Sintió un olor dulzón y poco a poco sus ojos se fueron ajustando a la luz del nuevo entorno, se encontró en una pequeña habitación, cuatro chicas corrían nerviosas, una tomando unas cintas, la otra unos botines blancos, de aquí para allá armando un alboroto.
Miró hacia abajo, un hermoso vestido blanco cubría sus piernas hasta los tobillos, levantó la mirada encontrándose con un espejo, su reflejo era precioso, un velo pendía de su cabello, el delineado del maquillaje era perfecto y el escote del vestido mostraba una nueva forma para sus pechos; se sonrojó ante su reflejo, nunca se había visto así misma tan nerviosa.
—Vamos, levantate —pidió una de las chicas, su piel era rosa y su cabello rizado e imponente, hasta más que el suyo.
Obedeció levantándose y la chica apretó una cinta rosa pastel al rededor de su cintura. Luego le dió unos botines blancos para que se calzara.
—¡Mina, te necesito aquí! —llamó una voz estilizada desde fuera de la habitación y Mina salió de la misma, dejando a nuestra Majo poniéndose las botas, se miró al espejo de cuerpo completo y se regaló una sonrisa, se veía hermosa.
De pronto, su mente le recordó la situación: era su boda, se casaría. Se sonrojó con más violencia aún y soltó una risita nerviosa, vaya, aún no se lo terminaba de creer. Dió una vuelta admirando el vestido en su totalidad, su figura lucia distinta, de película, los encajes de la parte superior del vestido le encantaba, definitivamente aquellas chicas tenían un gusto excelente.
En su estómago las mariposas aleteaban con vigor, volvió a sentarse con una sonrisita tonta en los labios. No podía esperar caminar al altar, sería precioso, intentaría no comenzar a reír a lo desquiciado o llorar de los nervios.
Los minutos pasaron rápidamente y antes de que pudiera terminar de prepararse mentalmente, las alas rojizas de su amigo irrumpieron en su campo de visión.
—¿Lista? —Majo asintió sintiendo un nudo en su estómago, estaba en nerviosa en demasía.
El chico le extendió la mano y ella la tomó sabiendo que su palma sudaba, el rubio le regaló una sonrisa tranquilizadora y la condujo fuera de la habitación. Majo sentía que su corazón saldría disparado de su pecho en cualquier momento.
—Keigo, asegúrate de sostenerla bien, se acabará desmayado —bromeó Yaomomo ganándose una miradita matadora de Majo, aunque ella misma desconfiara de sus piernas.
Las chicas desaparecieron de los pasillos y después de respirar varias veces, acomodaciónes de velo y ánimos de su amigo, finalmente salieron de la casita campestre en donde se hicieron las celebraciones.
Caminaron hacia un campo grande y abierto, se aferró con más fuerza al brazo de Keigo, dos filas de sillas blancas flaqueaban un caminito marcado por rosas que llevaba a un altar con decoraciones rosas, ahí erguido en su altura, estaba el novio con el cabello castaño recogido en una pequeña coleta, un traje blanco con la chaqueta rosa pastel, del mismo color del listón del vestido. La garganta de la chica se cerró al escuchar la melodía desprendida de los altavoces, recorrer el camino de rosas con las miradas jubilares de los presentes, se le hizo eterno y el nudo en su estómago no hacia mas que crecer.
Los que le parecieron siglos después, el brazo de Keigo separándose del suyo la trajo de vuelta a la realidad, sintió unas manos levantar el velo y sonreirle con dulzura.
—Te vez hermosa —dijo en voz baja con ese tono ronco que tanto la enamoró.
<<Tu también>> quiso decirle pero su garganta estaba tan cerrada que solo pudo dedicarle una sonrisita.
Un carraspeo de garganta los separó del pequeño universo que se había formado entre la union de sus ojos, Angell terminó de tirar el velo hacia atrás y se separó unos pasos tomando las manos de la chica.
—El día de hoy... —comenzó la voz del profesor Aizawa, le habían pedido que fuera él quien dijera los votos.
Los oídos de Majo captaron todo desde lejos, como si se encontrara en una burbuja y ningún sonido pudiera penetrarla, hasta que los labios de su novio se movieron en un "Si, acepto" Y ahí, fue cuando logró abrir un agujero en la burbuja.
—Y tu, María José, ¿Aceptas a Angell como tu esposo?
Pasó saliva intentando encontrar su voz.
—Si, acepto —respondió con la voz vidriosa.
—Ahora, los declaro marido y mujer.
Un gritito de emoción resonó en las sillas y todos soltaron una risita que hizo que los hombros de Majo se relajaran un poco.
El profesor negó con una sonrisita, nunca había un momento serio con ese grupo.
—Puede besar a la novia —sentenció finalmente.
Angell se inclinó hacia Majo y juntó sus labios en un pequeño y tierno beso; pero la chica estaba tan nerviosa que necesitaba descargar los nervios en los labios de su amado, así que rodeó los hombros contrarios con sus brazos y lo atrajo en un beso más apasionado.
Cuando la burbuja que ambos se habían formado se explotó por la separación del beso que robó hasta el último respiro de sus pulmones, juntaron sus frentes y con las respiraciones algo agitadas se sonrieron mutuamente con los aplausos de fondo. Sus miradas se separaron por unos segundos en los que pusieron los anillos correspondientes, lo habían decidido dejar para el final, les pareció que ese momento debía ir luego de que pactaran la union con un beso, no con algo material, si no, sentimental.
Luego volvieron a juntar sus frentes, se miraron con ternura derritiendose cada uno en la mirada del otro.
En los ojos de Angell, Majo encontró todo lo que necesitaba, lo amaba y estaba dispuesta a pasar hasta el último de sus días al lado de su esposo.