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La granja

Saya sonrió, el sol acaricio su rostro y un sentimiento de satisfacción lo embargo, el aroma del azahar llenaba el campo, la tierra marrón pegada en sus botas… era un sentimiento que casi había olvidado.

Cuando era niño ayudaba a su abuela en el campo, por las tardes regaba las flores mientras su abuela fumaba un puro y la hablaban por horas. Entonces podrían hacer juntos la cena. Maya regresaría de jugar con sus amigos y pediría postre, era muy felices en ese entonces.

Una ligera brisa movió las hojas de los árboles, su cabello era más corto y ya no podía verlo balancearse como antes, pero sentía su cuero cabelludo refrescarse, al borde del campo un diente de león voló con el viento.

-Parece que el buen clima seguirá

Susurró y cargo la canasta llena de naranjas hacia el siguiente árbol. Llevaba dos días en la granja y cada día era mejor que el anterior, había conocido a muchos turistas y había participado en diferentes actividades, esa noche habría una fogata.

-Oye chico- Saya volteo, buscando a la apersona que le hablaba, era una mujer con grandes aretes de semillas y un overol café, en su mano había dos vasos llenos de limonada, no sabía su nombre, pero podrían considerarse conocidos- es hora del descanso

-Gracias

Saya observó sus manos ligeramente sucias, el vaso de agua fría tenía un montón de gotitas que se habían condensado, si lo tocaba probablemente se volverían cafés por el polvo, observó la delicada manicura de la mujer que a pesar de recoger fruta parecían listas para hacer un comercial.

-Oh, tu- la mujer sonrió al ver a Saya observar dudoso sus manos, puso los vasos sobre una piedra plana y de su bolso sacó un paquete de toallitas húmedas- No seas tan tímido, me sorprende que incluso iniciaras un viaje por carretera con ese carácter. Se atrevido, un omega necesita ser audaz hoy en día

Saya sonrió aceptando la buena voluntad de la mujer, vio como guardaba el paquete en su pequeño bolso de mano mientras preguntaba "Quieres una pajita" y sacaba una bolsita con pajitas de acero

- ¿Cargas eso siempre?

-Las cartas me dijeron que lo necesitaría hoy

Dijo la mujer con voz misteriosa, Saya abrió los ojos sorprendido, cosas como el destino y lo esotérico le llamaban mucho la atención, aunque estaba consciente de que casi todo era una patraña. Un niño que recogía frutas cerca y había estado mirando todo rodó los ojos

-Era porque hacía calor y dijimos que iríamos por malteadas, solo te disgusta usar cubiertos extraños, deja de molestar al niño

El niño que no podría tener más de 10 años se puso a lado de Saya, era la primera vez que alguien más pequeño que él lo llamaba niño… pero a Saya le parecía adorable, el pequeño tenía mejillas regordetas

-Pero iremos por malteadas por que las cartas lo dijeron

Refutó la mujer, el pequeño ya no le hacía caso y se quedó embelesado observando el rostro de Saya, negándose a parpadear, dos pares de ojos grandes se observaron entre sí por algunos segundos antes de que el niño dijera con voz lechosa

-Te dejo apretar mis mejillas si puedo aplastar las tuyas- Saya se agacho y apretó las mejillas del pequeño, esa era su respuesta, ¡Era tan suave! A Saya siempre le habían agradado los niños, la voz dulce del niño dijo sorprendida- Cielos, es tan suave como parece

-¿Qué haces? ¿Por qué hablas así? ¡deja de hacerlo, me da escalofríos!

La mujer miró en shock como su sobrino jugaba con las mejillas de Saya como si fuesen pelotitas anti estrés.

Un par de horas después los tres se sentaron en una cafetería al borde del camino, era el lugar mas cercano a la granja pero aún tenían que conducir por 30 minutos.

