webnovel

Un delicado balance 1.19

Al siguiente día, Viggo salió temprano en la madrugada a cazar al oso. Busco dentro del círculo de protección que rodeaba la montaña, pero parece que todos los osos se habían ido a otro lugar. Entonces recordó aquella vez cuando cazaron al troll y tomo dirección sur, en busca del rio que pasaba entre las montañas.

Hoy en día para Viggo caminar durante largas horas era un mero ejercicio. Sin embargo, el peligro estuvo en la cantidad de animales que andaban buscando alimento. Recién había pasado el invierno y todos estaban vueltos locos persiguiendo a su presa. Dentro de esos grupos estaban los lobos. Desde lo alto de la montaña, Viggo pudo ver 3 manadas. Una de ellas persiguió a un venado hacia el norte. Otra manada siguió avanzando en dirección Oeste y la última manada que avanzaba en dirección Oeste, se dio media vuelta y avanzó en dirección Este. Parece que olieron el aroma de los otros lobos y decidieron evitar el conflicto.

Viggo tomo una profunda respiración, llevaba la aljaba colgada de una cuerda cruzada a su pecho. El arco colgado en el brazo derecho y el hacha en su mano izquierda. Siguió avanzando mientras miraba como la primavera llenaba de colores las montañas. A la distancia se veían grandes llanuras de pasto y arboledas de cientos de metros. Todo era florido y lleno de vitalidad, con pequeños riachuelos alimentados de los deshielos de las montañas. Sin embargo, y pese a toda esa vitalidad, los osos parecían haber desaparecido.

El primer día fue infructífero y Viggo tomo la decisión de acampar temprano. Busco una serie de setas amarillas que crecen sobre la corteza de los árboles muertos y la mezclo con sabia de los árboles. Después dosifico la solución en un círculo de 30 metros de diámetro y creo un perímetro de seguridad. El olor era casi imperceptible para las personas, pero era irritante y casi agobiante para los animales.

Por la noche, Viggo prendió una fogata y comió carne seca que le dieron como raciones. Además de hongos y otras frutas que fue recolectando por el camino. Después se acostó boca arriba a un lado de la fogata y se quedó mirando el rio de estrellas en cielo nocturno.

-Tal vez debería preguntarle al viejo loco si puedo ir a ver a mi familia- murmuro Viggo

-¿Quién sería ese viejo loco? Me gustaría conocerlo- dijo el viejo Xiao en un tono bromista

Viggo dio un grito del susto, giro en el suelo y se puso de pie en un solo movimiento. Levantó sus puños listos para luchar y miró hacia adelante, buscando al enemigo. Sin embargo, al ver que solo era el anciano sentado en el suelo, al otro lado de la fogata, soltó un suspiro y dijo -por favor, no me asustes-

-Jajajaja, solo era una broma. Bien ¿quién es ese viejo loco?-

-Tú, por supuesto- respondió Viggo con una sonrisa, se sentó en el suelo y miró al anciano asiático, de rostro amable y extraña vestimenta, al menos para Viggo.

-Tú y tú padre son iguales en ese aspecto. No respetan a sus mayores-

-No seas llorón abuelo. Por otro lado, quisiera ver a mi familia ¿Es posible?-

-Claro que es posible. Un mes y después volverás a la prueba ¿Te dijo algo Kratos?-

-Nada, solo que sería lo más difícil que he hecho en mi vida-

El viejo Xiao negó con la cabeza y añadió -está prueba será tu desafió inicial. Una vez que lo superes, comenzarás la siguiente fase-

-¿Cómo es eso?-

Sin embargo, antes de que el anciano Xiao pudiera decir algo, se escuchó a varios kilómetros el gruñido de un oso. Viggo miró hacia su derecha, bajando por la montaña como si pudiera ver al animal.

