Después de conversar con Kaoru del futuro desarrollo de las píldoras de cultivador, Kain viajo al campo de entrenamiento subterráneo con urgencia. Había pasado lo que tenía que pasar. No puedes poner a dos leones en una misma jaula porque a la mínima provocación, se tratarán de matar.
Para cuando Kain llegó, se dio cuenta que el león que murió fue el que tenía el cabello blanco mientras el león de melena negra estaba de pie, frio y orgulloso mirando el estado de su contrincante.
Madara Uchiha había perdido su mangekyo y su chakra, pero las décadas de combate se habían grabado en lo profundo de su alma y no importa cuán inteligente fuera Tobirama, nunca sería su rival. Por otro lado, el perderlo todo había vuelto a Madara más poderoso, porque ahora solo podía utilizar su percepción. Algo innato del alma, no del cuerpo. Así que no importa cuando o como reencarnara, sería algo que lo acompañaría por siempre.
Kain camino en su dirección.
Madara escucho las pisadas resonando por el campo de práctica. Él se giró y vio a su hijo venir en su dirección con una expresión que le decía que no estaba muy contento —ahora entiendo cómo me venciste. Esta sensación, antes no era tan clara, pero ahora— él apretó su mano y miró a Kain. Era como si pudiera percibir cuando iba a mover una extremidad antes de que se moviera. Todo el tiempo estaba sintiendo lo que se movía a su alrededor.
—Me parece genial— dijo Kain con el ceño fruncido —pero ¿No podías contenerte?—
—¿Cuál es el problema?— preguntó Madara —puedes revivir a Tobirama las veces que tú quieras—
—Ese no es el problema, oto-sama— respondió Kain, se detuvo frente a Madara y lo miró enfadado —pensé que te comportarías de forma civilizada—
—Este imbécil sacó una pieza de metal de la máquina que utilizas para entrenar a Kiyomi, la afilo y me trato de apuñalar. Matarlo fue karma—
—Siempre te podrías haber contenido ¿No?—
Madara quedó mirando a Kain a los ojos, miró a otro lado y asintió —perdón— dijo
Kain soltó un suspiro y le dijo —esto te va a costar caro, yo ya te lo advertí—
Madara miró a Kain a los ojos, Kain tenía una mirada severa. Por un momento pensó en atacarlo a la garganta, pero no había forma de que un niño acostumbrado a utilizar su percepción fuera vencido por un viejo que recién estaba aprendiendo a ocupar de verdad su percepción. En cierto sentido, sus experiencias estaban invertidas y es como si Madara diera los primeros pasos en cuanto al uso de su percepción. Antes Madara solo ocupaba su percepción para saber dónde estaban los enemigos, pero ahora había aprendido que la percepción era algo más que eso. Era sentir todo lo que pasa a tu alrededor en todo momento.
—Haz lo que quieras— dijo Madara y camino a su habitación, al costado izquierdo del campo de entrenamiento.
Kain soltó un suspiro y miró a Tobirama en el suelo, con los ojos abiertos y una mirada de incredulidad. Seguramente se llevó la sorpresa de su vida al darse cuenta de que Madara no necesitaba chakra ni su mangekyo para vencerlo. Puede que incluso ni siquiera necesito mirarlo para saber cuándo esquivar, atraparlo y romperle el cuello sin ninguna dificultad.
—Activa protocolo de limpieza— dijo Kain
La unidad susano en el brazo izquierdo de Kain activo dos sellos sobre la superficie oscuro del brazalete y emergieron las unidades de apoyo, Vástago y Segador. La primera con un ojo que emitía un brillo rojo y la segunda con un brillo azul.
Vástago y Segador salieron de la manga izquierda de Kain y se movieron al cuerpo de Tobirama. Lanzaron un haz de luz del color respectivo y lo escanearon por última vez. Una vez que se completó el proceso, ambos lanzaron una fuerte llamarada por sus ojos e incineraron el cuerpo.
Una vez que todo se convirtió en cenizas, Vástago y Segador bajaron a nivel del piso y fueron absorbiendo todos los residuos hasta dejar el suelo de piedra limpio.
Kain continuo —activa protocolo "Resurrección del mundo impuro" para sujeto n°1, nombre clave, Tobirama—
Vástago y Segador se elevaron a dos metros del piso lanzaron una señal para crear sobre el suelo una mancha negra de un metro de circunferencia. Eran miles de pequeñas arañas de piedra. Se extendieron a lo largo y fueron creando el nuevo esqueleto para Tobirama.
