Capitulo picante, pero entretenido, disfrútenlo.
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Esa noche Kain gano setecientos millones de valis y una gran reputación, todo cortesía de la familia Zeus. El dios acepto la situación porque las armas eran de calidad. Él mismo lo podía decir con su basta experiencia. Sintió un escozor rectal al admitirlo, pero lo dejo ser, todo sea por la gloria de su familia. Por otro lado, le había ofrecido a Hera parte de las armas, como una forma de apalear los gastos, pero ella se negó. En medio del palco y en voz baja discutían.
-No necesito las armas- dijo Hera con un tono gélido
-¿Por qué?- pregunto Zeus -puede que sean las armas de ese hijo de puta, pero son buenas armas-
-No las necesito. Dudo que Irene alguna vez pueda usar su mana como corresponde. Además, aparte de Jason, nadie en mi familia ocupa lanzas-
-¿Y las espadas? Podrían servir para tus otros hijos-
-No lo creo, así que deja de insistir-
-Como quieras, pero después no digas que no te lo ofrecí. Bueno, no te puedo culpar, es casi un robo…-
-No digas eso- lo interrumpió Hera y por fin lo miró a los ojos -tú mismo estas conforme con las armas. Además, deja de buscar pelea con Kain-
-¿Por qué lo llamas por su nombre?- pregunto Zeus en un tono molesto
-Porque va a menudo a entrenar a los muchachos. Su trabajo es impecable, así que lo menos que puedo hacer, es llamarlo con respeto-
-El solo un don nadie-
-Por ahora, pero nadie sabe el día de mañana. Así que deja de buscar pelea con él-
-¡Maldición! Soy tu marido, deberías defenderme, no a él-
-¿Te recuerdo como te volviste mi marido?- le pregunto la diosa Hera en un tono bajo que se remarcaba con indecible furia
-¿No lo vas a olvidar?- le pregunto Zeus como tratando de desentenderse
-No, nunca. Y si fueras tan inteligente como crees ser, dejarías de pelear con Kain y tratarías de ganar su lado bueno-
-Soy el rey de los dioses ¿Por qué tendría que preocuparme por un pequeño mortal?-
-Aquí no lo eres. ¿Te acuerdas?, esto es Orario. Otro, mundo-
-Hasta el momento sigo gobernando-
-Quizás, por ahora, pero nadie sabe el día de mañana. Si en algún momento llegamos a caer por lo bajo, que no te sorprenda si nos corretean de Orario-
-Ridículo. Eso nunca va a pasar-
-Como quieras, pero te diré algo "rey de los dioses"- dijo Hera mientras se paraba de su asiento -mis tres aventureros, los discípulos de ese "pequeño mortal" recibieron armas como las que se vendieron hoy. Mi familia gano trescientos millones de valis solo siendo respetuosos- se dio media vuelta y abandono el palco.
Zeus quedo con la boca abierta. Pensó que le habían pegado en la cabeza de lo atontado que se sentía. Pero recobrando sus sentidos, pensó que estaba bien, no podía bajar la cabeza ante un insignificante mortal.
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Como a eso de las doce de la noche termino la subasta. Kain y Lilia fueron a dejar a la diosa Hephaestus. Después de eso hicieron su camino hasta la torre de Babel y como a eso de las una de la madrugada, se alojaron en un hotel. El hotel era bastante caro. Estaba construido en la misma torre, unos pisos por debajo del piso de la diosa Freya. Era un lugar exclusivo y no cualquiera podía venir aquí. Salvo que fueras invitado por la dueña, la diosa Hera, o hicieras un reservación con tiempo. Kain había hablado con la diosa, le pidió su mejor habitación, a cambio él le pagaría el monto que ella quisiera. En ese momento estaba desesperado. Catalina le había recordado su aniversario, pero eso solo fue hace un poco mas de un mes, antes de aventurarse en el calabozo. Sin embargo, la diosa Hera no le pidió nada. Le dijo que desde ahora en adelante, él era dueño de la suite y que la podía ocupar cuando quisiera. Kain desconfió en su momento, pero si lo piensa ahora, la diosa fue muy astuta. Se acordó de las palabras de Claire, tía de Catalina: "a los hombres poderosos les gusta la sinceridad". Así que al final Kain acepto y se quedo con la suite.
