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De amores y razones 1.91

Viggo paso la noche haciendo el amor con Ana, Sakura y Kiara hasta caer rendido. Una vez que los tres se durmieron, la noche paso sin ninguna novedad y cuando llego la mañana de un nuevo día, fue brillante y hermosa. Con un cielo despejado, una brisa refrescante y una mujer en cada brazo.

Viggo abrió los ojos y vio a Sakura a su derecha y Ana a su izquierda. Después levantó su cuello y miró los alrededores; Kiara se había ido. En la mesita junto a la cama había una carta doblada, que seguramente sería la explicación. Viggo dejo caer su cabeza sobre la suave almohada y cerró los ojos. Después llevo sus manos desde la espalda de Sakura y Ana hasta las nalgas, acariciando con suavidad la tierna carne. La simple luz del sol que se colaba por las cortinas de las ventanas y está suave sensación hicieron de este momento uno realmente placentero.

Sin embargo, a los pocos minutos Ana y Sakura comenzaron a gemir y eso despertó algo en Viggo. El hecho es que cuando ellas abrieron sus ojos, vieron a Viggo y sonrieron para él. Sakura comenzó el saludo con un pequeño beso mientras la mano de Viggo se hundía entre las nalgas estimulando con el roce algo más que solo su corazón. Después la siguió Ana, quien también beso a Viggo y él le devolvió el beso, al mismo tiempo que también la estimulaba. Las chicas se encendieron y llevaron sus manos al estómago de Viggo. Ellas le acariciaron los músculos y poco a poco bajaron hasta tomar la gruesa vara de carne.

De esa manera, Viggo comenzó otro día entre gemidos y deseos.

Para cuando le dieron las ocho de la mañana, él y las chicas ya estaban bañados y vestidos. Ellas ocupaban la hermosa ropa que les confecciono Kiara, un vestido blanco de una pieza con una cinta purpura por debajo del busto. Ambas, de hermoso cabello purpura se veían angelicales e inocentes. Por su parte, Viggo fue con el torso desnudo como es costumbre, la túnica roja que le llega hasta las rodillas y el gran cinturón con la cabeza de león en el centro.

A las ocho y media de la mañana salieron de su habitación con destino al comedor. Cuando llegaron todo estaba dispuesto sobre la mesa; tazas, platos, cubiertos, teteras, todo tipo de alimentos y arreglos florales para que la mesa diera un aire imponente y elegante. Viggo dejo a Sakura y Ana en compañía de Ester y fue a buscar a Semiramis, Scheherezade y su madre.

Él avanzó por los grandes pasillos de la mansión con nada más que el sonido de sus pisadas. Todo estaba en orden, pero demasiado silencioso. Entonces, por primera vez en su vida, Viggo entendió porque su padre siempre llevaba a su madre a su pequeña casa, al final del distrito herrero. Este lugar era elegante, bonito, pero demasiado grande y frio, difícil de llenar con dos o tres personas. En cambio, en la pequeña casa de su padre (comparada con la mansión) uno se levantaba y salía de su habitación para encontrarse con alguien y recibir un insignificante, pero valioso "Buenos días".

Una vez que Viggo llego frente a la puerta de Semiramis, golpeó la puerta un par de veces y escucho desde el interior un "pase". A lo que Viggo giro la manilla de la puerta y entro a la habitación. Al igual que la suya, era un lugar espacioso, con un maravilloso piso de cerámica roja y una enorme cama. Los muebles estaban pegados a las paredes, todos de barnizados de color caoba en donde se distinguían la hermosa veta de la madera.

Viggo cerró la puerta y miró hacia el balcón, en donde había una cortina blanca ondeando y detrás de ella, apoyada en la baranda del balcón, una hermosa mujer de largo cabello oscuro vistiendo una bata blanca.

Él camino atravesando la habitación, paso por entremedio de las cortinas blancas y llegó al balcón. Entonces Viggo se acercó con suavidad a Semiramis y la abrazo por la espalda. Le dio un tierno beso en donde finalizaba el cuello y le susurro -Ya es hora del desayuno-

Semiramis solo se quedó mirando al bosque por delante del balcón y viendo como este se extendía varias decenas de metros hasta llegar a una gran muralla que separaba los terrenos de la mansión de la diosa Hephaestus con los de la gente común.

-¿Qué sucede? ¿te sientes mal?- pregunto Viggo otra vez, dándole otro beso en el cuello con delicadeza y ternura, al punto que él sintió como emociono el corazón de Semiramis con su toque y ella se movió para evitar el cosquilleo.