En menos de un minuto el cuerpo estuvo listo y Kain se preparó para realizar el jutsu. Al igual que la vez anterior, Kain realizo los sellos de mano y una vez que estuvo listo, apoyo las manos en el pecho. Los sellos aparecieron en el pecho y los brazos. Tobirama abrió los ojos y respiro con dificultad mientras jadeaba.
—Kain Uchiha— susurro Tobirama, pero esta vez no grito como la primera vez
—Eres un idiota— dijo Kain decepcionado de Tobirama, era una de las pocas personas que consideraba de verdad inteligente. Incluso puede que más inteligente que él —pensé que habías madurado y cambiado de parecer, pero parece que siempre serás el mismo idiota. Si sigues así, me voy a aburrir de ti y te voy a dejar en la oscuridad para siempre—
Tobirama miraba a Kain desde el suelo mientras jadeaba, lo miraba a los ojos, pero no dijo nada. Él cerró los ojos y cayó inconsciente.
Kain soltó un suspiro, miró a Vástago y Segador que todavía flotaban a dos metros del suelo —tomen a Tobirama y llévenlo a su habitación— dijo. Él comenzó a caminar y las unidades de apoyo se movieron para rodear a Tobirama con una energía purpura. Kain miró hacia la habitación de su padre y murmuro —maldito Tobirama, en vez de ser inteligente y agradecer que el abuelo no te dio tu merecido, quieres buscar castigo por tu propia mano, pero no será tan fácil, idiota, no te dejare escapar—
Kain entró a la habitación de Madara y lo encontró sentado en el suelo meditando. A la izquierda había un estante con libros, pero que de forma desafortunada (al menos, en la mente de Kain) Madara no había tocado. Del lado derecho de la habitación estaba la cama que estaba ordenada como si nunca la hubieran tocado, pero era imposible. Solo pasaba que Madara era un hombre disciplinado y ordenado.
—¿Qué te contó Setsu?— preguntó Madara con los ojos cerrados, pero era como si pudiera ver el suelo como energía verde y a su hijo venir en su dirección con un brillo dorado, casi brillante. Cada paso de Kain trasmitía una honda de energía a través del suelo. Incluso, antes de que Kain moviera sus piernas, la energía descendía desde su cerebro por unas ramificaciones hasta sus pies y después ocurría el movimiento. Percibir de esta forma se había vuelto un nuevo mundo.
—Nada— respondió Kain —incluso si lo torture, no dijo nada— busco una silla frente al escritorio donde Madara practicaba su caligrafía. La puso a dos metros de Madara, se sentó y lo quedó mirando —pero es seguro que esconde algo grande—
—¿Cómo lo sabes?— preguntó Madara
—Porque encontré una ligera firma de energía sobre el monumento Uchiha—
Madara abrió los ojos y levantó la mirada. Vio a Kain sentado en la silla con una expresión seria —no será una casualidad— dijo
Kain negó —le hice las pruebas de antigüedad—
—¿Qué es eso?—
—Es una prueba que me dice cuan antiguo es un objeto— respondió Kain —el hecho es que la piedra en sí es antigua, más de quinientos años desde que la moldearon, pero sus inscripciones tienen diferencias. Algunas palabras fueron cambiadas de forma meticulosa para que aun utilizando el sharingan, no se notara—
—¿Estás seguro?—
—Sí, estoy seguro. Así que todo lo que creías, todo lo que te contó ese monstruo, fue mentira. Atacaste a Konoha y te enemistaste con el mundo por nada—
Madara agacho la mirada, sintió como su corazón comenzó a latir con rapidez, le dolió el pecho y sintió un terrible calor por todo su cuerpo. Se empezó a sentir mareado y se agarró el pecho como si quisiera tocar su corazón. Él cayó de espaldas y Kain se acercó rápidamente y le preguntaba —¿Qué te pasaba? ¿Qué sucede?—
Madara respiraba con fuerza, se sentía horrible, pero también quería llorar. Jadeo con fuerza y miró a Kain, su hijo, este último le decía algunas cosas, pero Madara no lo podía escuchar. Madara le agarró el brazo con firmeza mientras su rostro se deformaba en una mueca de impotencia. Las lágrimas bajaron por sus mejillas y frunció la nariz con furia asesina. Él se desmayó.
