Kasumi había sido devuelta a su celda, con las manos heridas y vistiendo harapos hechos con tela de un costal de papas. Prácticamente sus brazos y piernas estaban a la vista, y lejos de su anterior kimono, el único color que primaba era un gris sucio y desteñido. Sus manos aun continuaban heridas como parte de su castigo por querer escapar de la prisión. Esto le provocaba un gran dolor que, en conjunto con el frío, le proporcionaban un sentimiento a desesperación inigualable.
Kasumi estaba sentada en su cama hecha de paja. Se miraba las manos mientras estas le temblaban del dolor. Se había roto la uña del indicé y del dedo corazón a la mitad. Sus carnes estaban al rojo vivo y lo único bueno era que la sangre ya se había coagulado.
Por otro lado, el carcelero al otro lado de los barrotes sonreía al verla tan adolorida -¿Te sirvió de algo creerte tan inteligente?- preguntó
Kasumi levantó su mirada y lo miró llena de odio. Tenía el rostro pálido y tiritaba del puro frío. Sus ojos se pusieron acuosos y se pasó el dorso de sus manos para limpiarse las lágrimas. Después ignoro al carcelero y este último soltó una gran risotada. Muy feliz porque su travesura tuvo un final Feliz. Bueno, el único que murió fue ese tonto de Goto, quien, por alguna razón, acepto con gusto su muerte.
El carcelero negó pensando en cómo sonreía satisfecho antes de que lo decapitaran -¿Quizá que le dijo esta pequeña arpía?- murmuro
Sin embargo, varios gritos agónicos rompieron su concentración. Kasumi también los escucho miró hacia la puerta, al final del pasillo. El carcelero se levantó de su silla y camino hasta el final del pasillo, hasta pararse delante de una puerta metálica. La puerta tenía una pequeña rendija la cual se abría tirando de un pequeño visor hacia la derecha. El carcelero miró hacia el pasillo y vio a varios de sus compañeros en el pasillo siendo atacados por serpientes del bosque. De repente, el carcelero vio como una enorme boca con dos largos colmillos saltaba hasta el espacio del visor. El carcelero cerró el visor y se escuchó el fuerte golpe de la serpiente contra el metal.
El carcelero dio dos pasos hacia atrás y se agarró la cabeza con ambas manos, incrédulo de lo que estaba pasando. Nadie conocía su posición, de eso estaba claro. A menos… volteó para mirar a Kasumi, pero después negó, era imposible, era imposible. Ella solo llego hasta a la entrada de la cueva, era imposible que haya pedido ayuda. Entonces la imagen de una persona vino a su mente. Sin embargo, de nada sirvió imaginar al responsable de esta masacre. De repente sintió una fuerte mordida en su pierna y dio un grito de dolor. Al instante cayó al suelo, estirando sus manos para quitarse de la pierna lo que le había mordido, pero antes de que pudiera alcanzar a la serpiente, otra lo mordió en el brazo derecho, después de eso otra serpiente lo mordió en el izquierdo y sin darse cuenta, estaba siendo mordido por todos lados.
Kazumi se puso de pie sobre su cama de paja, mirando al carcelero como se retorcía de dolor y pedía auxilio. Kazumi negó, creyendo que esto era un mal sueño. Entonces vio al carcelero tiritar por última vez. Después de eso, las serpientes dejaron de morderlo y empezaron a moverse lentamente, reptando y tratando de encontrar a su siguiente víctima.
-o-
-¿Qué está pasando?- preguntó Yahiko desde su celda al escuchar los gritos que provenían del pasillo exterior. Estaba de pie, sosteniendo los barrotes y escuchando con suma preocupación los gritos agónicos.
El carcelero ignoro la pregunta impertinente de su prisionero y camino para ir a ver lo que estaba pasando afuera. Abrió la puerta metálica con miedo, solo para ser atacado por una docena de serpientes. Yahiko lo vio tratando de sacarse a una serpiente de la cara. Estaba gritando en agonía, pero por mucho que se movía o trataba de hacer un jutsu, en pocos segundos se vio mordido por varias docenas de serpientes. En menos de un minuto el carcelero quedó inerte.
