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Lisa

Una semana después

No soportaba un minuto más aquí, me tenían drogada todos los días. Las enfermeras solo vienen a forzarme para inyectarme. Mis brazos ya no aguantaban una inyección más. ¿A esto le llaman ayuda? Te mantienen todo el maldito día con medicamentos fuertes que te impiden pensar con claridad, la comida es un asco, y el trato seco no me agrada. He tratado de mantenerme calmada, esperando que me saquen de aquí, pero Akira no quiere. Me arrepiento de haberle dicho todo eso, ahora será mucho peor conmigo. No importa lo que intente, o diga, él no me hace caso. Todos me tratan como loca. Me abandonó en este lugar, y mientras siga aquí, no podré ver a mis hijos. Tengo que buscar la forma de salir, aunque me maten en el intento. No puedo aguantar un segundo más en este miserable lugar.

—Srta. Lisa, ¿Cómo amaneció hoy?— dijo el doctor, al entrar a mi cuarto y acercarse a la cama.

—¿Cómo cree que voy amanecer? No ordene a que me den esos medicamentos, creo que ya es suficiente, ¿No cree?

—No, no lo es, eso le ayudará muchísimo.

—¿Cómo podría ayudarme un medicamento como ese? Me tienen con sueño todo el día. Yo estoy bien, y no necesito de eso para funcionar.

—Es un tratamiento que no puede dejar, y tampoco le puedo quitar. Su salud emocional no está bien del todo. Espero pueda entenderlo, Sra. lisa.

—¿Me está tratando de loca?

—Ese término no lo uso para ninguno de mis pacientes, usted no está loca, solo tuvo muchas situaciones lamentables que la tienen en este estado.

—Pues deje de darme esos medicamentos.

—No puedo.

—Yo quiero ver a mis hijos.

—En su condición no puede hacerlo, señorita.

—Le dije que quiero ver a mis hijos.

—Tiene que calmarse, aún no puede hacerlo.

—Es usted un viejo maldito, ¿Tiene hijos?

—Si los tengo, es por eso que se lo digo. No quiero que asuma esta actitud, no le conviene por su bien.

—No me diga lo que tengo o no que hacer. Acabo de ordenarle que quiero ver a mis hijos, ¿Qué espera para llamar a mi esposo?

—No puedo hacerlo, ya le dije que no puede recibir visitas, y menos exponer a sus hijos a verla en este estado — el doctor llamó a la enfermera para que viniera a inyectarme.

—¿Esa es la solución a los problemas? Me pregunto, ¿Qué pasaría si mi esposo sabe de su trato hacia mí?

—Yo estoy haciendo mi trabajo como doctor.

—¿Y a quién cree que le va a creer mi adorado esposo?

La enfermera llegó con la inyección, y ya estaba hasta la coronilla como para permitir que me pusieran otra.

—Será mejor que se calme y no ponga resistencia, esto la va a calmar—se acercó el doctor para inyectarme, y la enfermera trató de aguantarme. Al sentirme presionada, no tuve de otra que darle una patada a la enfermera y levantarme automáticamente de la cama. Tiré otra patada a la mano del doctor y lo empujé, haciendo que cayera al piso. Trató de levantarse la enfermera para salir del cuarto, pero le pise la mano, y me agaché para recoger la jeringuilla y le administré parte del medicamento. El doctor estaba en el piso y se trató de levantar, así que cogí la jeringuilla y la acerqué a su rostro.

—Si intentas una tontería no dudaré en darle de su propia medicina, pendejo.

Si logran atraparme mi castigo será muy malo, pero a esto me obliga Akira. Hay demasiados hombres afuera, no tendré de otra que usar al doctor.

—Levántate— le ordené.

—Tiene que calmarse. Permita que la ayude, no haga esto o va a ser peor para usted— dijo el doctor.

—¿Y qué le hace pensar que ya no lo es? Ya llegué hasta aquí, y ahora no voy a detenerme hasta salir de este miserable lugar, y tú me vas acompañar — sonreí, mientras lo levantaba. Hice que caminara al frente de mi, y puse mi mano alrededor de su cuello, acercando con la otra mano la jeringuilla—. Si intentas algo, no dudaré el inyectarte un poco, sería muy triste que no regreses a la casa a ver a tus hijos.

—No haga esto más difícil, señora.

—Cállate, y camina— lo fui empujando para que caminara.

Al salir, las enfermeras se quedaron frías y mirándome asustadas.

