Musa, diosa, femme fatal y otros apelativos se merecía la figura de Barbara. Con sus más de cincuenta se mantenía en buena forma y fácilmente podría competir con Freya, la diosa. En medio del parque caminaba por el sendero desnuda al sol. Dejando que todo el mundo mire su hermosa figura. Por supuesto, no era perfecta. Se le empezaba a notar pequeños signos de piel de naranja en los muslos, sus senos seguían siendo dos melones, pero no estaban tan firmes como antaño y su abdomen tenía una pequeña curva. Ni por asomo la hacía ver fea, pero denotaba un poco el paso de los años. No obstante, según Cristina, era un cuerpo que llegaba a indignar al resto de las mujeres.
Por su parte, Kain solo la veía pasear. Barbara sonreía, caminaba dando giros como si estuviera bailando y volvía a él para besarlo. Kain sonreía con cada beso y la quería abrazar, pero ella solo soltaba una melodiosa risita y se escabullía de sus manos. Era como una hada del bosque. Seductora, fatal, que te llevaría al risco del amor y al final, te empujaría al abismo de la locura. Muy hermosa y graciosa, con andar elegante, contoneando su hermoso y redondo trasero. Sonriendo y enamorante con cada uno de sus movimientos. Barbara siguió avanzando, camino sintiendo la brisa de la tarde y calor del sol, dio dos giro que hicieron a sus enorme senos volar. Como si fuera un juego, volvió a Kain para besarlo. No obstante, esta vez, la hada del bosque no se pudo escapar. Kain la capturo por la cintura y la beso hasta quedar satisfecho.
Mientras seguían avanzándose por el parque, Cristina los veía amarse a plena luz del sol y se aburría de solo caminar y ser ignorada. Cristina se consideraba hermosa a sí misma, para nada despreciable. Se decía a sí misma, que si hubiera estado en la época en que Kain conoció a Lilia, ella sería la esposa principal. Se decía que no tenía nada que envidiarle a ninguna mujer. Sin embargo, estaba aquí, con una mujer que le faltaba poco para doblarla en edad, perdiendo puntos y la atención de Kain. De repente, el leve sonido a una cachetada despertó a Cristina. Fue Barbara quien le pego en la mano a Kain. Cristina vio como las manos del elfo ya no estaban en las caderas de la bella musa. Ahora estaban entre las nalgas de Barbara, abriéndolas y alargando sus dedos hacia el agujero. Barbara le dio una mirada acusatoria a Kain, como quien le dice que aún no es el momento adecuado. Kain solo sonrió ante la reprimenda. La beso de nuevo, introduciendo su legua, masajeando los glúteos y subiendo por la fina cadera. Se separaron un poco. Sin embargo, Kain le dio un último beso, le tomo el seno derecho con la mano izquierda y acercó su boca para lamerle el contorno. Después volvió a la boca de Barbara y al poco tiempo volvió al seno, intercalando entre los labios y el seno, hasta llegar al pezón y darle un pequeño apretón con los dientes. Barbara estaba agitada, jadeaba y miraba a Kain con lujuria. No obstante, aún se negó a ceder ante las insistencias de su amante.
-Aún no, debes esperar- le dijo Barbara entre jadeos y tratando de regular su respiración
-No me hagas esperar demasiado- dijo Kain con una sonrisa, nunca le soltó el seno derecho y antes de separarse, le dio una última lamida al pezón.
Barbara se separó y puso su mano derecha sobre su seno izquierdo en un intento de calmar su respiración. Una vez que volvió a ser la misma, sonrió una vez más y siguió caminando por el sendero, desnuda al sol, como dios la envió al mundo. Por otro lado, Kain miró a Cristina a su lado, la cual iba callada, pero con un claro rostro de disconformidad. Como siempre, su pelo rubio se le pegaba al rostro. Por otro lado, ella al igual que Barbara, llevaba un vestido verde claro demasiado seductor. De una tela muy delgada la cual remarcaba las finas curvas de su figura. Cristina noto la mirada de Kain y se acercó con un rostro de pena, como quien dice que la han ignorado y agraviado. Kain estiro su mano y la abrazo por el hombro. Cristina acerco su cabeza y la reposo en el pecho de Kain mientras caminaban uno al lado del otro. Kain poco a poco fue bajando su mano, acariciándole las caderas, pasándole la palma de sus manos por las nalgas. Con un movimiento sutil, le levanto la falda y poco a poco introdujo sus dedos entre las paredes de los muslos. Cristina y Kain veían por delante de ellos, como Barbara danzaba en el sendero, caminaba contoneando sus caderas y a veces se agachaba en peligrosas posturas que dejaban su ano y su vagina a la vista. Cristina creció en la indignación, pero no podía expresarlo mucho. Sentía como los gruesos dedos del lord pasaban por encima de su ropa interior. Era un tacto firme y sutil. El cual delineaba sus labios, haciendo el camino de ida y vuelta, con un revés alcanzando su ano y volviendo a los labios. Sentía que sus piernas eran de hilo, las cuales no tenían fuerza. Sentía que si no se afirmaba al lord con ambas manos, caería al suelo porque sus piernas ya no daban más. En ese momento, Kain se detuvo y agacho su cabeza para besarla. Cristina lo correspondió. Estiro su lengua para saborear el néctar de su boca mientras sentía el firme tacto, ahora en su seno izquierdo. No obstante, el vigoroso digitado sobre su ropa interior no había cesado. Sintió como el lord, finalmente surco el muro de la ropa interior e introdujo su dedo por su húmedo agujero. Cristina se sintió febril, se sintió viciada por un sentimiento lujurioso. Lo quería ya, pero alguien los interrumpió.