Yahiko se puso pálido del miedo, pensó en que se tenía que defender, pero desde el pasillo escucho a alguien lanzado kunais.
-Vamos, despejen el área- grito alguien desde el pasillo -ayuden a repeler a las serpientes-
-Déjamelo a mi- grito otro y lanzó una larga llamarada que fue eliminando a las serpientes que había en el pasillo y estas escaparon en una nube de humo blanco.
-Maldición ¿Qué le paso al capitán?- grito otro -estas son sus serpientes invocadas ¿Por qué nos quiere matar?-
-No lo sé- grito otro -pero tenemos que buscar la manera de salir-
Yahiko abrió los ojos llenos de incredulidad al escuchar a los shinobis. Entonces entendió que tenía que salir de aquí, sí o sí. Junto chakra en sus manos y de un solo golpe boto la puerta de la celda y camino a paso rápido por el pasillo. Tenía que encontrar a Kasumi y huir de aquí. Sin embargo, por mucho que se esforzaran los shinobis en el pasillo, seguían viniendo más y más serpientes. Algunas se colaron en donde estaba la celda de Yahiko, bloqueando la única salida y reuniéndose con las otras serpientes que habían atacado al carcelero. Yahiko tuvo que retroceder y empezar a pensar en una forma de avanzar. Sin embargo, algo interrumpió sus pensamientos. De repente Yahiko escucho una fuerte explosión seguida por un temblor. Yahiko se tambaleo y miró en todas direcciones, pero fue incapaz de discernir la razón del movimiento telúrico. Después trato de avanzar, pero una vez más escucho otra explosión seguida por un movimiento telúrico. Después de eso todo se detuvo, y con miedo en su corazón, Yahiko trato de seguir avanzado en dirección a la salida, en donde lo esperaban las serpientes.
-Maldición, no se pongan en mi camino- grito Yahiko en un estado furioso, realizo una seguidilla de sellos de mano y dijo en un fuerte tono -Suiton, Suidan no Jutsu-. Entonces canalizo su chakra y escupió un torrente de agua por su boca con tanta fuerza que barrio a las serpientes que estaban entrando a la habitación. Después camino y abrió por completo la puerta que daba al pasillo exterior y miró en las dos direcciones. Esto era malo, muy malo, pensó. Se veían shinobis tirados a lo largo del pasillo. Todos siendo mordidos por serpientes. Se escuchaban gritos desde la escalera que daba al piso superior. También se veía a la derecha, al final del pasillo, a un grupo de shinobis luchando contra miles de serpientes que cubrían todo el piso del pasillo. Un shinobi lanzó un kunai a la cabeza de una serpiente, esta agonizo y al instante siguiente se transformó en una nube de humo blanco. Esto a su vez le ayudo a Yahiko a entender que todas estas serpientes eran criaturas invocadas. Si mataban al invocador, las serpientes desaparecerían. Sin embargo, ¿Cómo lo podía encontrar? Negó con su cabeza y camino por el pasillo hasta las escaleras que lo llevaban al piso inferior. Dudo por un instante, ignoraba adonde estaba Kasumi.
-No puedo dudar- dijo
Dio el primer paso para bajar por las escaleras, pero un rugido ensordecedor lo detuvo y un terrible calor lo alerto. Entonces se lanzó al suelo y vio como desde el piso inferior estallaba una terrible llamarada que subió por las escaleras hasta el descanso. Yahiko abrió los ojos amplios, transpirando sudor frio. Si ese fuego llegaba a subir por las escaleras y golpearlo de frente, se hubiera convertido en carbón. Ahora, lo que le llamo la atención era color inusual. Azul ¿Hay algún shinobi que tenga técnicas de fuego azul?
