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Preludio del cambio 2.188

Había pasado una semana desde que Viggo hablo con su padre por sus poderes asociados a la sangre de Ymir, el primer gigante. En términos precisos, solo se dedicó a encontrar objetos dentro de la casa.

Todo comenzó el segundo día de experimentación, el primer día fue infructífero y Viggo se sintió molesto. Así que el segundo día se levantó temprano, junto con Uriel, quien reclamaba entre llantos su comida. Semiramis le dio su alimento y después se fue al baño para darse una ducha. Viggo quedó cuidando de Uriel, quien tenía apoyada su redondes sobre unas cabeceras para poder quedar sentada y mirarlo todo. Ella comenzó a protestar y Viggo comenzó a mirar los alrededores, busco los juguetes como figuritas de madera o peluches de tela, pero nada le parecía correcta a Uriel. Así que Viggo la levanto y la abrazó -¿Qué quieres amor mío?- preguntó y fue cuando paso. La imagen de un pequeño monigote de tela apareció en su mente. Estaba en una esquina del interior de la cuna.

Viggo apartó a Uriel y la quedó mirando. Después la abrazó, fue a la cuna y vio que ahí estaba el monigote de tela. Un juguete bastante feo y simple, pero que llamaba su atención por tener una nariz roja. Uriel comenzó a protestar como lo haría un bebé de tres meses y Viggo tomo el monigote y se lo paso. Ella quedó mirando el monigote, balbuceando algunas cosas y llevándoselo a la boca para babosearlo.

-¿Pero Uriel no es un fragmento de esto?- se preguntó Viggo confundido mientras recordaba la conversación con su padre. Sin embargo, podía ver la asociación, ya que el muñeco tenía saliva de Uriel y a su vez, era un juguete con el que debió pasar muchas horas. Esto le hizo pensar dos cosas: primero, el juguete no era higiénico, así que en cuanto Uriel lo soltara, lo botaría a la basura. Segundo, en lugar de ser un fragmento de algo, necesitaba una conexión entre los objetos. Gracias a estos descubrimientos, Uriel lloro como nunca y nada le dio consuelo durante todo el día hasta que se olvidó del muñeco que Viggo boto a la basura y después se arrepintió. Por otro lado, estuvo investigando con todo tipo de elementos y localizando alrededor de la casa, como si fuera un juego. Sus ayudantes fueron Sakura y Ana, quienes reunieron todo tipo de elementos, desde minerales, maderas, frutas y artilugios en pares. Cada cosa debía ser igual o lo más parecido a su réplica. Por una cosa de sentimientos, a Viggo le fue fácil encontrarlos todos, pero Rosewisse, quien también participo en el experimento, le recomendó que lo empezara a traducir todo a números y un conocimiento teórico que cualquiera pudiera entender. Era un poco raro referirse a sus poderes como sentimientos, lo cual los hacia imprecisos.

Viggo escribía en un escritorio, cerca de la cama de Semiramis mientras ella se daba un baño y Uriel estaba sentada en la cama, jugando con sus juguetes. Viggo escucho que Uriel comenzó a protestar por algo entre balbuceos ininteligibles. Así que se apartó del escritorio y se fue a la cama. Para empezar, ella se cayó hacia adelante y todo el peso de su cuerpo se soportaba en su rostro mientras su pequeño trasero estaba levantado. Uriel no se preocupaba por las incomodidades, solo tenía en mente alcanzar un pequeño muñeco que parecía un perro, el cual se había ido más allá del alcance de sus brazos.

Viggo tomo una profunda respiración, la tomo por las caderas, la sentó en la cama y después le entrego el perro. Ella tomo el perro y después se lo llevo a la boca. Viggo sonrió y comenzó a acariciar la calva de la bebé, solo recubierta por finos cabellos rojos. Ella parecía absorta en mordisquear el muñeco con forma de perro, así que Viggo se levantó, coloco una almohada a su alrededor para que ella no se cayera y volvió al escritorio.