-Pensé que estaba exagerando- murmuro Xiao -pero es como dicen, tienes muy buenos instintos-

-Así dicen- respondió Viggo con una sonrisa mirando a la distancia. Tomo la aljaba y se la colgó cruzada. Después tomo el arco con la mano derecha y el hacha con la mano izquierda -otro día terminamos esta conversación-. Entonces él se levantó y comenzó a correr en la oscuridad, apartándose de la fogata y adentrándose en una arboleda. Xiao negó con la cabeza y soltó un suspiro, para después desvanecerse como si fuera un espejismo.

Por otro lado, Viggo comenzó a correr por la arboleda, acostumbrando sus ojos a la oscuridad y siguiendo los gruñidos del oso. En realidad, eran dos. Estaban luchando, a lo mejor por el territorio. Esto era un golpe de buena suerte, pensó Viggo. Un oso solo mataba a otro cuando la diferencia de tamaño era demasiada. Sin embargo, si estaban igualados todo quedaba en un empate. Los osos son tan grandes y gordos que se cansan a los pocos minutos de haber empezado la pelea y al final, todo termina con cada oso volviendo a su propio territorio. Sin embargo, uno de ellos, el que termine más cansado o herido, se va a convertir en la presa de Viggo.

Viggo saltaba y corría tratando de evitar los árboles, las piedras y los arbustos. La luz de la luna penetraba el follaje de los árboles iluminando manchones de terreno. Se escuchaba al búho y a los grillos por toda la arboleda. Por otro lado, los gruñidos de los osos se hacían cada vez más ensordecedores. Deberían estar a unos cien metros por delante. Viggo pensó que la lucha estaba alcanzando su punto más alto y pronto se detendría. Así que comenzó a correr con mayor velocidad, hasta que llego al final de la arboleda y se detuvo detrás de unos arbustos. Entonces vio un pastizal al lado de un riachuelo a dos enormes osos iluminados por la luna. Cada uno debe haber pesado 200 kgs. Estaban a unos 10 metros de distancia, pero sus jadeos se escuchaban con claridad. Ambos habían quedado demasiado cansados para continuar luchando. Ni siquiera gruñían en este momento, solo se miraban el uno al otro. El de la izquierda se empezó a dar la vuelta y pese a que le dio la espalda, el de la derecha se quedó tranquilo. Entonces, el oso de la izquierda comenzó a caminar rio abajo. El oso de la derecha se acercó al rio de poca profundidad y comenzó a beber. Viggo miró los alrededores y busco tres árboles lo más juntos posibles. Cinco metros más allá, encontró lo que buscaba. Árboles de tronco grueso y largas ramas que se interconectaban. Viggo corrió agazapado y escalo el árbol de la izquierda mientras el oso bebía del riachuelo. Viggo se paró en la cima del tronco grueso y puso a un lado su hacha. Después saco una flecha de su aljaba y la coloco en el arco. Miró por entremedio del follaje y noto que el oso se había movido. Estaba alejándose poco a poco y ya estaba a veinte metros de distancia. Se movía a paso lento, daba la impresión de que arrastraba sus piernas traseras.

Viggo tiro de la cuerda y elevo el arco con la punta de la flecha apuntando al cielo para irla bajando poco a poco y calcular la parábola. Una vez que estuvo seguro, tensó la cuerda al máximo, elevo el arco y soltó la cuerda. La flecha voló cortando el aire, marcando su trayectoria por el reflejo de la luz de la luna en su punta metálica. Se elevó lo más alto que pudo y después comenzó a descender en una parábola, hasta caer justo en la cabeza del oso.

El oso dio un sonoro gruñido de dolor, advirtiéndole a todo aquel que estuviera cerca que se mantuviera alejado. Sin embargo, detrás de la primera flecha vino una segunda al cuello y después una tercera a los pulmones. El oso comenzó a correr despavorido y a los diez metros después, se desplomo sobre el suelo. Gruñía advirtiendo a todos los que estuvieran cerca que los atacaría si se acercaban. Sin embargo, a los pocos segundos se quedó sin fuerzas y su poderoso gruñido, se convirtió en un tenue sonido.

