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Fuerza y Rivalidad 1.121

Semiramis estaba acostada en la habitación de Viggo dentro de la mansión de Hephaestus, en el Distrito Herrero. Ella miraba a Viggo quien estaba sentado en el borde izquierdo de la cama mientras le sostenía la mano. Él la miraba con cierta preocupación mientras le acariciaba el dorso de la mano.

Al mismo tiempo, dentro de la habitación estaban Kain, Hephaestus y Hera sentados en sillas, del lado derecho de la cama, a solo un metro de distancia. Kain era todo sonrisas al igual que Hera mientras Hephaestus mostraba cierta disconformidad en la mueca que producían sus labios.

No obstante, pese la actitud que mostraba su suegra, Semiramis sonreía a Viggo, sintiéndose triunfadora y segura de sí misma. Ella tenía ciertos asuntos pendientes con el hecho de tener un hijo, después de todo, fue exiliada por su "infertilidad". Al mismo tiempo, Hera le aconsejo hace meses que hiciera todos los esfuerzos posibles y convenciera a Viggo de que le diera un hijo. Sin embargo, el tiempo y el lugar importaban, así que debería ser el primogénito de Viggo para que ella pudiera tomar sin lugar alguno la posición de primera esposa.

<<Qué no te pase lo mismo que a mí, Semiramis- dijo Hera en aquel momento -Hephaestus es una tonta cuya única suerte fue conocer a Kain primero, mientras que Isabel fue indigna de Kain desde el principio. Si hubiera sido por mí, le hubiera pedido a Kain que la enviará lejos. Sin embargo, lo vine a conocer muy tarde, cuando ya las cosas estaban establecidas. Mi mala suerte no tiene límites y ahora tengo que aguantar que una humana respire el mismo aire que yo en presencia de mi marido>>

La evaluación de Hera sobre las esposas de Kain era bastante dura y Semiramis lo encontró ofensivo. Después de todo, ella también era humana. Sin embargo, considerando el estatus de diosa, su riqueza y posición social, lo encontró un tanto lógico. Después de todo, Hera estaba acostumbrada a ser la primera en todo, a recibir el respeto y los elogios de todos.

Por otro lado, a Semiramis no le costó mucho convencer a Viggo. Él había vivido en una casa llena de niños mientras su padre los cuidaba y educaba. Así que cuando ella le dijo que quería tener un hijo, Viggo lo tomo como el siguiente paso a seguir en su relación. Ambos se gustaban, habían viajado lejos para conocerse. Ella había venido a su tierra y se planteaba establecerse al largo plazo.

Sin embargo, Semiramis soltó una risita que desconcertó a todos. Ellos la miraron mientras ella miraba a Viggo y su expresión de preocupación. El terrible guerrero que lucho en la arena y daba la impresión de que cortaría a sus enemigos por la mitad y bebería su sangre, se había ocultado en algún lado y había dejado a cargo a un muchacho temeroso.

-¿Te duele algo?- pregunto Viggo -¿Te sientes bien? Dime, traeré lo que haga falta- Viggo miró a Kain con una expresión de preocupación y le pidió -padre, por favor lanza tu magia, es importante-

Kain se largó a reír a carcajadas que se escucharon hasta el pasillo exterior. Hera también se reía, pero cubriéndose la boca como lo haría una dama refinada mientras Hephaestus sonreía y negaba con la cabeza. Al final, hasta ella se relajó de su disgusto.

-Viggo, hijo- dijo Hephaestus con un tono de voz afable -será malo para tu corazón si te sigues asustando por cada pequeña cosa-

-Pero, madre- protesto Viggo

-Tu madre tiene razón, Viggo- dijo Kain mientras mostraba una gran sonrisa -además, Semiramis solo se está riendo de ti-

-¿De mí?- pregunto Viggo totalmente confundido

-Claro, pareces estar al borde del colapso-

Viggo tomo una gran respiración y exhalo tratando de relajarse. Entonces él miró a Semiramis acostada en la cama y la vio sonreír con una dulzura nunca vista. No era nada que haya visto antes, era un sentimiento tan especial que casi la hacían ver santa. Viggo soltó otro suspiro mientras cerraba los ojos y buscaba tranquilizarse. Todo esto era nuevo y terrible, demasiado emocionante y agobiante a la vez.

-¿Ya pensaron en algún nombre?- pregunto Hera

-Sí- respondió Viggo, miró a Semiramis y ella asintió. Entonces él miró de nuevo a Hera y le dijo -Uriel, por alguna razón, fue el nombre que más nos gustó-

-Es bueno, sirve tanto para niño como para niña- respondió Hera

-Dama Hera- dijo Semiramis -me gustaría que usted fuera la madrina-

-Sí- añadió Viggo -lo estuvimos pensando y nos gustaría que usted fuera la madrina-

-¡Ma!- dijo Hera con una sonrisa radiante -Semiramis ya me lo había pedido, pero ahora que el pan está en el horno se siente diferente. Por supuesto que acepto, considera la reparación del coliseo de la familia Ganesha mi regalo. Por otro lado, solo por curiosidad ¿Quién será el padrino?-

Viggo hizo una sonrisa incomoda y asintió -quiero que el padrino sea Ottar- dijo

La sonrisa en los labios de todo se atenuó y miraron a Viggo con seriedad.

-¿Estás seguro?- pregunto Hera

-Sí- respondió Viggo mientras sujetaba la mano de Semiramis -ya lo pensé y lo acordamos con Semiramis desde hace mucho tiempo. Después de la pelea pensé que la idea sería mala, pero Jason me dijo que no me tomará tan en serio a mí mismo. Todos los hermanos tienen sus diferencia y peleas, pero lo que los hace hermanos es la capacidad de reconciliarse-

Hera lo miró con una sonrisa que no lo era, ya que por dentro la idea le pareció un tanto infantil. Sin embargo, los humanos le han enseñado durante todos estos años que la redención existe y donde se cierra un camino, se abren nuevas oportunidades. Por ejemplo: ella al conocer a Semiramis y Kiara. Si las cosas salen como ella quiere, tendrá un nuevo comienzo y por fin alcanzará la felicidad sin tener que pensar en el pasado.

Hera sonrió llegando a un consenso en su mente y le dijo -te deseo la mejor de las suerte, Viggo-

-Gracias, tía- respondió Viggo un poco más tranquilo. Ahora solo le quedaba hablar con Ottar.

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