-Querido- dijo Semiramis al salir del baño -ya desocupé el baño, ve a bañarte, debemos salir en un hora para la mansión de la dama Hera-

-Lo sé, déjame terminar con lo último- respondió Viggo haciendo sus últimas anotaciones -últimamente parezco un erudito más que un guerrero-

-No creo que sea malo- dijo Semiramis con voz sugerente, ella se abrió la bata y reposo su cuerpo helado sobre la espalda de Viggo -tiene su lado sexy-

Viggo detuvo el movimiento de su pluma sobre el papel por la sugerente sensación de los pechos de Semiramis en su espalda. Volteo su rostro y la miró. Ella tenía una sonrisa coqueta. Viggo se levantó de la silla y la iba a besar, pero ella levantó su dedo índice y lo puso sobre los labios de Viggo.

-No, dijimos algo ¿verdad?- respondió Semiramis en un tono burlón, sabía que después de que lo hicieron anoche, Viggo la seguía deseando igual que cuando se conocieron o más. El hecho es que ella disfrutaba provocándolo.

-Eres- dijo Viggo tomando una profunda respiración para poder calmarse -una mujer cruel-

Semiramis se acercó a Viggo, lo abrazo colocando sus pechos sobre el pectoral y lo beso. Después levanto su rostro y le dio un beso en los labios. Fue breve, pero estimulante. Ella lo pudo sentir en aquello que presionaba contra su estómago. Semiramis no iba a ceder a Viggo, pero le gustaba que saber que su seducción no había perdido poder sobre él. Ella aparto su rostro y le dijo -así es mejor ¿No?-

-Sí, puede ser- respondió Viggo, absorto en el rostro de Semiramis. Fascinado con su cabello negro, el rostro ovalado y las pupilas de un color amarillo. Ahora que lo pensaba, a ella solo le faltaban las orejas para parecer una gata.

-Ahora ve a bañarte- continuo Semiramis -tenemos que ir a la mansión de la dama Hera-

-Lo entiendo- respondió Viggo tomando una profunda respiración para poder calmarse. Semiramis se dio la vuelta, se abrocho la bata y fue a la cama donde Uriel jugaba con sus peluches. Viggo solo pudo ver como ella se alejaba contoneando sus caderas de forma suave e hipnótica. Sin embargo, a los pocos segundos negó, volvió a la silla y trato de terminar lo que estaba escribiendo con anterioridad.

Como a eso de las nueve de la mañana salió el carruaje de Semiramis tirado por cuatro enormes caballos blancos. El carruaje estaba enchapado en madera negra y lustrosa, con un borde dorado, así que llamaba bastante la atención, sobre todo en el distrito herrero, donde no estaban acostumbrado a ver ese tipo de carruajes lujosos. Sin embargo, los herreros como buenos constructores admiraban la carrosa por una diferente razón y era que la suspensión y unión de las partes metálicas era casi imperceptible al ojo. Algo que ellos llamarían una bonita terminación.

Dentro del carruaje viajaban Uriel, Viggo, Semiramis, Scheherezade y Hitomi. Viggo estaba sentado del lado izquierdo del carruaje mientras sostenía a Uriel y la dejaba mirar por la ventana. A su lado izquierdo iban Semiramis y Scheherezade, quien se divertían viendo los gracioso balbuceos que hacia la bebé. Al frente iba Hitomi, la elfa pelirroja, quien llevaba carpetas y bolsas con libros de actas a los costados de su asiento. Ella iba revisando unos documentos, pero de vez en cuando escuchaba los balbuceos de Uriel, levantaba su vista de los documentos y la quedaba mirando con una sonrisa amable en los labios.

Como a las diez de la mañana llegaron a la mansión de la familia Hera y en la gran entrada a la mansión, los esperaba Jason, Odiseo y Aquiles, junto a dos personas más. Estas dos personas no eran otras que Alfia y Meteria. Esta última había estado en constante contacto con Rosewisse, eso la llevo a la mansión y a conocer a Uriel. Como Meteria pronto iba a ser madre, quedó prendada de Uriel y la quería ver.

Al detenerse el carruaje en la entrada, Viggo descendió primero, después ayudo a Semiramis quien llevaba a la bebé en sus brazos. Después bajo Scheherezde y al final Hitomi.