Barbara carraspeo con sutileza y con un rostro molesto, le dijo -Kain, creo que me dijiste que en un amplio rango de espacio no había nadie-
Por su parte, Kain interrumpió su beso con Cristina y miró a Barbara con una sonrisa -por supuesto- dijo con su voz ronca -pero eso fue hace veinte minutos. Cualquier persona puede surcar quinientos metros en unos pocos minutos. No te preocupes, dame tu mano y mira lo que hago-
Barbara un poco disconforme, estiro su mano izquierda y fue apresada por la derecha de Kain. Este último miró a ambas mujeres y después miró hacia la distancia. A unos cien metros, por entre medio del sendero y árboles, se veían dos caballeros de Millis. Iban conversando de la manera más relajada posible. Ellos vestían una armadura azul y sobre sus hombros llevaban una capa blanca. La espada ceñida a su cintura, tintineaba con el contacto de su armadura a cada paso que daban. Kain junto su energía y realizo el hechizo, cuerpo oculto.
Desde su derecha, entre asustada y asombrada, Barbara pregunto -querido ¿Por qué te ves cómo transparente?-
-Eso, bueno- dijo Kain -tú me puedes ver transparente, pero los caballeros no nos pueden ver. A menos que ellos se acerquen a nosotros a una distancia de dos metros, no nos podrán ver-
Barbara asintió y mientras mantenía las manos entrelazadas, sintió un viento cálido que pasaba por sus piernas. Escucho más claro el ruido de las pisadas y el tintineo de las espadas. Kain y compañía se alejaron del sendero y los caballeros pasaron a unos diez metros de ellos. Por supuesto, no los vieron. Una vez que se fueron los caballeros, Barbara dejo escapar un suave suspiro. Kain la escucho y se rio.
-Pensé que te gustaba la emoción de andar desnuda- dijo Kain
-No es eso, solo tenía curiosidad, una de mis amigas lo menciono una vez- respondió Barbara
-Pensé que la dama- dijo Cristina con un cierto toque de sarcasmo -solo estaba caliente y quería que la hicieran por detrás mientras era observada por extraños-
-Para ser una muchacha, eres bastante insidiosa-
Cristina bufo y Barbara también hizo lo mismo. Esta no era una buena combinación. Al parecer, Cristina se sentía amenazada por Barbara. Kain pensó un poco en la situación, asintió y miró a los alrededores. No se veía a nadie y por lo menos, no vendría nadie en un buen rato. Busco una banca de madera y la encontró a unos cincuenta metros. Bajo la sombra de un árbol frondoso. Solo pasaba la luz necesaria, así que el lugar era perfecto. Kain asintió nuevamente y deshizo su magia.
-Sácate la ropa Cristina- dijo Kain
Cristina se puso nerviosa, miró a los alrededores y con cierta reticencia acepto. Se saco su seductor vestido verde claro y quedo desnuda a la luz del sol. Ya eran las siete de la tarde, pero aún quedaba bastante luz del día. Un cuerpo esbelto, con pequeños senos y un monte de venus rosado quedo a la vista. Incluso Barbara le dio una mirada y asintió con cierto toque de admiración.
-Vamos allá- dijo Kain apuntando al banco. Ambas mujeres lo tomaron de la mano y caminaron mirando los alrededores. Por los alrededores, solo se escuchaban las pisadas de Kain y los tacones de las damas.
Una vez que llegaron a la banca, Kain se sentó e invito a las damas a sentarse en sus piernas. Primero fue Barbara y después Cristina. Ambas damas intuían que era el momento de la verdad. A través del pantalón de Kain se veía un bulto largo y cilíndrico que les indicaba que él ya no podía aguantar más. Barbara comenzó con un tierno beso, después atrajo el rostro de Kain colocando sus dos manos en las mejillas y besándolo con la sutileza de amor. Por otro lado, Cristina los miraba pero no tuvo tiempo para quejarse, puesto que Kain continuo donde había dejado todo. No obstante, Cristina no se dejó estar. Le empezó a besar el cuello, pasando su mano por entre los botones de la camisa. Bajando hasta el pantalón, alcanzado la base de su miembro viril y acariciándolo por fuera del pantalón.
