El yate de Kain estaba detenido a cien metros del arrecife de coral que Kain le había mencionado a Mana hace un par de días. La embarcación se veía grande, limpia y elegante, con grandes ventanales a los costados del segundo y tercer piso. En la región de la sala de estar, una de las murallas se había abierto hacia afuera como si fuera un balcón con toldo.
Eran las doce del día y el cielo estaba despejado, el sol incandescente. El mar tenía un bonito color turquesa y los peces y tortugas se paseaban de un lado a otro.
Mana estaba en el bar, preparaba una gran jarra de jugo de manzana con mucho hielo. Ella lo revolvía con una larga cuchara metálica haciendo tintinear el vidrio con el continuo roce. Ella estaba vestida con un traje de baño de una pieza, el cabello blanco y liso ordenado en una coleta.
Ella termino de revolver el jugo, tomo dos vasos y la jarra. Después miró al balcón, una suave brisa marina acaricio sus mejillas. Ella vio a Kain sentado bajo el toldo con una caña de pescar entre las manos. Ella camino hacia él, a medida que avanzaba podía ver como desaparecía la habitación y el mar turquesa se ampliaba. Era una gran vista, con nada más que el arrecife y más allá, la gran isla de Jiro, al sur de la nación del Té.
La isla de Jiro era una de tantas islas que rodeaba la gran isla del Círculo Dorado, lugar donde antiguamente la gente adinerada escapaba para refugiarse de la guerra en el continente.
Mana llegó a una silla de playa con una mesita de madera a un lado. Ella dejo la jarra con jugo y los vasos. Se sentó en la silla y sirvió jugo. Al mismo tiempo, ella miró a Kain, se sentía raro, ya que él no trasmitía la misma energía de siempre. Era un vibra más infantil, inocente, divertida, como si realmente le divirtiera sostener esa cosa y esperar a que un pez pique el anzuelo.
Mana tomo un vaso y lo acercó a Kain —jugo, hace calor— dijo
Kain miró hacia atrás, sonrió y recibió el vaso, pero en lugar de beber, él dejo el vaso a un lado y siguió sosteniendo la caña con las dos manos.
Mana parpadeo un par de veces, pero se volvió a recostar en la larga silla de playa y tomo el vaso con jugo. Ella bebió un largo sorbo y miró el mar turquesa con los extensos arrecifes de corales. Era pacifico, el clima agradable y la brisa del mar exquisita.
—Cuando era niña, el abuelo nos llevaba a pescar. Hana y yo no queríamos, pero él igual nos llevaba. Okaa-san pasaba todo el tiempo fuera, así que no nos quedaba de otra que hacerle caso al abuelo. Sin embargo, nunca pude entender lo divertido—
—Yo tampoco— respondió Kain
—¿Entonces por qué lo haces?— preguntó Mana algo confundida
—Mi tío Hashirama es lo más cercano a un padre que he tenido— dijo Kain mientras miraba al mar turquesa y se concentraba en sentir a través del tacto en sus manos cualquier movimiento en el anzuelo —a él le gustaba ir a pescar. A mí no me importaba, pero me gustaba estar con él. Cada cierto tiempo, íbamos a un pequeño lago que había en el bosque detrás de la casa y nos poníamos a pescar. Puede que él lo haya hecho para que yo entrenara mi percepción, pero yo adoraba estar con él, escuchar sus historias. Por alguna razón, sus historias favoritas siempre involucraban a mi oto-sama. Seguramente para él fue un gran amigo, a lo mejor, tan cercano como un hermano. Yo…— Kain guardo silencio por unos segundos y continuo —estar aquí, pescando, me recuerda ese sentimiento—
Mana agacho la mirada y recordó lo grande que se vía su abuelo cuando ella era niña. Casi podía escuchar el cauce del rio y ver la enorme mano de su abuelo sosteniendo la suya. Al otro lado también iba Hana sujetando la otra mano. Entonces Mana sonrió y recordó que cuando caminaban hacia el rio, ella y Hana siempre tarareaban una canción.