Viggo vio a Hitomi tratando de llevar las bolsas con documentos y libros de actas, pero él le dijo -déjalo ahí, yo lo llevare-

-Pero señor- dijo Hitomi algo acomplejada

-No te preocupes, tú ayuda a Semiramis y vigila que no se vaya a caer-

-Hitomi- dijo Semiramis desde el exterior -deja que Viggo te ayude-

-Sí, señora- respondió Hitomi, ella bajo y Viggo la ayudo a bajar los escalones hasta el suelo adoquinado, frente a la enorme mansión de la familia Hera, que más que una mansión parecía un castillo. Viggo tomo las bolsas con documentos y los bajo.

-Vamos, Uriel, mira acá, soy el tío Jason- dijo Jason con una voz tonta

-Jason, si le hablas así a Uriel la vas a asustar- dijo Viggo en un tono burlón

-Cállate, idiota- dijo Jason, un tanto molesto con Viggo -solo porque es tu hija no te da el derecho a monopolizarla-

-Error- dijo Viggo con una sonrisa rebosante de seguridad, llegó frente a Jason, de cabello rubio y alborotado -el ser su padre me da el poder para monopolizarla, pero como soy bueno, te dejo que la mires-

-Mocoso idiota-

-Tonto anciano-

-Muchachos- dijo Semiramis -nada de palabrotas-

-Lo siento- dijo Viggo con una sonrisa, se acercó a Odiseo y Aquiles, les tendió una bolsa con documentos a cada uno y ellos la aceptaron -gracias-. Después Viggo se movió a Semiramis, tomo a Uriel, paso por al lado de Jason, Odiseo y Aquiles, pero se detuvo delante de Meteria, quien esperaba a Uriel a un lado del grupo. Alfia con su cara de pocos amigos, amargo un poco a Viggo, pero la ignoro y acercó a Uriel a Meteria, la joven de cabello blanco y ojos verdes.

-Ten cuidado, sobre todo con tu estómago- dijo Viggo tendiéndole la bebé -está jovencita tiene la tendencia de patear a veces-

-Sí- respondió Meteria con una sonrisa suave.

Viggo le entrego la bebé y Meteria la abrazo contra su pecho. Uriel la miraba a la cara, acariciando sus facciones con sus pequeñas manos y balbuceando algunas cosas ininteligibles. Meteria era todo sonrisas, a lo mejor pensando que su propio bebé iba a ser igual de adorable.

Según lo que Viggo aprendió por sus hermanos, Meteria era un soporte de la familia Hera. Ella había conocido a otro soporte de la familia Zeus, pero hace un par de meses, en una incursión al calabozo, murió. Ahora solo quedaba Meteria y el bebé. Por eso Alfia, alguien que en apariencia era fría, estaba tan pendiente de Meteria y la acompañaba a todos lados. Para colmo de males, Meteria tenía una enfermedad, así que no sabía cuándo iba durar después de nazca el bebé.

De ahí que venía tanta consideración de Viggo, algo que Alfia odiaba con todo su corazón. No le gustaba que le tuvieran compasión ni a ella ni a su hermana, pero por su hermana aguantaría estos tratos.

Viggo quedó mirando a Meteria, de cabello blanco, suave y esponjoso. Mirada amable y sonrisa suave con la que demostraba adorar a la pequeña Uriel. Viggo no sabía que estaba pensando ella, pero no sentía ningún mal sentimiento. Después él miró a Alfia a los ojos, hermosa, con un cabello de plata que caía hasta sus caderas, un ojo de color verde y otro de color amarillo. Ropa oscura, con una cintura apretada y un escote pronunciado. Hermosa sin lugar a duda, hermosa, pero su actitud le quitaba cualquier encanto que pudiera tener.

Viggo miró a sus hermanos, Odiseo y Aquiles. Camino hasta ellos y les dijo -muchas gracias por sostener las bolsas. Cuando lleguemos a las escaleras que llevan a los pisos superiores pueden cargar a Uriel-

-Oye, Viggo- dijo Jason en un estado molesto -yo la quería tomar primero-

-Está bien, Jason, tú primero, pero recuerda, en las escaleras. Hasta entonces, es solo de Meteria-

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