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El Mundo del Río

La primera versión de la serie El Mundo del Río fue escrita en 1952. Era una novela de 150.000 palabras titulada En Deuda con la Carne, que escribí en un mes con idea de poder presentarla a un premio literario internacional para novelas de fantasía y ciencia ficción. La novela ganó el concurso, pero debido a circunstancias que no explicaré aquí no fue publicada, y yo sólo percibí una parte del dinero que me correspondía. En aquel momento, la historia no fue concebida como una serie; el original era un libro completo, en el cuál el misterio del Planeta del Río quedaba resuelto. Cuando las desafortunadas contrariedades relacionadas con el concurso llegaron a su fin obtuve los derechos de propiedad sobre el libro. En aquel momento, y para un autor que tan sólo había vendido unas pocas historias destinadas a diversas revistas, no había mercado para una novela de ciencia ficción tan larga como aquella. Metí el manuscrito en el proverbial baúl y me olvidé de él durante unos cuantos años.

En 1964 lo saqué a la luz, le quité el polvo, le cambié el título por el de En Deuda con un Río y fui con él a ver a un par de editores. Uno de ellos lo rechazó so pretexto de considerarlo tan sólo una historia de «aventuras», lo cual no era cierto en absoluto. Curiosamente, el editor que hizo dicho comentario había publicado mi novela La Odisea Verde, que puede tildarse mucho más de «aventuras» que la mencionada anteriormente.

Envié el original a Fred Pohl, editor por aquel entonces de Galaxia y otras revistas del mismo cariz, y este me lo devolvió acompañado de diversos y muy perspicaces comentarios. Según él, el concepto era demasiado amplio como para ser desarrollado incluso en una novela tan larga como aquella, por lo que me proponía escribir para él una serie de novelas cortas que, en caso de que yo lo deseara, podrían aparecer más tarde en forma de libro. Para entonces, yo ya le había dado al concepto de El Mundo del Río las vueltas suficientes como para saber que Pohl tenía razón. Un planeta en el cual la mayor parte de la humanidad que había vivido entre el año 1.000.000 antes de Cristo y los primeros años del siglo veintiuno había sido resucitada a orillas de un río de quince o tal vez treinta millones de kilómetros de longitud, era un mundo demasiado grande como para ocupar un solo volumen. Además, aparecían en él demasiados personajes sobre los cuales tenía intención de detenerme a escribir.

Así pues, escribí El Día del Gran Grito, una novela corta que apareció en el número de enero de 1965 de Worlds of Tomorrow, una de las revistas editadas por Pohl. Trece años habían transcurrido desde que escribiera la versión original. En esta última, la acción comenzaba veinte años después de que cierto día, treinta y cinco mil millones de personas procedentes de distintas épocas y lugares de la Tierra fueran resucitadas de forma misteriosa pero científica. El Día del Gran Grito, a su vez, comenzaba con el breve y accidental despertar del protagonista, sir Richard Francis Burton, en la cámara de prerresurrección.

Más tarde, y tras sufrir una ligera ampliación, El Día del Gran Grito pasó a

formar parte de la novela A Vuestros Cuerpos Dispersos, publicada en 1971, abarcando desde el capítulo primero al decimoctavo de dicha obra.

Su continuación, El Expreso de los Suicidios, que apareció en el número de marzo de 1966 de la misma revista, fue ampliado hasta completar los capítulos comprendidos entre el diecinueve y el treinta de la mencionada novela.

Escribí la versión reducida de El Mundo del Río poco después de haber escrito El Expreso de los Suicidios, pero aún así apareció en Worlds of Tomorrow en enero del mismo año. No me sentía del todo satisfecho con ella en aquel momento y acabé por ampliarla ligeramente para que apareciera en una recopilación de mis cuentos cortos titulada En la Banda Negra. No obstante, seguía sin contentarme. Me parecía más un esbozo que una historia completamente desarrollada.

En esta ocasión, El Mundo del Río ha sido ampliada desde 12.000 hasta 33.750 palabras, y creo que esta versión me satisfará por fin.

Cuando el cuarto volumen de la serie El Mundo del Río, El Laberinto Mágico, aparezca, los misterios planteados en los tres primeros quedarán resueltos y la serie alcanzará un final claro y preciso. Pero, como digo en el prólogo al tercer volumen, El Oscuro Designio, tengo intención de escribir un quinto e incluso un sexto volumen que traten de cuestiones para las cuales me ha faltado espacio en los primeros cuatro volúmenes. Estos constituyen lo que yo llamo la «corriente principal» de la serie, mientras que el quinto y el sexto deberán considerarse como libros «adyacentes» o

«tributarios».

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