Una vez que subieron por el ascensor (un maravilloso artefacto similar a los que se encontraban en el castillo de Lothric), llegaron a la planta alta. Un piso por debajo de Freya. En ese lugar los esperaba una mujer madura, tenía una sonrisa de negocios, llevaba su pelo castaño amarrado en un moño y un vestido largo que no dejaba nada a la vista. Usaba unos lentes que le daban un aire intelectual. La mujer no perdió en ningún momento su sonrisa y se presento con elegancia -buenas noches maestro Kain. La diosa Hera me pidió que lo asistiera en esta velada. Ya están listan las cosas que había solicitado-
Kain actuó con total naturalidad y le respondió -muchas gracias. ¿La comida esta lista?-
-Sí- respondió la mujer -para que no se enfrié la colocamos en un horno que mantiene la temperatura-
-Eso es bueno ¿y el vino?-
-También esta preparado ¿Cuándo desea que le traigamos el postre?-
Kain miró a Lilia y ella dijo -en una hora mas. A propósito ¿Cuál es el postre?-
-Panqueque con manjar y helado-
-Para mi helado de vainilla- pidió Lilia
-Lo mismo- agrego Kain
La mujer asintió y los invito a pasar a la suite. El lugar era amplio, casi como un casa. Tenia una recepción, un comedor, una cocina y una habitación. Era tan amplio que una familia de seis personas podría vivir cómodamente. La alfombra y las cortinas eran de un color arena. Los muebles de un color café claro y la parte principal. Por lo menos para Kain, la cama era grande y esponjosa. Una vez que la mujer les mostro la suite, se despidió. Por otro parte, Kain y Lilia se desvistieron y se fueron al baño. Había una gran tina de ocho metros cuadrados por un metro de profundidad. Kain lleno la tina hasta la mitad y calentó el agua. Lilia se metió a la tina y le dijo -bien, justo como me gusta-
Kain ni tonto ni perezoso, se metió a la tina. Lilia se movió hasta él y se recostó sobre su pecho.
-¿Te gusta?- le pregunto Kain mientras le tiraba agua en la espalda. El agua caliente relajaba los músculos y Lilia siempre se quejaba de sus hombros.
-Sí- respondió Lilia con una voz suave, sonaba complacida. Daba la impresión de ser un gato en completo descanso, como si la hubieran colocado en un lugar acogedor para dormir.
-Me alegro- respondió Kain y la abrazo. Le dio un beso en la frente. Lilia a su vez levanto su rostro y le dio un beso en los labios. Compartieron un par de besos y durante unos quince minutos, estuvieron tranquilos, descansando en el agua caliente. Al rato salieron, se colocaron una bata cada uno y fueron al comedor. Allí abrieron las cortinas y miraron a Orario por el gran ventanal. La oscuridad cubría la ciudad. Si había luz, eran las hileras de luces que iluminaban las calles y principales avenidas. Salvo que había un gran sector iluminado. Algo que la vez anterior, cuando Kain visito a Freya, no se veía.
-¿Sabes que es eso?- pregunto Kain
Lilia frunció el ceño y le dijo -es el nuevo barrio rojo-
-¡¿Oh?!-
-¿Qué Oh?- pregunto Lilia enojada -no te quiero ver ahí-
-No he dicho nada. Solo me sorprendió. Eso no estaba ahí-
-Mas te vale-
-Ven, vamos a comer-
-Bien- respondió Lilia
A diferencia de otras veces, Kain sirvió la comida. Por lo general, Lilia siempre lo hace, pero de vez en cuando es bueno invertir los roles. Claro, el servirse ellos mismo les quito elegancia a la comida, pero le dio ese toque privado que a veces hace falta. Con la adición de numerosas esposas e hijos, Kain y Lilia no habían pasado un tiempo tranquilo en mucho tiempo. Siempre que quieren hacer algo son incomodados. O son los niños o son las otras esposas. Así que ahora, Lilia sonreía de principio a fin. Al cabo de media hora, conversaron, comieron la mitad de sus plantos y el resto se enfrió. Tomaron algunas copas de vino, siguieron conversando, hasta que Kain invito a Lilia.