Viggo se bajó del árbol y miró a los tres arboles casi juntos. Tenía pensado utilizar los otros árboles como vía de escape si fallaba y el oso lo encontraba. Sin embargo, todo salió mejor de lo que esperaba. Después miró los pastizales y el riachuelo por delante y soltó un suspiro.

-Ahora viene la parte más difícil- dijo

Se bajo del árbol y avanzó atravesando los pastizales, cruzando el riachuelo y llegando a la otra orilla. El oso estaba quince metros por delante, bajo la sombra de un árbol. Gracias a esto, parecía un montículo negruzco. Viggo continúo avanzando y se acercó al cuerpo. Como no se escuchaba respiración ni jadeo, dio por hecho que el animal estaba muerto.

-Ahora ¿Cómo hago esto?- se preguntó, alzando ambas manos al cielo para después agarrarse la cabeza. Después miró a la gran masa de pelo por delante de él y soltó otro suspiro.

Al final, Viggo avanzo con el oso sobre sus hombros, dando la impresión de ser una masa de pelos en movimiento. Después de un par de horas el cuerpo del oso comenzó a emitir el olor de un cadáver y eso, si le produjo grandes problemas a Viggo. Cuando ya eran las cuatro de la madrugada y comenzaban a asomarse los primeros rayos del sol, se escuchó el aullido de los lobos.

-Maldición- grito Viggo, soltó las patas del oso y el cadáver cayó a su espalda. Se había colgado el arco cruzado al pecho. Así que ahora podía blandir el hacha a dos manos. Sin embargo, su rostro estaba rojo por la larga caminata llevando el cadáver del oso y sus ojos tenían ojeras, producto del cansancio. Sin embargo, los lobos no esperarían por él para que recuperara sus fuerzas. Desde lo alto de la montaña bajaron corriendo en un grupo de ocho, liderados por un lobo que era casi el doble del tamaño que los otros adultos.

Viggo estaba demasiado cansado para huir o para escalar algún árbol. Incluso si intentaba dejar el cadáver del oso, más de alguno lo perseguiría. Así que su única estrategia era esperar a que se dividiera el grupo. Que unos vayan por el cadáver y que los otros lo ataquen. Eso sería lo ideal. Sin embargo, lo que puede fallar, fallará y el lobo alfa fue directamente a él y los otros lobos lo siguieron y rodearon a Viggo.

-Igual que el primer día- grito Viggo. No obstante, ahora era como un ser humano normal y ni siquiera tenía la maravillosa espada que le dio su padre. Ahora solo tenía la disciplina, el entrenamiento y su instinto. Esto último le indicó que si mataba al alfa, el resto de los lobos huiría sin ni siquiera considerar el cadáver del oso. Así que Viggo corrió buscando el enfrentamiento con el alfa. El lobo de gran estatura, saltó abriendo sus fauces y Viggo esquivo dando un paso hacia la izquierda. Al mismo tiempo, Viggo tomo su hacha con ambas manos y le dio un hachazo en la pata izquierda. El lobo cayó de hocico, soltando un aullido lastimero. Se quiso poner en pie, pero Viggo se apresuró a él. Levantó el hacha y la descargo con todas sus fuerzas decapitándolo al instante. Después de eso, Viggo se volteó para ver a los otros lobos y como le indico su instinto, los lobos se quedaron mirándolo. Ninguno se atrevió a atacar. Algunos gruñían y avanzaban uno que otro paso, pero como Viggo tenía por delante la gran hacha, ninguno ataco. El hacha simbolizaba la gran amenaza que había matado al lobo alfa.

Al minuto después los lobos huyeron y Viggo se sentó al lado del cadáver del lobo sin preocuparse de que le faltaba la cabeza. Viggo le dio dos palmadas en el lomo y dijo -lo siento, amigo, solo venía por ese tipo de allá. Tu mala suerte fue cruzarte en mi camino-

Chương tiếp theo