-Entonces mi tía fue suspendida y por eso me trajo de vacaciones. No creas lo que dice, le gusta engañar a la gente- Saya sonrió, comiendo alegremente su sándwich. Cuando el niño vio regresar a su tía de la barra sonrió con complicidad a Saya- mira, ¡Tía! ¿Puedes leer su mano?

Su dedo rechoncho señaló a Saya, la mujer le dio una ligera palmada a la mano

-Ya te dije que no señales a la gente

-¿En serio puedes leer la mano?

Preguntó Saya sorprendido, la mujer se acomodó el cabello detrás de la oreja y presumió

-¡Claro! Pero soy mejor con las cartas ¿Por qué no lo intentamos?

Saya asintió emocionado.

Por la noche, mientras disfrutaba el calor de la fogata pensó en lo que le había dicho Ellie (Ese era el nombre de la mujer). Observó sus manos y sonrió con amargura, incluso las cartas dijeron lo mismo: problemas de salud, suerte económica y en el amor, pero problemas de salud que incluso podrían amenazar su vida… aunque incluso Ellie había dicho que a veces se equivocaba, pero bueno, era normal decir eso después de decirle a alguien que podría morir pronto

-Siento lo de mi tía- el niño lindo y regordete se sentó junto a Saya para disfrutar el calor del fuego, el viento frío había hecho enrojecer sus mejillas- Te dije que no le creas

-Está bien- Saya se sintió avergonzado de sí mismo por haber preocupado al niño- Creo que todos pueden cambiar su futuro, además esta podría ser una oportunidad para cuidarme un poco más, hacer ejercicio y ser más sano

El niño asintió con seriedad, su pequeña carita haciendo la expresión de un adulto era demasiado linda, Saya creyó que solo verlo le había aumentado algunos años de vida

-El destino y esas cosas, no existen. Incluso si existieran depende de nosotros aceptarlo

La voz del niño se superpuso con la cara de Erick, Saya agito la cabeza para deshacerse de ese pensamiento, pero aún se preguntaba "¿Erick era igual cuando era niño?" el pequeño observó que Saya parecía distraído pero su aura melancólica se había desvanecido mucho

-Eres muy maduro- elogio Saya al pequeño tras sentir su mirada- ¿Cómo puede haber tanta sabiduría en un cuerpo tan pequeño?

Diciendo eso le hizo cosquillas al pequeño. Desde lo lejos Ellie observaba como los dos jugaban, se había preocupado un poco al ver a Saya decaído y se sentía culpable, parecía que ahora podía relajarse.

A unos metros de ahí Olivia se bajaba del auto seguida de Delia, John sentía la atmosfera opresiva entre ambas sintiendo que si seguían así el estrés lo dejaría calvo. Por suerte habían encontrado el paradero del vendedor después de investigar un poco.

Había sido complicado cuando se adentraron en áreas más rurales, sin cámaras de vigilancia solo podían guiarse por testimonios y había sido más difícil. Además, el jefe había sido dado de alta la tarde anterior y había preguntado por resultados

-¿No puedo cambiarme los zapatos?

La pregunta de Olivia fue hecha en voz baja pero aún fue escuchado por Delia

-No es profesional y no tendrías estos problemas si no hubieras asustado al vendedor hasta el punto en que sintió que era necesario esconderse en medio de la nada

Olivia odiaba usar zapatillas en los días normales, pero ahora era simplemente una tortura, el tacón de aguja se hundía en la grava, cualquier otra persona ya habría perdido el equilibrio, pero las dos mujeres, una anciana y otra joven caminaban como si fuera concreto. Aunque era un poco más difícil para Olivia

-Es turismo rural, podría estar de vacaciones

Refutó John, pero la mirada de Delia lo hizo callar

-Nadie en su sano juicio estaría de turista en un lugar así, olvídalo, no me defiendas, fue mi culpa

John iba a seguir hablando hasta que vio a un perro defecando en el camino, no parecía haber nadie paseándolo, parecía ser de la granja. Sabiamente se quedó callado.

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