—¿Y eres bueno?— preguntó Mana con una amplia sonrisa
Kain sonrió, por supuesto que ahora era bueno. Su rango de percepción es cientos de veces más grande que cuando era niño, pero pescar no le importaba, solo el sentimiento que renacía cada vez que lo hacía, incluso si no pescaba nada, falta no le hacía.
—Algo— respondió Kain —¿Tú aprendiste alguna vez?—
—No, para nada, él abuelo nos trató de enseñar algunas veces, pero nosotras nos aburríamos rápidamente y dejábamos las cañas botadas. Nos poníamos jugar con piedritas al lado del rio o a correr. A veces, el abuelo también se olvidaba de la pesca y nos quedaba viendo durante horas. Todavía recuerdo su sonrisa tonta. Kain ¿Él está bien?—
—Está bien ¿Quieres que te muestre sus signos vitales?—
—Me conformaría con una imagen de él—
—Bien— respondió Kain y dijo —Akira Izumi, imagen y diagnóstico de salud. Comparte imagen con Mana Izumi—
Mana dio un respingo cuando un cuadro de dialogo anaranjado semitransparente apareció en su rango de visión. Ella parpadeo un par de veces, llevó su mano delante de sus ojos y trato de apartar la imagen como quien aparta un mosquito, pero no la pudo tocar. Sin embargo, ella se detuvo cuando la imagen de su abuelo apareció en el cuadro de dialogo. Él estaba ahí, como siempre, en la sala de estar, sentado en su sillón. Su cabeza calva en la mollera y cabello cano a los costados. La piel oscura y arrugada. Llevaba puestos unos gruesos lentes y la mirada puesta en un libro.
A un lado del sillón había un velador con una taza de té y en un sillón frente al de Akira Izumi, una mujer madura vestida como enfermera. Ella estaba leyendo una revista mientras lo cuidaba.
Mana pudo ver a un costado un segundo cuadro de dialogo que le mostraba el estado del cuerpo, las infecciones y problemas de salud, la presión arterial y la temperatura corporal. Su abuelo estaba enfermo, tanto como antes de morir, pero llevaba una mejor vida. Ella podría pedirle a Kain que hiciera algo para ayudarlo, pero Mana también había estudiado medicina durante toda su vida y sabía que no había nada que hacerle, su abuelo estaba muy viejo.
—Gracias— dijo Mana
—De nada— respondió Kain —¿Te gustaría ver a Hana?—
—Si puedes—
—Puedo— respondió Kain
Entonces la imagen de Akira desapareció y fue cambiada por un gran angular en una tienda de campaña. Hana estaba ahí, de pie, señalando con un puntero a una pizarra. Ella llevaba el cabello ondulado amarrado en una coleta y vestía una bata blanca. Ella estaba hablando con varios shinobis. Parece que estaba dando una clase de medicina. Ella parecía contenta al ver que todos le ponían atención. A Hana siempre le gusto el prestigio y esas cosas. Mana no podía creer que ella se hubiera embarazado de alguien más que no sea Kain. Era la persona que a ella le gustaba. Lo que le hizo sentir culpa a Mana, porque si Kain estaba con ella, quería decir que Hana estaba sola. Mana soltó un suspiro y cerró los ojos —no sería extraño que se rindiera— dijo
—¿Te aburriste o quieres ver más?— preguntó Kain
Mana se sentó de golpe en la silla de playa y le dijo —eeeh, no, gracias. Ya tuve suficiente. Hana y el abuelo están bien—
—Claro— respondió Kain —desvincula conexión con Mana Izumi—
Al instante, Mana dejo de ver todos los cuadros de diálogo y solo quedó el mar turquesa delante de ella. Mana miró a Kain, él seguía sosteniendo la caña de pescar. Ella se levantó de la silla, fue a donde estaba él y se puso en cuclillas para abrazarlo por la espalda.
—Oye ¿Por qué no me dejas intentarlo?— preguntó Mana con voz suave
—Claro ¿Por qué no?— respondió Kain, él se levantó de la taburete y sostuvo la caña con su mano derecha. Mana se levantó, se sentó en el taburete y Kain le paso la caña.