-Por que no vienes aquí- pregunto Kain mientras se palmeaba el muslo
Lilia hizo una suave sonrisa, tomo su copa y se sentó en los muslos de Kain. No dijeron mucho, solo se besaban y acariciaban. Una vez que las copas se vaciaron, Kain y Lilia se miraron a los ojos. De repente se abrazaron con pasión y se comenzaron a comer a besos. Lilia con sus finos dedos buscaba desabrochar la bata y Kain acariciaba las generosas nalgas. Sus manos subieron como si estuviera moldeando esas apretadas caderas, pasando por la espalda y los abrazos. Separaron sus labios por un momentos. Sus batas estaban abiertas y se miraban llenos de anticipación. Llenos de deseo. Lilia se sentó a horcajadas. Kain roso la vagina de Lilia, pero no entro. Solo el roce, el juego y la sensación de calor entre los genitales. Lilia miró a Kain a los ojos y tomando el pene con su mano derecho, lo condujo a su vagina. Nunca quito la vista de Kain, lo miraba con soberbia mientras se iba sentando. Kain quería introducirse por completo en ella. Hacer un desastre y correrse en su interior. Sin embargo, Lilia tenía otros deseos.
-No, déjamelo a mi, me gusta enérgico y feroz. Pero hoy que sea lento-
-Esta bien- respondió Kain. La abrazo y le beso los labios. Después se concentro en los generosos senos. Lilia por otro lado, movía sus caderas. Restregando su vagina de atrás y hacia adelante. Hacia los lados e invirtiendo la dirección. No obstante, se concentro demasiado en sus caderas y perdió de vista a Kain. Sus ojos estaban cerrado, sentía un agradable cosquilleo, hasta que de repente, sintió una fuerte estimulación. Ella abrió los ojos y miro a Kain. Él sonreía, parecía un niño realizando una travesura. Con una mano estimulaba el clítoris y con la otra jugaba con las tetas. Su pulgar dibujaba círculos sobre el clítoris, haciendo que Lilia sienta mas placer. Como efecto reflejo, Lilia tiro su cabeza hacia atrás y se mordió los labios.
-Amor, sigue así, así es bueno…- dijo Lilia con una voz ahogada. Sentía que su cabeza daba vueltas y pronto acabaría. Kain la abrazo y comenzó a introducirse mas y mas, hasta llegar al cuello del útero. Siguió estimulando a Lilia tanto por dentro como por fuera y después de unos dos minutos, Lilia dio un grito ahogado, curvo su espalda tanto que Kain tuvo que retenerla para que no se cayera y la sostuvo. Los cuerpos se habían puesto sudorosos. No se habían movido de la silla, pero sudaban como si hubieran corrido durante varias decenas de minutos.
Kain le pregunto -¿acabaste?-, pero Lilia no contesto, seguía sintiendo la oleada de placer. Moviendo sus caderas y tratando de abrazarse a Kain. Un minuto después, Lilia miraba a Kain cansada. No obstante, Kain salió de Lilia y le pregunto -¿estas bien? ¿acabaste?-
-Sí- respondió Lilia, se sentía lánguida -pero tu no-
-Así es, así que ahora es mi turno-
Se escuchaban el golpetear de la piel contra la piel. Entre sudor y jadeo, se decían que se amaban. Hasta que se escucho un fuerte -KAIN- y seso el golpeteo. Ahora ambos estaban igual de lánguidos, sudorosos y jadeando. Sonreían el uno al otro mientras seguían sentados sobre la silla.
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Como nunca antes, la diosa Hera le pidió a la gerente de su hotel que trabajara de Noche. No era nada sexual, como muchos dioses tienen por costumbre. La diosa le pidió que atendiera al nuevo dueño de una de las suite, algo que la misma gerente encontró escandaloso. ¿Quién pudo haber comprado tal lujo?. La gerente pensó en algún noble, a lo mejor Zeus u otro dios de con esos niveles de riqueza, pero la diosa le dijo que no tenía nada que ver. Ella le había regalado la suite a un buen hombre. Algo que dejo a la gerente con la boca abierta. En su mente los dioses habían alcanzado un nuevo nivel de hedonismo ¿Quién regalaría trescientos millones de valis así como así?. Solo los dioses, dijo en su mente.