—Señorita, ¿qué hace? — una de ellas se acercó al teléfono para llamar, pero lo impedí.

—Si usas ese teléfono, no dudaré en matar al doctor. ¿Quieren tener cargo de conciencia?— por el escándalo que había de ellas hablando conmigo, los hombres de Akira se acercaron, y al verme me apuntaron.

—Sra. lisa, ¿Qué cree que está haciendo? Suelte al doctor. El jefe debe estar por llegar, y si la ve en esta situación, se va a molestar. Baje el arma, tenemos órdenes de dispararle, pero no queremos hacerlo, no nos obligue.

—Hagan su trabajo, para eso les pagan. De aquí voy a salir, quieran o no. Pueden disparar en confianza — escuché un pequeño sonido y me giré, tratando de evitar dar la espalda a los hombres que se intentaron acercar para atacarme, por suerte me di cuenta a tiempo.

—Pero que cobardes me salieron, solo los cobardes atacan por la espalda a una pobre mujer indefensa.

—No queremos hacerle daño, así que suelte el arma.

—Muévete, doctor— lo empujé, obligándolo a seguir caminando por el pasillo. Las enfermeras se quedaron quietas, sin mover ni un músculo —. Muévanse a donde están ellos— les ordené, acercando la jeringuilla al cuello del doctor; ellas hicieron lo que les pedí.

Tengo que llegar a la puerta y con su tarjeta abrirla. Los hombres de Akira seguían apuntándome, pero no se atrevían a disparar, eso es algo a mi favor.

Caminé por el pasillo hasta lograr ver la puerta y me encontré con Akira de frente.

—Akira… — se me erizó la piel al verlo. ¿Por qué mierda en este puto momento?

—Veo que te has estado divirtiendo con el doctor.

—Llegaste en un mal momento, imbécil. ¡Salte de mi camino! — acerqué más la jeringuilla al cuello del doctor.

—¿Me estás amenazando con la vida de ese doctor? — arqueó una ceja.

—Camina — le dije a doctor, empujándolo a la puerta. Tenía la intención de según me acercara a ella, soltarlo y correr.

—Te dije que de aquí no sales, corderito. Parece que no lo has entendido, princesa. Con esto lo único que estás ganando es tener una estadía más larga en este lugar.

—Prefiero que me mates, antes de que eso suceda, Akira.

—Oh, ¿Sí?— sacó su arma y le disparó al doctor, haciendo que su cuerpo cayera al suelo—. ¿Crees que lo voy a pensar dos veces? El próximo es para ti si no te detienes.

—¿Crees que vas a intimidarme con esa mierda? Hace mucho tiempo perdí el miedo hacia ti. Sé que eres un cobarde, que sería incapaz de hacerme algo. Me dejaste abandonada en este lugar, y me han hecho vivir otro infierno, mírame— subí la manga de mi camisa mostrando mi brazo lleno de moretones, por todas las inyecciones que me han puesto—. ¿A esto le llamas ayuda? ¡No me jodas! — se quedó en silencio, observándome con detenimiento.

—Suelta la jeringuilla, lisa.

—No — me agaché y quité la tarjeta del doctor de su bata, y Akira se quedó apuntándome. Me levanté y fijé mi mirada en él—. ¿Me sigues amando, querido? Seamos uno solo, así como siempre quisiste— retrocedí lentamente, y Akira dio unos pasos más alfrente. Esta midiendo lo que hago, si salgo corriendo, no dudará en seguirme. ¡Maldición!—. Pensé que ibas a ser el primero en ayudarme si tuviera problemas, pero veo que todo lo que dijiste era mentira.

—¿Estás buscando la forma de ganar tiempo, querida? — sonrió con malicia.

—Quien sabe— le tiré la jeringuilla y salí corriendo a la puerta, pasé la tarjeta a la puerta, pero no abrió, cuando vi la mano de Akira que la puso sobre la puerta y su cuerpo muy pegado a mi espalda.

—Creo que te has equivocado de tarjeta, corderito. Olvidaste algo muy importante, y es que, el dueño de este lugar es el único que puede abrirlo. Adivina quién es el dueño ahora, muñeca.

—¡Maldito infeliz!

—Eres una tonta y una necia, que necesita de un buen tratamiento especial, y eso es lo que te voy a dar, corderito— sentí sus manos alrededor de mi cintura.

—¡Eres de lo peor!

—Espero estés preparada para tu castigo, porque conmigo nadie juega, corderito.

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