-o-
Kain, entendiendo que el capitán había tomado la decisión de matar a todos los que estuvieran en la prisión, pateo la rejilla del viaducto. Saltó y cayó al suelo de oficina. Después comenzó a recoger todos los papeles sin mirar lo que tenían. Siguió escuchando gritos agónicos, pero continúo recogiendo todos los papeles, amontonándolos en una sola pila y después los guardo en un sello, dentro de uno de sus pergaminos. Después miró en dirección hacia la puerta y notó que por lo menos, dentro de un radio de veinticinco metros, todos estaban muertos. Y si fuera de ese rango había alguno vivo, seguramente estarían agonizando, al mismo tiempo que estaban siendo mordidos por serpientes. Así que Kain realizo una seguidilla de sellos de manos -Katon- dijo -gokakyu no jutsu- entonces junto aire en sus pulmones y soplo una poderosa llama azul que rugió como una bestia furiosa. La llama se condenso en una gran bola de fuego que avanzo hacia la puerta y arraso con todo a su paso, hasta alcanzar la distancia de treinta metros y explotó en un mar de llamas.
Una vez que las llamas dejaron todo en silencio, Kain comenzó a moverse sin mirar los cuerpos rostizados y se perdonó a sí mismo por quemarlos. Después de todo, ellos ya estaban muriendo gracias al veneno de la serpiente. Kain comenzó a correr por el pasillo, metió sus manos a las mangas de su kimono y saco un kunai en cada mano. Llego a las escaleras y las subió, al mismo tiempo que trataba de mirar que era lo qué pasaba en el cuarto subterráneo. Sin embargo, el panorama era el mismo que en el quinto subterráneo. Un montón de cadáveres con mordeduras de serpientes por todos lados. Todos los cadáveres tenían la piel amoratada y algunos estaban mostrando rápidamente los primeros signos de necrosis. Era demasiado la cantidad de toxina que las serpientes habían inyectado en los cuerpos. Parece que el capitán iba en serio en eso de eliminar hasta el último de sus hombres. Las serpientes en los extremos del pasillo captaron a Kain en las escaleras y comenzaron a reptar en su dirección. Este último respondió lanzando una llamarada constante. Siguió subiendo los peldaños y dirigió el fuego a las serpientes que se le acercaban.
Una vez que pudo eliminar a la gran mayoría de las serpientes y llegar hasta el pasillo, miró en ambas direcciones. Las serpientes poblaban todo el piso, así que decidió lanzar una gran bola de fuego en ambas direcciones. Esto ocasiono un gran estruendo y un temblor dentro de la prisión.
Una vez que Kain neutralizo a la gran mayoría de las serpientes, empezó a buscar en las habitaciones con puertas cerradas y dio con una que tenía varias celdas. En una celda central, había una joven harapienta parada sobre una cama hecha de paja sobre un bloque de piedra.
-Váyanse- decía Kasumi, parada en un solo pie como si fuera una garza -váyanse, tengo mal sabor, estoy sucia. Váyanse-
Sin embargo, las serpientes que estaban mirándola desde el suelo, en la base del bloque de piedra que utilizaba como cama, poco caso le hicieron. Empezaron a reptar, trepando por el bloque de piedra y a medida que se acercaban al borde de la cama, Kasumi las pateaba lanzándolas lejos. No obstante, esto solo las enfurecía más. Las serpientes reptaban una vez más hasta el bloque, profiriendo agresivos siseos.
Kain miró el pasillo que pasaba por fuera de las celdas y noto que había varias docenas de serpientes apostadas en las esquinas. Entonces decidió avanzar lanzando una larga llamarada, como si el aire en sus pulmones fuera infinito. Fue barriendo a las serpientes y estas al ser golpeadas por el fuego, se fueron convirtiendo en pequeñas nubes de humo blanco.
Una vez que Kain llego a la celda de Kasumi, pateo la reja y lanzó una larga llamarada de fuego azul, eliminando a la mayoría de las serpientes. Entonces escucho el grito de Kasumi. Kain miró y noto que la joven harapienta estaba siendo mordida por una serpiente en el tobillo. Kain se movió rápido, esgrimiendo un kunai y decapito a la serpiente.
