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Le ordené a Alfred a llevarnos a mi otra casa de seguridad. Keny no sabe de esta casa, así que debemos estar seguros, al menos por ahora. No la llevo a un hospital, porque estaríamos arriesgándonos. Llamaré al médico y que la atienda en la casa. Mayormente en estos casos llaman a la policía desde el hospital, es por eso que no se puede ir allá, además de que irán a buscarnos en todos los hospitales para rematarnos. No seré nuevamente una presa fácil, casi nos matan por un descuido. Tenía mis sospechas con Keny, y aún así, no hice nada para investigarlo a fondo. Si no llego a estar despierto, bueno, doblemente despierto en ese momento, ahora mismo estuviéramos siendo torturados hasta morir.

Al llegar a la casa, subí a la habitación con Daisy y le di la orden a Alfred para que llamara al médico. La ayudé a recostar en la cama, para así tratar su herida.

—Debo bañarme, ensuciare la cama.

—Despreocúpate, eso no es importante ahora. Mientras llega el médico, voy a ver tu herida.

—¿Tu lado sádico quiere disfrutar de esto?— reí por su ocurrencia.

—Se podría decir que si. Hay que festejar tu primer balazo, eso no se da todos los días.

—Ahora nos parecemos más, ¿No lo crees? Siempre lo mencionas como si fuera algo que te agrade.

—De alguna manera me agrada.

—¿Por qué no te gusto yo entonces?

—Deja de estar diciendo esas cosas o te lastimare la herida, hasta que te desangres.

—Que cruel eres. ¿Vas a decirme que fue esa mirada que me dedicaste cuando me dispararon? ¿Sentiste culpa, o sentiste miedo de quedarte solo?

—No lo sé.

—Ya admite que no puedes vivir sin mi. ¿Por qué te haces el difícil? Ya sé que no soy tu tipo, y que no sientes nada por mí, pero creo que somos amigos. Al menos, puedes decirme una mentira que me haga feliz.

—Sentí lástima por ti y por el carnicero que fuera a cortar tus partes luego de muerta, por eso te miré así.

—No me pareció que haya sido eso, percibí miedo en esa mirada; supongo que ya estás cayendo con mi encanto — sonrió.

—Eres una narcisista, y luego hablas de mi— movió la pierna y se quejó—. Buscaré el equipo, quédate quieta.

Fui al estudio y busqué el equipo. Tengo que extraer la bala, si es que está ahí. Subí a la habitación y me puse los guantes negros.

—¿Sabes lo que haces?

—Ya te lo he dicho, he tenido que curarme yo solo muchas veces. No soy un profesional, pero hasta ahora no me he muerto.

—Eso no me ayuda a relajarme, al menos hubieras mentido diciendo que sabías.

—¿Para qué voy a mentirte? Aguanta el dolor, te aseguro que va a doler como un demonio. Creo que podré cobrarte todas las que has hecho hoy.

—Sé gentil conmigo, John. Al menos, por una vez en tu vida, ya que en la cama no eres así.

—Siempre buscas la forma de reclamar eso. La última vez parecía que te estaba gustando. ¿Por qué no lo admites? ¿No estabas diciendo hace un momento que yo no admito las cosas? Incluso me estabas pidiendo que me casara contigo. No creo que le pidas eso a cualquiera, ¿O si?

—Pero me rechazaste, ahora es el momento de hacerme yo la difícil. No quiero quedarme jamona toda la vida. Ya que solo quieres que sea tuya, deberías hacerte cargo y cumplir mi sueño de casarme.

—¿Qué demonios le ves a eso de casarte? ¿No es suficiente con que vivas conmigo, y tengamos sexo de vez en cuando? ¿No hacen lo mismo los que se casan?

—Jamás había conocido a un hombre tan imbécil en mi vida, realmente no sé qué te veo. Podrás estar bien bueno, pero eres un descerebrado — frunció el ceño y giró su rostro. ¿Ahora qué dije mal?

Saqué las herramientas de lo que iba a necesitar, y al echarle alcohol, soltó un quejido

—Ah, yo que creí que no ibas hacerme más caso— reí.

—¡Idiota!— reí y miré bien su herida. La bala definitivamente estaba ahí. Al coger el instrumento para extraerla, ella me agarró la mano—. Perdóname por todo lo que dije, no lo volveré a decir nunca más, pero hazlo con cuidado— le quité la mano a un lado y metí el instrumento en su herida, ella me dio varios golpes en el hombro sano, mientras continuaba quejándose—. Me retracto. ¡Eres un desgraciado!

Al mirarla estaba llorando, así que me di prisa a extraer la bala; al terminar se la mostré.

—¿Quieres laminarla o colgarla en tu cuello? — sonreí, y ella me empujó.

—¿¡Por qué no te la ponemos de supositorio, idiota!?

—¿Por qué no te ponemos algo mejor a ti, pero no hablo de un pequeño supositorio?

—Las ganas tuyas. ¡Muérete!

—Si me muero me extrañarás demasiado.

—Jamás te extrañaría— le agarré la mano y la jalé hacia mí.

—¿Estás segura de eso, cosita?

—¡Te odio!— tiré el instrumento sobre la cama y entrelacé mi mano en su pelo, obligándola a besarme.

—La que dice que no me extrañaría anda haciendo ese tipo de expresión cuando la beso. ¿Ya tan rápido dejaste de odiarme?

—¿Cómo te atreves a jugar conmigo así? Si vas a besarme, al menos hazlo más tiempo— no pensé que diría eso, a veces la mocosa dice cosas interesantes.

Tocaron la puerta y la solté para seguir en lo que estaba, al menos no estaba perdiendo tanta sangre como antes. No fue tan profunda, tuvo suerte por esta vez.

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