Barbara beso a Kain sintiendo la humedad de su boca, jugando con su lengua y forzándolo a perseguirla. Ella sonreía como si fuera una broma y le fascinaba impacientarlo. Calentarlo al punto de que ya no pudiera más y la atacara. La reacción no se hizo esperar. Kain estiro su mano y le acaricio con firmeza la nalga derecha. La buscaba con sus labios, la saboreaba con su lengua, pero ella lo jugaba apartando su cara y haciéndolo desesperar. Kain la apretaba de la nalga y la acercaba a su cuerpo, pero ella se burlaba, lo provocaba con su lengua, lo enamoraba con sus labios y lo intoxicaba con su saliva. Era una hada, coqueta y seductora. Por otro lado, cómo Cristina estaba caliente y no le gustaba mirar como otros se divertían, se levantó de la pierna de Kain y se agacho a la altura de la banca. Se acerco al pantalón de Kain y con dedos ansiosos, saco el miembro viril. Ni siquiera en sus dos manos le cabía a lo largo. Ella miró a Kain, pero él estaba concentrado tratando de alcanzar la boca de Barbara. Así que Cristina no se preocupó más y se metió el pene de Kain a la boca. Primero con tiernos besos, haciendo todo el camino, desde glande, pasando por el tronco hasta llegar a la base. Tomando las bolas con las manos y masajeándoles con suavidad. Después hizo el camino de vuelta a la punta y aparto la piel. En ese momento lo introdujo en su boca y lo estimulo con sus mejillas internas. Lo lamió, lo beso y chupo hasta que Kain ya no pudo aguantar más el calor y la miró hacia abajo. Puedo ver a la hermosa mujer con su rostro enmarcado por sus finos cabellos rubios. Sus senos del tamaño de una taza de té, destacan por su firmeza y el pezón rozado que coronaba la mama. Para ese momento Kain ya estaba erecto y la punta de su miembro apenas caía en la boca de Cristina. Kain miró a Barbara y ella asintió. Cristina sería la primera, sin embargo, Kain no movió su vista sin antes darle un apasionado beso a Barbara y lamerle el pezón izquierdo.
Después de eso, Kain acostó a Cristina sobre la banca y se desnudó así mismo. Cristina tiraba de sus piernas y las encogía formando una eme. De esa manera su sonrosada vagina y su pequeño ano quedaron expuestos a la luz del sol. Kain se saltó los protocolos de rigor y quiso darle una probada al plato principal. Paso su lengua por el ano, jugando con el agujero, subiendo poco a poco por los labios y succionando el clítoris. Cristina tenía una mirada febril. Si dijera que no tenía miedo sería una mentira. Le daba miedo el ser vista por extraños. No le gustaba el estar expuesta a la luz del sol. No obstante, este hombre lo hacía ver todo tan normal. Le inspiraba un sentimiento tan placido que no le veía ningún inconveniente. Incluso si la llegaran a ver siendo cogida por detrás y gimiendo como una perra en celo. Cristina pensó que todo era tan onírico. La luz del sol, el follaje de los árboles, el amplio cielo azul. Kain con sus facciones élficas y un cuerpo pecaminoso. Cristina siguió afirmando sus piernas y sintió como la tibia lengua pasaba por sus nalgas, jugaba con su ano, besaban sus muslos y se acercaban a donde ella quería que llegara. No obstante, no fue rápido; fue agónico, lento y al final satisfactorio. Justo cuando Cristina se empezaba a desesperar, Kain llego a su clítoris y cuando él lo beso y lo acarició, Cristina se sintió como en el cielo. Jadeaba como si hubiera corrido una maratón, sentía que el calor de su cuerpo era demasiado. No obstante, ahí no termino, porque cuando pensó que iba a alcanzar el clímax, todo se detuvo. Ella miró con ojos febriles a Kain y lo vio dirigiendo su enorme pene a su vagina. Sin embargo, igual que como al principio, él no fue directo. Primero dejo que Barbara abriera su boca grande y lamiera la punta. Después de eso, hizo su camino a Cristina. Tomo la punta y la embetuno en los jugos de la vagina, los cuales no eran pocos. Siguió con ese juego y paso el glande por el ano de Cristina, después por los labios, rozando el clítoris y bajando a la vagina. Se introdujo un poco, pero no demasiado. Cristina le decía con sus ojos que era malo y Kain lo disfrutaba. Disfrutaba viendo a una Cristina agónica, lujuriosa y en celo. Una mujer que le pedía entrar y acabar con ella. Ya cuando Cristina ya no pudo aguantar más lo pidió en un hilo de voz, como si estuviera sufriendo.