-Tu, tu- dijo Kasumi al borde del llanto, pero al notar que solo era un niño, trago su pena y le dio una mirada altanera -bien hecho- dijo -asegura mi escape y llévame lejos de este lugar-
Kain alzó la ceja y tuvo las ganas de pegarle un coscorrón. Hace solo un segundo estaba a punto de llorar, pero de repente se pone altanera, como si él fuera su sirviente. Tomo una profunda respiración y asintió.
-Vamos, es peligroso- dijo Kain -el lugar está lleno de serpientes. Pone cuidado donde pisas-. Entonces se dio la vuelta para salir de la celda, pero escucho a alguien toser.
-Espera- dijo Kasumi con la voz más sofisticada que pudiera poner -tengo el tobillo herido y no puedo caminar. Llévame-
Kain sintió que le palpitaba la ceja ¿Quién en su sano juicio se ponía mandona en esta mala situación? Se dio la vuelta para darle una mirada molesta, pero al verla con los ojos vidriosos, a punto de llorar, soltó un suspiro de cansancio. Camino de mala gana hasta Kasumi, quien era diez centímetros más alta que él y le ofreció su espalda. Kasumi se subió a la espalda de Kain y este le afirmo las piernas por detrás de las rodillas.
Entonces Kain comenzó a caminar y Kasumi a darle indicaciones.
-Tenemos que salir lo más rápido posible. No te preocupes por tus esfuerzos, serán recompensados-
-Sí, claro- dijo Kain en tono irónico -lo que tu digas. Sé lo que hay que hacer, así que cállate-
-Para ser tan pequeño y lindo eres bastante malhumorado- se quejó Kasumi inflando sus mejillas.
Kain negó con la cabeza y se detuvo a dos metros de la puerta de la salida. Por fuera se estaban reuniendo las serpientes de nuevo y le impedían llegar a las escaleras.
-¿Cómo te llamas?- preguntó Kain tirando su cuello hacia atrás y tratando de mirarla a los ojos
-Kasumi- dijo ella
-Bueno, Kasumi, necesito que te bajes por un momento. Me estas ahorcado y tengo las manos ocupadas sosteniéndote. Necesito lanzar un jutsu-
Kasumi frunció el ceño, piso con su pie bueno y se apoyó en un lado de la pared. Después miró al pequeño de cabello blanco realizar una seguidilla de sellos con sus manos. Se pregunto si el "jutsu" que iba a hacer este pequeño sería suficiente para eliminar a las serpientes que poco a poco estaban reptando en su dirección.
-Katon- dijo Kain con voz firme -gokakyu no jutsu-
Entonces lanzó una poderosa llamarada que rugió como un furioso dragón y Kasumi abrió los ojos grandes de la impresión. Primero pensó que era un fuego blasfemo, azul, como el que utilizan los espíritus y los demonios. Pero al instante siguiente se tuvo que cubrir los oídos para poder aguantar el rugido que soltaron las llamas. Entonces se asombró una segunda vez al ver el tamaño de la bola de fuego que formaron las llamas. Una vez que se formó la enorme bola de fuego, del tamaño del pasillo, voló arrasando la puerta de metal y parte de la muralla de la habitación. Avanzó hasta el centro del pasillo exterior y exploto como un mar de llamas. Kasumi levanto sus brazos para cubrirse, pensando que la ola de fuego azul la alcanzaría y espero durante unos segundos, pero todo estuvo bien. Más allá de sentir el terrible calor de las llamas, nunca se quemó.
Entonces bajo sus brazos y miró al pequeño de cabello blanco. Él estaba de pie delante de ella, como si pudiera enfrentar lo que sea en este mundo mientras le tendía la mano. Sus ojos eran fríos como el hielo mientras emitían un brillo peligroso. Sin embargo, Kasumi sintió que se podía confiar en él.