Por su parte, Semiramis se dio la vuelta y lo miró a los ojos con reproche. En sus mejillas destacaba el tenue rubor de la excitación. Viggo sonrió travieso y acercó sus labios a los de ella. Semiramis recibió su beso, pero Viggo sintió la poca pasión. Entonces él separó su rostro del de ella y la miró a los ojos.

-¿Está bien?- preguntó Semiramis apesadumbrada -parece que no soy del agrado de tu madre-

-No te preocupes por esas cosas- respondió Viggo con una sonrisa llena de confianza -eres de mi agrado y eso es lo que importa. A lo mejor, nunca te conviertes en la favorita de mi madre, pero eso no quiere decir que no te acepte. Té amo y por eso ella te aceptara-

-Para ti es fácil-

-No es fácil- respondió Viggo haciendo una mueca incomoda -que dos personas que quieres se lleven mal siempre es un problema. No te preocupes, tenemos nuestros propios recursos, así que estaremos aquí poco tiempo. Después de que vayamos a la subasta, buscaremos una casa que nos guste y viviremos por nuestra cuenta. El agua y el aceite no se pueden mezclar, pero nadie te prohíbe que los mantengas en recipientes diferentes-

-Está bien- respondió Semiramis aliviada

Viggo sonrió al verla más tranquila y la volvió a besar. Entonces, está vez, ella respondió con la pasión normal, esa que él conoce que es cuando ella está dispuesta a olvidarse de todo lo que ronda en su cabeza y dedicarse al amor.

Entonces Viggo paso media hora más con Semiramis y se despidió dejando una invitación para la noche. Como siempre, ella dijo que estaría bien siempre y cuando fueran solo los dos. A lo que Viggo asintió sabiendo que poco a poco estaba penetrando las defensas de la que algún día pudo ser, la emperatriz de Persia.

Después él se dirigió a la habitación de Scheherezade, quien estaba a dos habitaciones más allá de la de Semiramis. Viggo golpeo la puerta y desde el interior salió una pregunta -¿Eres solo tú, Viggo?-

-Sí- respondió Viggo

-Adelante- respondió Scheherezade desde el interior

Viggo entro a la habitación igual a la de Semiramis, pero diferente de su amiga, Scheherezade estaba sentada en un escritorio pegado a una esquina de la habitación. Ella estaba desnuda, sentada en una silla de color caoba mientras sus gruesa nalgas se aplastaban con su peso y se esparcían como tentadora carne lujuriosa. Al mismo tiempo, su cintura se veía pequeña y su espalda delicada. Ella estaba cabeza agachada sobre mirando el escritorio mientras escribía algo en un papel.

Viggo avanzó hasta la cama, a unos metros de ella y se sentó en el borde. Scheherezade siempre era una mujer suave, su voz traía paz al corazón y su trato la hacía que todos la amaran. Ella era gentil y considerada, pero algo que le desagradaba, es que la interrumpieran cuando estaba escribiendo. Viggo se recostó de lado sobre las sábanas y miró por el lado, como caían esos enormes senos que parecían dos sandias grandes y carnosas, cada uno coronado por un pezón color cereza. Al mismo tiempo, elevó la mirada y vio como los hermosos ojos esmeralda, estaban totalmente concentrados en el papel. Viggo la espero durante diez minutos hasta que ella termino de escribir lo que fuera que estuviera escribiendo. Ella tomo el papel y lo doblo en dos, después busco su bolsa y lo puso junto a los libros y otros documentos que guardaba.

-¿Te divertiste mirando?- pregunto Scheherezade una vez que ella se levantó de la silla. Ella volteó su cuerpo y dejo ver su figura similar a un reloj de arena, con enormes senos, delgada cintura y gruesas caderas. Viggo bajo con la mirada y vio la pequeña franja de cabello sobre los labios de la vagina. Por un momento, él pensó que debería llegar y dejarse llevar por la emoción del momento. Olvidarse de todo y solo amar a Scheherezade, explorar cada parte del cuerpo y dejar su ser dentro de ella. Sin embargo, Viggo sintió que algo andaba extraño y paso sus ojos desde la vagina, subiendo por el estómago, pasando por los senos hasta llegar a la cara y fijarse en esos hermosos ojos esmeralda. Ella quería algo o quería hablar de algo, pensó Viggo. Así que él se sentó, se puso de pie y camino hasta detenerse a unos centímetros de ella.