-Por favor, por favor, dámelo- dijo Cristina y Kain la complació
Kain se introdujo poco a poco, estirando la vagina de Cristina y haciéndola agonizar en el proceso. No obstante, Cristina misma movía sus caderas y Kain utilizaba su pulgar para jugar con el clítoris. Los gemidos de Cristina se hicieron más sonoros. Con el calor de la tarde y la incesante penetración traspiraba por todo lados. Por otro lado, sentía que todo su cuerpo estaba sensible y que donde la tocaran sería erógeno. Paso con sus caderas, ya que Kain la tomo de ahí y la levanto para sentarla sobre su miembro viril. Eso le dolió un montón, pero no se detuvo, el calor del momento no se lo permitió. Ahora ella estaba sentada sobre las piernas de Kain mientras él la sostenía de las caderas. Cristina sentía la agonía del orgasmo y del dolor. Ambas cosas venían en igual medida y le hacían perder la razón. Por otro lado, sus gemidos se habían detenido, ahora era besada, deseada y poseída por el elfo. Era estimulante besarlo mientras cabalgaba sobre el miembro. Hasta que sintió ese sentimiento intoxicante y solo atino a abrazar a Kain con todas sus fuerzas. Su cuerpo y su alma tiritaba mientras su cerebro se fundía. Todo se volvió blanco y solo recobro la conciencia un tiempo después cuando empezó a escuchar sus jadeos. Era largos y ásperos, como si ya no le quedara aire en sus pulmones. Su cuerpo estaba todo traspirado y podía sentir el calor en su vientre. Ella sonrió y se rio mientras levantaba la vista y miraba a Kain, el cual también sonreía. Él la beso y ella a él, así permanecieron durante un instante y después de eso, Cristina sintió el cansancio en su propio cuerpo. Estaba exhausta. Por su parte, Kain la dejo reposar sobre la banca y salió de ella.
Barbara que los vio correrse de manera tan salvaje, se empezó a consentir ella misma. Pasaba sus manos por su vagina y sus tetas, pero el tacto no era el mismo. Necesitaba a Kain y una vez que él salió de Cristina. Barbara se agacho y le comenzó a lamer el pene. Quería estimularlo lo antes posible, antes de que sus propios dedos la hicieran correrse. Porque mientras lamia el pene de Kain y succionaba los jugos de Cristina, no paro de jugar con su clítoris. La desgracia paso, pensó Barbara y a los dos minutos, Barbara se corrió con sus propios dedos. Cayó al suelo sintiendo el sentimiento de placer, pero no era lo mismo. Su mente no se fue a blanco y su cuerpo no estaba sensible. Sin embargo, sus esfuerzos no fueron en vano. Kain no estaba todavía en un estado óptimo, pero eso no le impedía ocupar su boca. Levanto a Barbara y le pidió a Cristina que le diera espacio. Cristina se trató de levantar pero sus delgadas piernas no la podían sostener. Así que solo se sentó en una punta de la banca. Por su parte, Kain posiciono a Barbara sobre la banca y le comenzó a comer la vagina. Barbara gemía, primero fue suave y después descarado. Kain la tomaba de las nalgas y sacudía su cabeza para devorarle toda la vagina. Barbara sentía que venía, ella movía sus propias caderas buscando ese momento hasta que llego. Su mente se fue a blanco y contrajo sus muslos de forma involuntaria. Kain no se apartó y siguió lamiendo el clítoris prolongando el orgasmo.
Barbara al final recupero su conciencia unos minutos después, cuando esta vez, escucho el tintineo de las espadas. Trato de ponerse en pie, pero no pudo y solo pudo mirar hacia arriba. Sobre su cabeza se veía el rostro de Cristina y a la altura de su vagina, Kain. No obstante, era el Kain transparente. Así que se relajó.
Una vez que los caballeros estuvieron bien lejos, Barbara dijo -querido, no me puedo mover-
-No te preocupes- respondió Kain deshaciendo su magia -por ahora no lo necesitas- y posicionándose entre las piernas de Barbara, levanto con su mano derecha su pene erecto.
-Espera, espera- rogo Barbara -estoy sensible, espera un poco-
-Oh querida, no te preocupes, si te desmayas te llevare, así que disfrútalo-
Barbara tenía su vagina tan mojada que hizo un sonido de succión cuando Kain entro en ella. Después de eso, su vagina hizo muchos sonidos, pero todos fueron acallados por los gemidos de Barbara mientras llegaba una y otra vez al orgasmo.