Una vez que Viggo venció al ciclope, el gran cuerpo brillo emitiendo una luz dorada y se transformó en un cadáver reseco (casi momificado) y una esfera dorada. Tanto él como las chicas quedaron sorprendidos por el repentino cambio.
-¿Qué rayos pasa aquí?- pregunto Sakura con una expresión de asombro mientras Ana asentía a las palabras con igual sorpresa.
Viggo se apartó de ellas y camino hasta el cadáver. Este último había quedado en posición fetal mientras su piel se veía reseca similar al barro. Todo su cuerpo se veía esquelético, con brazos y piernas tan delgadas como ramas. Viggo paso su vista del cadáver a la esfera y estiro su mano para tomarla. Sin embargo, Ana se apresuró y le sostuvo la muñeca. Viggo miró a Ana y ella negó con una expresión seria.
-Si pudiera pasar algo, Kiara lo hubiera dicho de ante mano- dijo Viggo
-Pero, esto es raro- dijo Ana -es magia, es algo de los dioses-
Viggo sonrió, le sostuvo la mano y la acercó a su rostro. Después le beso el dorso de la mano en un gesto suave y amoroso. Ana se sonrojo, pero mantuvo su expresión sería.
-Confía en mi- dijo Viggo
Ana hizo un puchero, miró a Sakura y ella asintió. Entonces Ana volvió a mirar a Viggo y asintió, en señal de aprobación. Viggo sonrió y le guiño un ojo. Después le soltó la mano y se agacho una vez más para recoger la esfera dorada. Una vez que la levantó, noto que parecía estar hecha de oro con hendiduras por todo el contorno como si fueran venas.
-Mmm- dijo Viggo al mismo tiempo que giraba la esfera y la miraba por todos lados. Después camino hasta donde había quedado su hacha, la levantó y acercó la cabeza a la esfera. Las dos superficies hicieron contacto y la esfera emitió un brillo dorado y el hacha emitió un brillo celestial mientras soltaba una niebla helada. A los pocos segundos, la luz de la esfera ceso y se convirtió en un trozo de piedra. Por otro lado, el hacha mostro intrincados dibujos rúnicos en los bordes de la hoja, muy similares al hacha de Kratos.
Viggo sonrió satisfecho mientras iba a lanzar la esfera hacia un lado como si fuera un pedazo de basura inservible. Sin embargo, las palabras de Kiara resonaron en su cabeza y retuvo la esfera en su mano. Miró a Sakura y Ana y les dijo -ayúdenme a buscar una especie de altar-
-Sí- dijeron las chicas al unísono y comenzaron a dar vueltas por toda la cueva. Al final de cinco minutos de búsqueda, Sakura encontró la base de un pedestal de piedra escondida debajo de una pila de escombros.
-Viggo, aquí- dijo Sakura.
Viggo camino hasta donde estaba ella y vio la base, pero también noto que el resto del pedestal estaba oculto bajo un montón de estalactitas hechas escombros. Tomo los trozos de piedra y los comenzó a remover. Sakura y Ana lo ayudaron y al poco rato lo tuvieron listo. Era una especie de rectángulo que en la parte superior tenía un agujero cóncavo. Viggo puso la esfera de piedra en el centro del agujero y esta reacciono recobrando su estructura dorada. Así que Viggo vio una oportunidad, pero cuando retiro la esfera para aprovechar su energía, está volvió a tomar su forma de pierda.
