar. Viggo entro al edificio lleno de suciedad y telarañas. Vio a los que buscaba y sonrió. Ellos se mantuvieron en estado de alerta, vestido con largas capuchas negras que ocultaban sus figuras.
—Señor Dragonroad, creo que estos no son sus territorios ¿A que debemos su visita?— dijo una sombra dando un paso adelante con un tono de voz grandilocuente.
Viggo ni siquiera lo miró, materializo su espada del caos en la mano derecha y lo apunto —sal de mi vista, no tengo negocios contigo dios de cuarta— dijo. Siguió caminando, bajo la espada del caos, pero nunca la guardo dentro de su alma. Enfrentarse a un mago y un caballero de nivel siete podría ser problemático.
Viggo se detuvo delante del mago de nivel siete quien tenía las manos agachadas, pero abiertas, como si estuviera listo para lanzar magia en cualquier momento. Viggo lo apunto con la espada del caos —tú, sígueme, tenemos que hablar— dijo
—No lo creo— dijo una voz femenina y altanera
—No lo pediré otra vez, acompáñame, necesitamos hablar—
—Viggo Dragonroad, esto no es un juego— dijo el caballero con voz varonil mientras apuntaba su espadón negro contra Viggo
—¿Entonces los mato ahora?— preguntó Viggo —ya maté un dios, así que no tengo problemas en ayudar a su amigo a morir, de forma definitiva—
—Alfia, ve con él— dijo el dios escondido bajo la capucha
—¿Estás seguro de eso?— preguntó Viggo, volteando su rostro y mirando al encapuchado con una sonrisa —puede que, si sale por esa puerta, no regrese—
—En ese caso, será mejor—
—Mmm, ok, esto es un enredo— dijo Viggo, camino hasta una banca sucia que parecía que no se iba a romper y se sentó —¿De qué va esto?—
—Viggo Dragonroad, no seas entrometido— dijo Alfia de forma despectiva
—¿Lo dice la persona que se presentó en el funeral de los capitanes de su familia?—
—Tú, te dijimos que no fueras— grito el guerrero
—Cállate, no eres nadie para ordenarme— respondió Alfia
—Suficiente— dijo el dios, camino hasta Viggo y se sentó una banca frente a él. Llevo su mano a la capucha y dejo ver un rostro joven, su cabello era negro con un par de mechones verdes en el flequillo.
—Mucho gusto ¿Nombre?— preguntó Viggo sin darle la mayor importancia
—Erebus— respondió el dios
—Ni idea ¿Qué haces aquí con este par de idiotas que se supone que deberían estar muertos?—
—Oye— protesto el guerrero y Alfia. Ella se quitó la capucha revelando su cabello de plata y rostro joven mientras el otro hacia lo mismo, revelando un rostro adulto, con un cabello rojo opaco y una cicatrices en el rostro.
—Eso, es un secreto— respondió Erebus
—¿No me vas a contar? ¿Ni siquiera si te arranco los brazos y las piernas y después te lanzó a la capilla por donde bajan los dioses?—
—Eso podría ser un poco problemático—
—Estoy hablando en serio— dijo Viggo con una mirada de pocos amigos mientras sostenía la espada del caos en su mano derecha y la cadena se enrollaba a lo largo de su antebrazo como si fuera una serpiente.
—Un muchacho como tú nunca lo entendería, pero si quieres llevarte a Alfia, mejor para nosotros—
Viggo lo quedó mirando a los ojos y le dijo —si generas problemas en Orario, te prometo que no volverás al cielo, ni siquiera tendrás la oportunidad de renacer, en el sentido literal de la palabra si sabes a lo que me refiero—
—Eso— dijo Erebus con una sonrisa maliciosa —podría ser un problema—
—Lo que digas— dijo Viggo, se levantó, miró a Alfia y le dijo —tú, trae tu gordo trasero aquí, tenemos que hablar—