Madara estaba en una habitación oscura mirando imágenes de su pasado, recordando a Hashirama, el rio, sus juegos infantiles, su hermano Izuna, los miembros de su clan. Naori, su maestra de genjutsu que en aquella época tenía el cabello purpura y un bonito y elegante rostro. La gente a su alrededor arrodillándose para saludarlo mientras tocaban el suelo con la frente.
Entonces el espiral de odio.
La muerte de su padre, la muerte de los miembros de su familia. Al final solo quedaba Izuna, pero ambos eran demasiado estúpidos. Incluso si Madara compartía los mismos sueños que Hashirama, su familia era más importante. Hasta que fue muy tarde y se quedó solo en el mundo.
Izuna estaba en sus brazos, inerte, la sangre manchando sus ropas. Ese inútil de Tobirama lo había matado, le había quitado lo único que tenía.
Hashirama, él, hizo su mejor esfuerzo para calmarlo y lo ayudo a enfocarse en lo importante. Konoha, sí, eso era importante. Konoha sería una nueva oportunidad para los clanes. Incluso Hashirama tomo la decisión radical de disolver su clan. Gracias a eso, Madara pensó que hizo lo correcto. Sin embargo, la soledad. Sí, la soledad, por eso no mato a Tobirama aunque tuvo muchas oportunidades. No le daría a su amigo ese amargo dolor. El dolor de quedar solo en el mundo. Ese dolor tan amargo que se consume en cada comida y bebida. Que se respira en cada bocanada de aire.
Entonces, un día, escucho a Naoko cantar.
Su voz era preciosa, le traía los mejores recuerdos, como si volviera a ser niño y jugara de formas tontas con Hashirama. Su voz traía el calor del sol, el canto de las aves, el susurro del viento primaveral, de las campanillas que se agitan con el viento. Era el sentimiento más pleno y espiritual que hubiera sentido Madara. Y su sonrisa, sobre todo su sonrisa. Ella no tenía sharingan, pero su sonrisa llevaba el poder del amor y la amabilidad.
Madara siguió yendo a ver a Naoko, siempre se decía que era la última vez, pero incluso si no la iba a ver, la podía ver en sus sueños, sentada en el pasillo que pasaba por detrás de la casa, vestida con un kimono, el cabello oscuro y liso, la expresión pacifica en su rostro, una suave sonrisa en los labios. Al final, se rindió e incluso se la presento a Hashirama. Este último nunca lo dejo de molestar con Naoko. Idiota, pensó Madara, pero soltó una risita pensando en su amigo.
Sin embargo, los muertos volvieron del mundo espiritual y vinieron a visitarlo en sueños. Él estaba en la luz, ellos debían quedarse en la oscuridad, debían permitirle ser feliz. Naoko estaba embarazada, iban a tener un hijo. Iba a ser un gran guerrero, seguro que algún día lo superaba. Sin embargo, los malditos muertos no se podían callar y lo señalaron como un traidor. Su padre y hermanos le preguntaban ¿Para qué fueron nuestras muertes? ¿Para qué fueron nuestras muertes? ¿Para qué fuero nuestras muertes?
Entonces Madara se sintió inquieto y antes de desquitarse con Naoko, busco respuestas.
Él encontró la piedra en el monumento Uchiha y también a Setsu. Él había aprendido una gran verdad y si no seguía su camino, este espiral de muerte nunca se detendría. Al menos, eso creyó él.
Madara despertó en su cama con lágrimas cayendo por la comisura de sus ojos, miró los alrededores. Él reconoció las paredes, el techo, la luz tan clara, el estante con esos libros ininteligibles que su hijo tanto adoraba. Escucho unos pasos, eran sandalias de madera. Entonces vio a Hashirama venir en su dirección y le dijo —perdóname Hashirama, por favor, perdóname—
Madara tenía los ojos nublados de tantas lágrimas, así que no pudo diferencia a Hashirama de Kain. Este último se sentó en el borde de la cama con una expresión seria, pero sus ojos estaban tristes. Sin embargo, no dijo nada. Solo tomo el pañuelo húmedo en la frente de Madara, lo remojo en una fuente con agua, lo estrujo y después se lo volvió a poner en la frente.
—Tranquilo Madara, ahora todo está bien—
Madara quedó mirando a Kain, soltó una exhalación y volvió a cerrar los ojos. Esta vez, él cayó dormido y en paz.