Viggo soltó un suspiro y dijo -a esto se refería con que no podría ser ocupada de inmediato- así que dejo la esfera de nuevo en el pedestal. Después se dio la vuelta y camino con dirección a las chicas y les dijo -vámonos de aquí, ya no hay nada más para nosotros-
-¿Y el oro?- pregunto Sakura
Viggo negó con la cabeza al mismo tiempo que cerraba los ojos. Después los abrió y la miró a la cara -no sacamos nada- dijo -es mucho y pesa bastante. Yo podría cargar una buena cantidad, pero seriamos vistos por todos y al final, se convertiría en un viaje tortuoso. Le preguntaré a Kiara si tiene una forma de venir y tomar todo ese oro-
Ana añadió -en ese caso, sería bueno que pudiéramos llevar unas pocas monedas de oro para gastos de viaje-
-Eso también sería bueno- respondió Viggo -vamos, tengo que darme un baño, huelo a ciclope- entonces levantó sus brazos y se olfateo las axilas. Ambas chicas asintieron con seriedad y Viggo se largó a reír. Entonces hicieron su camino a la salida.
Como todavía les quedaba una semana para llegar a Atenas, se tomaron el viaje con tranquilidad. Primero viajaron de regreso a la costa y dejaron la barca en el pequeño muelle en la playa. Después viajaron por Beocia a través de sus colinas boscosas deteniéndose a descansar al medio día y en la noche. Pasaron por varias ciudades visitando los lugares turísticos como un templo antiguo destinado a Atenea. Después a las ruinas de una ciudad llamada Platea, que se dice que era de la época del poderoso Odiseo.
Al mismo tiempo, las noches fueron caliente y apasionadas. En donde la luz de la luna y de la fogata era el único testigo de la lujuria del trio.
En ese pequeño viaje gastaron tres días, así que como les quedaba tiempo, pasaron a visitar otro templo de Atena en las praderas de Deméter y después viajaron al templo de Eulises que se decía tenía estatus de Zeus y otros dioses, a solo unos kilómetros de la ciudad de Atenas. El templo había sido construido en una colina mientras era rodeado por grandes campos de trigo.
Sakura, Ana y Viggo se pararon en un camino de tierra, viendo por delante como se elevaba el gran pórtico del templo. Estaba construido sobre piedra labrada, con extensas y altas murallas hacia los lados mientras sostenían un techo de doble pendiente, también hecho de piedra. En medio tenía seis columnas distribuidas para ayudar a resistir el peso del techo. La mitad baja de las columnas era lisa, mientras que la parte superior tenía calados que le daban un porte elegante.
Los tres jóvenes ascendieron por un suave pendiente y avanzaron por el camino. Se veía mucha gente que andaba en un peregrinaje de camino al templo. Otros que ya iban saliendo del templo y miraban a los tres jóvenes con admiración. Viggo parecía un joven olímpico, alto, de bello parecer y cuerpo fornido. Su torso desnudo mostraba las marcas de sus músculos en construcción. Por otro lado, Sakura y Ana se veían como jóvenes musas, hijas del propio Zeus. Por alguna razón, ahora siempre llevaban vestidos de un color rojo que le llegaban hasta las rodillas. Cosa que las hacia ver más tentadoras que nunca.
Los tres pasaron por el pórtico admirando las hermosas pinturas en las paredes que mencionaban la cosecha de trigo y uva. Una vez que atravesaron el largo pórtico, llegaron a una hermosa plaza de suelo empedrado. Al lado izquierdo había un camino de doble vía para llegar al templo en lo alto de la colina. Al mismo tiempo, los caminos estaban separados en medio por jarrones llenos de hermosas flores azules y lilas. Por otro lado, a la derecha del recinto había grandes estanques, con angostos caminos y jardines a su alrededor. En el centro de cada estanque había una hermosa estatua al más puro estilo de Atenas; de un hombre de barba larga, cabello rizado y mirada sabia. Todos tenían una expresión de querer convencerte de algo.
Los tres pasaron mirando los estanques y las grandes estatuas. Sobre todo, Sakura y Ana parecían fascinadas por la hermosura y la limpieza del lugar. Después fueron al camino a la izquierda del recinto y ascendieron por un camino empedrado, mirando las hermosas plantas que separaban ambas vías. La gente los seguía mirando, algunos más modestos mientras otros daban la impresión de querer comérselos con la mirada.