Como a eso de la una de la madrugada llego la pareja. Uno era un hombre guapo, alto, de pelo blanco y con rasgos élficos. Por otro lado la mujer era una hermosa pelirroja, con un largo vestido de gala que acentuaba sus finas caderas y sus enormes senos. La pareja fue educada y la gerente hizo su trabajo. Nunca ha fallado y esta no será la primera vez. Después de explicarle todo a la pareja, los dejo solos. Se fue a la cocina del hotel y le pidió al cocinero que trabajara en las ordenes. Solo el postre faltaba y por supuesto, ella misma lo llevaría. Como a eso de las dos de la madrugada, subió a la suite. Todo estaba en calma, o eso parecía. Porque nada mas llegar al comedor, se encontró con un espectáculo obsceno. La pelirroja apoyaba sus manos sobre la mesa, mientras el elfo la embestía por detrás. Entre gemidos y embestidas, la mesa se movía, sonaban los cubiertos y las copas se caían. Una botella se cayo, rodo por la mesa desperdigando el vino y cayo al piso. Una fuerte quebrazón de vidrio interrumpió a la pareja. Entre jadeos y sudor miraron a la botella, no le dieron importancia y continuaron. Mientras seguía sonando el rechinar de la mesa y el tintinar de los cubiertos. La gerente dejo el postre en una mesita de la entrada y salió de la habitación.
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Mientras Kain y Lilia tenía su momento a solas, Catalina se había ido con Tali a beber. Las acompañaban otros aventureros de la familia Frigg. Fueron al lugar de siempre, un local hecho de madera, con un aspecto bastante rustico pero agradable. Era tan de campechano, que el dueño del local, había colgado el asta de un toro en la muralla, sobre la repisa donde estaban las botellas. El ambiente como a eso de las doce y media de la noche era animado. El local estaba lleno. Al menos cuarenta aventureros despotricaban entre risas y gritos. El aroma a licor llenaba el aire. No obstante, Catalina hoy no estaba de humor. Su estúpido marido le había dicho que no le enseñara magia a su hijo. Algo que la saco de sus casillas. Así que bebía, compartía con otros pero no les ponía mucha atención. Como a eso de las dos de la mañana. Solo quedaban Tali y Catalina en el local. Mientras la amazona escuchaba, Catalina lanzaba insultos sobre su marido. Nada serio, solo cosas como: estúpido orejas largas, mandón e imbécil.
La amazona, un poco cansada de todas las quejas, le pregunto -¿ya terminaste de quejarte?-
-Todavía no- dijo Catalina algo enojada -cuando llegue a casa lo voy a agarrar de las bolas y me va a conocer. Lo tendré comiendo mi vagina durante toda la noche-
-Jajajajaj, si la dama Frigg te escuchara se enojaría-
-Cállate enana, no le vayas a decir-
-Fú, no me digas así. Solo soy un poco mas pequeña que tu-
-¿Oh, en serio?- pregunto Catalina con una sonrisa burlona. Como estaba sin chaqueta, hizo un poco de fuerza y saltaron dos botones de su blusa. Su gran escote era visible. Cosa que a su vez, causo la furia de la amazonas.
-¿Quieres pelear, maldita tetona?- le grito Tali
-Cuando quieres, maldita tabla- le contesto Catalina
Ambas se pararon listas para agarrarse a puñetazos, pero alguien las detuvo
-No deberías pelear en la calle, Catalina-
Esa voz era conocida, al menos para Catalina y Tali. Ellas se voltearon y se encontraron a Kain. Vestía su ropa usual. Una camisa, pantalón y botas. No andaba con su anillo azul, pero Catalina supuso que se lo paso a Lilia. Que es la que normalmente, maneja las cosas de la casa.
-¿Qué quieres orejas largas?- le pregunto Catalina, perdió toda su voluntad de luchar. Se sentó y se sirvió otro trago de wiski. También le sirvió a Tali. Ambas amigas estaban frente a frente, una enojada y la otra incomoda. No hay nada mas problemático que la discusión de un matrimonio.
-Nada- dijo Kain en un tono inusual, sonaba demasiado condescendiente. Él hizo su camino hasta Catalina, tomo una silla y se gano a su lado. Paso su mano por la pierna, pero Catalina lo repelió. Ella le dio una mirada molesta y Kain una sonrisa amable. Entonces Catalina sintió un fuerte dolor de cabeza, como si le metieran una aguja por la frente. Se aparto un poco y se acaricio la frente. Murmuro -maldito seas-. Pero después de un rato volvió en sí. Le dio una mirada a Tali que solo ellas dos entendieron.
