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Quería irme de ahí, pero al verlo desmayarse, no tuve la fuerza de hacerlo. Arreglé mi ropa interior y caminé lentamente hacia él. Tenía miedo de que despertara y me atacara otra vez. Estaba en lágrimas por el dolor que sentía, jamás me había hecho algo como esto. No creo que el alcohol lo haya puesto tan agresivo. Otras veces ha tenido razones para molestarse, pero no creo que esto lo haya hecho ponerse así. Parecía el diablo en persona.

Me arrodillé quejándome de dolor y toqué su frente. Estaba hirviendo, su cuerpo estaba muy caliente. Se veía sudoroso y pálido. Estar tan cerca me tenía nerviosa, mis manos estaban temblando. Debo llamar a una ambulancia o al chófer, Akira no puede estar bien. Abrió sus ojos y me puse más nerviosa. Me arrastré tratando de alejarme de él. Escuché cuando se levantó del suelo y caminó hacia mí. Me agarró la pierna y me arrastró hacia él.

—No, Akira — le pedí en lágrimas. No se veía en sí, a pesar de su expresión lucir normal. Se subió sobre mí y llevó su mano a mi mejilla, se quedó mirándome fijamente y sonrió.

—Espérame aquí, preciosa— me besó delicadamente, y sentí su erección en mi entrepierna; a pesar de haber hecho eso que hizo hace un momento. Se levantó del suelo y se quedó mirándome.

Mi cuerpo estaba temblando al ver su actitud. Salió del cuarto y me levanté del suelo rápidamente, busqué el arma en la mesa de noche, pero no estaba. Bajé las escaleras en puntillas y caminé a la entrada donde estaba el chófer.

—¿Dónde está Akira?— al preguntarle vi que se montó en su auto y aceleró, se fue de la casa sin nada más.

—Síguelo, por favor—le pedí al chófer. Tenía miedo, pero al verlo en ese horrible estado, necesitaba detenerlo. No sé que está pensando hacer.

—No puedo hacer eso, señorita.

—Te ordené a que lo sigas  — le grité molesta, y me subí al auto. Él no le costó de otra que hacerlo.

El estar sentada me dolía demasiado, aún sentía mi entrepierna húmeda.

Akira se estacionó en frente de un establecimiento. Parecía un bar o un prostíbulo. ¿Para qué viene a este lugar? Se bajó del auto como alma que lleva el diablo y entró.

Akira

—¿Qué haces aquí otra vez, Akira?— preguntó la mujer rubia.

—Me vas a decir en este momento, ¿Qué mierda fue lo que me diste?

—¿De qué hablas?

—¿Te harás la pendeja?— la agarré por el cuello y la tiré contra la cama—. No soy pendejo. ¿Quién te mandó a drogarme?

—No sé de qué estás hablando— respondió nerviosa.

—Si querías ponerme duro, no tenías que drogarme, perrita. No necesito de esa mierda para cogerme una perra como tú. ¿Vas hablar, o tengo que sacarte la información a la mala?

—Vete de aquí o llamaré a la policía — gritó, levantándose de la cama y no pude evitar reír.

—Luego de que me drogas, ¿Ahora tienes miedo de mi?

—Yo no te hice nada— la mujer trató de correr a la puerta, pero la jalé por el pelo y la tiré de vuelta a la cama. Me subí sobre ella y le arranqué parte del traje que tenía puesto.

—¿No vas hablar?

—¡Suéltame, infeliz!— gritó desesperada. La tenía agarrada por el pelo fuertemente, y ejercía presión contra la cama.

—Te daré tres segundos para que respondas o no respondo de mí— cuando iba a pronunciar el uno, la mujer confesó.

—Unos hombres, pero suéltame, por favor— rogó en lágrimas.

—¿Qué hombres?

—No sé, me pagaron para hacerlo. Solo me dijeron que te diera un poco de eso. No sé nada más, te lo juro— dijo en lágrimas.

—Vas a ayudarme a descargar esto que tú provocaste, voy a utilizarte como una maldito roto, para descargar todo esta calentura que me está quemando por dentro y luego voy a matarte. Espero estés bien con eso, puta.