Una vez que llegaron al final del camino, vieron el gran templo, pero esté estaba siendo custodiado por los soldados atenienses. Se veían por todos lados los grandes estandartes azules con el búho en medio. Viggo se acercó a mirar y bordeo los grandes jardines floridos que rodeaban el templo. El lugar estaba siendo ocupado por la milicia de Atenas, la razón, según los transeúntes, era desconocida.
Viggo soltó un suspiro y volvió junto a las chicas -lo siento- dijo -no vamos a poder entrar. Es una pena-
-Sí, una pena- dijeron Sakura y Ana al unisonó. Ambas hicieron una mueca de tristeza al mismo tiempo, cosa que hizo sonreír a Viggo. Entonces tomo a cada una de la mano y las llevo de vuelta por el camino. Como todavía había suficiente luz de día, decidieron continuar su viaje. Atenas estaba a solo una hora de camino a pie. Sus grandes murallas eran visibles desde aquí.
De esa manera, avanzaron por las praderas llenas de plantaciones de trigo, que en esta época del año eran un mar dorado. El viento que provenía desde los puertos de Atenas los empujaba hacia atrás como si estuvieran reclinados.
Una vez que llegaron a las grandes murallas de Atenas, Ana y Sakura se quedaron abrumadas por su altura. Más de diez metros de alto, roca sólida y con la apariencia de que podría aguantar un asedio por meses, sino años. Después de un rato fruncieron el ceño y bufaron con desdén.
-Se nota que son unos cobardes, no merecen el prestigio que tienen- dijo Sakura con molestia, a lo que Ana asintió con la misma expresión.
Viggo solo sonrió y acepto estas palabras. Después de todo, las hijas de Esparta buscan la gloria del combate y el honor en enfrentar al enemigo de frente. Incluso si esta lucha es desigual.
-Vamos, se está haciendo tarde- dijo Viggo y avanzó por delante.
Las chicas lo miraron avanzar, con una tela colgando de su espalda y amarrada a una cuerda. Por alguna razón, Viggo quería mantener oculta la existencia del hacha. Ellas lo siguieron de cerca y al poco tiempo lo alcanzaron. Lo tomaron cada una de una mano y avanzaron por el camino empedrado hasta alcanzar los grandes portones reforzados que controlaban el acceso a la ciudad. Una vez que lo atravesaron, se encontraron con una ciudad de grandes construcciones y estatuas a los lados del camino. Cada una de las estatuas les daba la bienvenida y al mismo tiempo, los miraban con expresiones de querer cuestionar su llegada. Sakura y Ana elevaron sus rostros mirando los grandes edificios, mientras Viggo las conducía de la mano para que siguieran avanzando sin caerse en el proceso.
Viggo sonrió al verlas tan maravilladas con la ciudad. Para ser espartanas parecían fascinadas con las calles, los grandes murales pintados y las hermosas estatuas. Sin embargo, su expresión se llenó de asombro cuando llegaron al mercado. Los toldos extendidos por todos lados, con productos puestos sobre telas en el suelo o en largos mesones. Había frutas y verduras que ninguna de las dos chicas conocía. Las hermosas vasijas pintadas les robaron el aliento y la vajilla les hizo pensar en gastar las monedas de oro que llevaban en sus bolsas.
Viggo las llevo en todo momento y les compro con dracmas (la moneda local) todas las frutas que se les apetecieron. Para Sakura, su favorita fue la fresa. Mientras que Ana prefería el carnoso y jugoso durazno con pelo. Ambas chicas florecieron comiendo la fruta que les gustaba.
Una hora después llegaron a la casa que tenía Kiara en Atenas. Al igual que la otra casa en Corintio, tenía dos pisos, jardines floridos y custodiada por guardias. Viggo dejo a Sakura y Ana darse un baño mientras él se iba al puerto e iba a mirar por si escuchaba alguna noticia de Semiramis. Uno nunca sabe con los comerciantes, a veces se demoran en llegar, otras veces se adelantan.