-¿Te sientes bien?- pregunto Kain
-Sí- dijo Catalina en un tono seco, ya recompuesta del dolor. Le dio un sorbo a su vaso y empezó a conversar con Tali. Estuvieron conversando de algunas cosas triviales durante quince minutos. Kain quedo de lado y cuando se aburrió, volvió a mirar a Catalina a los ojos. Catalina reacciono de nuevo, masajeándose la frente. Era el mismo dolor y gracias a esto, estuvo segura de algo.
Catalina se sirvió el saldo de la botella. Le hizo señas al cantinero que en ese momento limpiaba las botellas. El cantinero se negó y le dijo -tengo que cerrar, solo te estoy esperando a ti-
-Lo siento, amigo mío- respondió Catalina -ya me voy para mi casa ¿Qué hora es?-
-Falta poco para las tres de la madrugada-
-Lo siento-
El cantinero limpio otra botella y soltó una risa -eres una de mis mejores clientes, no hay problema- respondió
-Gracias- dijo Catalina. Después miró a Kain y le dijo -tu no eres mi marido. Eres un hijo de puta, así que deja de actuar-
-¿Qué dices? Soy yo, Kain. Llevamos casados mucho tiempo- respondió el tipo. Internamente, no recordó haberse equivocado en nada.
-¿Eres idiota?- respondió Catalina -mi marido me conoce muy bien. Sabe que cuando ando cabreada, lo peor que puede hacer es ser condescendiente. Además, deja de ocupar tu mierda de encantamiento. Cada vez que lo haces me da dolor de cabeza, es insoportable- se tomo la copa de wiski al seco. Después le dio una sonrisa burlona al supuesto Kain y le dijo -necesito ayuda, veamos como funcionaba-
Entonces Catalina se puso de pie. El falso Kain también hizo lo mismo. No obstante, no esperaba que Catalina, una maga, le diera un puñetazo. El falso Kain salió volando, choco contra la pared y la atravesó cayendo a tres metros de la muralla. Sus gemidos se empezaron a escuchar, pero nadie le hizo caso. A los segundos después, la figura de Kain se deshizo y quedo un hombre. Tenía el cabello blanco igual que Kain, pero se veía viejo y llevaba una barba. Algo que un elfo lampiño nunca tendría. Era el buen dios Zeus, que volvía a sus andanzas.
Antes de que alguien dijera algo, Catalina le pregunto a Tali -¿Cómo cuanto es eso?-
-Nivel dos, casi nivel tres- respondió Tali en total calma mientras se tomaba el saldo de su vaso
-Maldición, todavía falta pulir. Cuento contigo-
-Bueno, siempre es bueno tener un compañero de entrenamiento- respondió Talia. Como una de las veteranas, le tocaba entrenar a los novatos. Cosa que últimamente se estaba haciendo difícil. Muchos se escapaban o preferían esperar a otro miembro de la familia.
-Enana, si sigues golpeando tan duro a los novatos, nadie va a querer entrenar contigo-
-¡Mira quien lo dice!, tu también los golpeas fuerte. Solo quieren entrenar contigo por esas bolsas de grasa-
-¡No es grasa! Maldición. Mi marido las elogia cada vez que las toca-
-Fú, a él solo le importan que sean grandes-
-¡Maldición!- grito alguien. Era el cantinero, que también era el dueño del local. Apunto a Catalina con el dedo y le grito -págame ahora mismo, maldita borracha-
-Vamos amigo- dijo Catalina con la sonrisa de una borracha. Algo divertida y bromista -mejor cóbrale al causante. Es el puto Zeus. Seguro que le puedes sacar una buena suma. Mira, esta ahí acostado. Por fin recobro su forma-
-Sí no me paga, te cobro a ti-
-No hay problema, ven cuando quieras- respondió Catalina, miró a Tali y le dijo -vamos. Es peligroso que nos quedemos mas tiempo. Este imbécil, aparte de ser tonto, es rencoroso-
-¿En serio?- le pregunto Tali mientras la seguía a la salida
-Sí, mi esposo me dijo que hace años, fue con cien aventureros a atacarlo-
-¿Ehh? Yo había escuchado que eran mas-
-Fanfarria, a la gente le gusta inventar. Mi marido me conto y no tiene para que ponerle mierda a la historia-
-¿En serio?-
-En serio, es un hombre transparente-