—¿Sabes los conceptos básicos?— preguntó Kain
Mana sujeto la caña de pescar y miró a Kain —sí, algo, pero un recordatorio no estaría mal— respondió
—Claro, déjame ver— dijo Kain como si tratara de recordar lo que le decía su tío —primero…—
Kain le explicó a Mana como pescar y después de eso, los dos se sentaron hombro con hombro mientras esperaban que algo picara. Lentamente les bajo el sueño y al final, guardaron la caña, pero dejaron el balcón abierto. Entraron a la sala de estar frente al bar y se acostaron en un largo sillón de tres cuerpos. Ellos se abrazaron y se pusieron a dormir mientras la brisa marina los refrescaba.
Ellos se despertaron a las cuatro de la tarde, el cielo seguía despejado y el sol incandescente. La primera en despertar fue Mana, quien parpadeo y vio la piel de Kain delante de ella. Suave, firme, tersa, ligeramente abultada en el pectoral. No era una gran musculatura, pero se podía sentir la flexibilidad. Ella acercó sus labios y lo beso, le dio varios besos y después sonrió, apoyo su mejilla en el pecho de Kain. Sin embargo, al escuchar su estómago, supo que era hora de levantarse.
—Kain, amor ¿Tienes hambre?— preguntó Mana, ella levantó su rostro, vio el mentón de Kain, le dio un beso y de puro gusto, le mordió ligeramente la manzana de Adán —si no te despiertas te comeré, no me culpes de lo que pueda pasar—
Ella observó el rostro de Kain y vio cómo se apretaba el ceño y se abrían los parpados lentamente. Él la miró con esos ojos azules tan intensos.
—¿Qué sucede?— preguntó Kain
—Es hora de comer algo, no hemos comido nada aparte del desayuno— dijo Mana
—Cierto— respondió Kain y volvió a cerrar los parpados —es importante comer—
—Oye, no te duermas, no te hará bien saltarte la comida, vamos— insistió Mana
Kain tomo una profunda respiración y asintió —está bien— dijo
—Nada que está bien, es tu deber comer a la hora. Ahora vamos, arriba, arriba—
—Tan mandona—
—Así soy yo, la mandona—
Kain abrió los parpados y la quedó mirando a los ojos, sobre todo al iris de color rojo. Mana tenía una sonrisa tierna y amigable, casi infantil. Era esa esencia única que su hermana no podía imitar, aunque quisiera. Tan parecidas, pero tan diferentes a la vez.
Kain acercó su rostro lentamente, Mana le miró los labios y cuando hizo contacto, ella cerró los ojos y llevó las manos al rostro de Kain para sujetárselo y besarlo apasionadamente.
—Kain, amor, después— dijo Mana entre besos —primero, la, comida—
Kain detuvo su beso, le dio uno pequeño y tierno —me estoy alimentado de tus labios— dijo
—Tonto, yo también adoro besarte, pero tenemos que comer, vamos—
—Eres una aguafiestas ¿Lo sabias?—
—Bueno, alguien tiene que ser la seria en esta familia—
Kain sonrió y asintió, él se apoyó en el sillón y se sentó en el borde. Mana también se sentó y arreglo el traje de baño para que sus senos no se escaparan.
—¿Qué comemos hoy?— preguntó Kain mientras soltaba un largo bostezo —tenemos menú—
—No, hoy me gustaría cocinar— dijo Mana. Kain la miró confundido y ella añadió —no lo tomes a mal, la comida del hotel y del salón de té es exquisita, pero eso nos vuelve perezosos. Cocinar está bien, es divertido. A ti también te gusta ¿No?—
—Bueno, en ese caso—
—No, yo voy a cocinar, me gustaría que pruebes mi comida de vez en cuando—
—Eres demasiado quisquillosa—
—Así soy yo, la quisquillosa—
Kain asintió y vio a Mana levantarse del sillón y caminar hacia la izquierda. Ella llevaba puesto ese traje de baño blanco de una pieza, como estuvo acostada, el traje de baño se metió entremedio de sus nalgas. Era un bonito y generoso trasero. Ella llevó sus manos a su trasero y con los dedos índices, sacó la tela de entremedio de sus nalgas. Kain se quedó embelesado mirando. Él tuvo algunos pensamientos sugerentes para la noche, quizá después del almuerzo si sabía jugar sus cartas.