Viggo estiro su mano y le acarició la mejilla con delicadeza -¿Qué sucede?- preguntó

-Creo haberte dicho que no me casaría contigo- dijo Scheherezade con un tono de voz algo malhumorado.

Viggo detuvo su caricia por un segundo, pero después sonrió y continuo acariciándole la mejilla -sí, me acuerdo que en ese momento lo dijiste en una broma que no era tan broma ¿Por qué?-

-Me presentaste delante de todos como tal, yo no quiero casarme-

-Por ahora, pero nadie sabe el futuro-

-Viggo, no tergiverses las cosas-

-No las tergiverso- respondió Viggo con una sonrisa rebosante de confianza, él se acercó, puso sus manos sobre las caderas y acercó su rostro para besarla. Sin embargo, Scheherezade movió su rostro hacia otro lado, pero Viggo continuo y le dio un tierno beso en la mejilla. Ella continúo mirando hacia otro lado y Viggo siguió mirando esos hermosos ojos esmeralda.

-A lo mejor ahora no estas interesada- continuo Viggo -pero creo que el día de mañana podría ser. Y aunque nunca fuera posible, haré todo lo posible para tenerte a mi lado-

-¿Me secuestraras?- pregunto Scheherezade con un tono de voz molesto, pero sin mirarlo a los ojos

-No, atrapare tu atención de tal manera que nunca puedas mirar a otro sino a mí, y solo a mi-

-Tan egocéntrico- dijo Scheherezade en un tono de voz cargado de reproche. Ella lo miró a los ojos con un desafío en su mirada, pero lo único que vio en Viggo fue la seguridad de que él conquistaría el sol y la luna para ella.

-Dijiste que escribirías mis aventuras, que deseabas que te contara mis experiencias. Si te vas de mi lado será imposible contarte esas cosas; sobre mis viajes y las criaturas-

-Palabras vanas-

-Oh ¿Cómo lo sabes?-

-Puedo ir a cualquier lugar de esta ciudad y buscar una biblioteca, de seguro tienen registros de todas las criaturas y lugares de interés-

-Sí, puede ser- respondió Viggo, acercó su rostro y le dio un tierno beso en los labios -pero nadie te hablara de otros mundos y dioses, nadie conoce lo que es el Lago de los Nueve Reinos ni lo que es un troll o un ogro ¿Has oído hablar alguna vez de un lugar cubierto de llamas y cenizas hasta donde alcanza la vista? ¿Conoces a un gigante llamado Surtr que desafía a los guerreros a probar su valor?-

-Eso es trampa, yo…-

-Me valdré de todo para llamar tu atención, si es necesario iré a un valle de muerte o a las profundidades de un mundo de hielo y oscuridad. Iré al fin del mundo para recolectar historias y dártelas con tal de que te quedes a mi lado. Entonces, algún día, cuando ya no puedas dejar de verme y escucharme, nos casaremos-

Scheherezade miró a Viggo llena de angustia, deseosa de que él le cuente de todas esas maravillas. Tan joven, tan hermoso, tan confiado, pensó ella. Sin embargo, en vez de besarlo, ella lo pellizco en el estómago para desquitarse, ya que él sabía lo que ella quería y la estaba aprisionado, al menos, en su corazón y su mente.

-Te odio- dijo ella en un tono mimado

Viggo solo sonrió con crueldad y la tomo entre sus brazos. Entonces él la condujo a la cama y la recostó sobre las sábanas. Ambos se miraron a los ojos llenos de deseo por el otro, ella abrió sus piernas y mientras él movía sus prendas, saco su pene y lo dirigía a la vagina. Ella soltó gemido y el disfruto del interior cálido y húmedo. Viggo la beso y la amo durante una hora, perdiendo así el desayuno y ganándose la animosidad de las otras chicas. Sin embargo, para él fue un precio justo a pagar. Ahora él entendía mejor porque Kiara decía que Scheherezade era una mujer que nació para ser amada. Mientras más la conocías, mientras más la veías, más deseabas poseerla. Sin embargo, Viggo había sido educado en las artes amatorias por Kiara, así que no cometería el mismo error que el resto de los hombres. Él le daría lo que ella anhela en lo profundo de su corazón, saciaría su curiosidad, colmaría su cuerpo de placeres y reconfortaría su alma. De esa manera, ella quedaría prendada de él y por mucho que pasaran los años y ella conociera a otros hombres, ninguno sería como Viggo. Incluso si ellos se separaban con el tiempo, ella lo recordaría como alguien inigualable en su mente. Al menos, eso era lo que él esperaba lograr.

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