Lisa

No sé si deba entrar a ese lugar.

—¿Qué es lo que le sucede, señorita? Quizás la pueda ayudar en algo.

—No importa, ¿Tienes tu arma?

—¿Para qué la necesita?

—Dámela, por favor.

—No puedo hacer eso.

—¡Que me la des!— le ordené.

—El jefe me matará si hago eso, no me haga la situación más difícil, por favor.

—No sé lo que me encuentre en ese lugar, por eso la necesito — el chófer suspiró, y me entregó el arma.

Estaba muy nerviosa para entrar, jamás había entrado a un lugar de este tipo. Caminar me dolía demasiado. Necesitaba valentía para enfrentar cualquier cosa. Akira no se veía bien, y luego de lo que me hizo, se supone que esté lejos, pero me preocupo por lo que pueda estar pasando. Entré al lugar y me dirigí a la barra, le pregunté si habían visto a un hombre con la descripción de Akira y me dijeron que si; supuestamente había entrado a una de las habitaciones, pero no sabían a cual.

Me sentí decepcionada, no lo puedo negar. Tenía ganas de irme, pero algo me decía que no lo hiciera. Caminé por las habitaciones, y en varias de ellas se podía escuchar gemidos. Estaba sumamente avergonzada de estar en un lugar como este. Me acerqué a varias puertas, hasta que llegué a una que se escuchaban gritos, pero no parecían ser de placer. No me atrevía abrir la puerta, pues no sé si sea dónde está Akira. Lo pensé mucho para hacerlo, hasta que tuve la fuerza necesaria y la abrí. Fue un golpe sumamente fuerte para mí corazón, ver a Akira encima de otra mujer y no solo eso, parecía un demonio. Ejercía fuerza en su cuello mientras lo hacía. La mujer se veía roja y estaba llorando, sus gemidos no eran los de una mujer que estaba disfrutando, más bien era uno de dolor. Akira fijó su mirada en mí y sonrió; una sonrisa tan malévola que recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Continuó haciéndolo con ella frente a mí y mis piernas estaban tambaleando. Quería detenerlo, porque veía el dolor que estaba sintiendo ella, pero no podía acercarme. Estaba petrificada viendo como Akira descargaba su calentura con ese rostro lleno de rabia, una expresión completamente escalofriante; como si odiara a esa mujer. Solo pensaba si ese era el mismo rostro que hacía mientras me violaba. Lágrimas bajaban por mis mejillas. Cerré mis ojos, y cuando disponía salir del cuarto, escuché el sonido de su cuello quebrarse. Quedé fría y me giré a ver a Akira, cuando ví que se levantó de la cama y se subió el cierre.

—¿Por qué no me esperaste?— preguntó en un tono relajado.

Estaba temblando al ver que sus ojos se fijaron en mí, sentí miedo de que me hiciera algo y lo primero que hice fue salir corriendo de ahí. Llegué al auto y le dije al chofer que me llevara a otro lugar. Nos fuimos de ahí y sentía el corazón a mil.

—Llévame a la casa de Mr. Jefferson— le ordené al chofer. Mi cuerpo estaba temblando y casi no podía pronunciar esas palabras.

Ese no era Akira, eso no es posible...

Llegué a la casa de Mr. Jefferson, y antes de que mis hijos me vieran, subí al baño. Necesitaba cambiarme la ropa interior, no quería que me vieran así. Mi ropa interior tenía sangre, y aún quedaba evidencia de su semen en ella. Me metí a bañar y busqué una muda de ropa nueva. Bajé a la cocina y me preparé un té; al parecer los niños estaban en el jardín, por suerte. No podía calmarme luego de lo que había ocurrido y no quería que ellos me vieran así. No sé si debería irme con los niños a otra parte. Akira representa un peligro y no quiero arriesgarlos. Caminé con el té a la sala y fue cuando escuché la puerta de la entrada. Al girarme y ver a Akira, la copa de té se me cayó al suelo. La sorpresa y los nervios que sentí al verlo, hizo que se me erizara la piel.

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