En su habitación, observaba detenidamente el blanco de la habitación, las grietas que escalaban desde las pertes humedas y verdosas asta las blancas. Pensando en nada, con los ojos bien abiertos.
De fondo se escuchaban como siempre las voces de las enfermeras susurrar entre ellas como pájaros. Ya hacían dos semanas desde la última vez que había visto a alguien de fuera. La puerta se mantubo cerrada desde la última visita. El chico recostado en la cama se rebolcaba en sus sales y sudor. En la tibia humedad bajó su cuerpo.
La luz que solía entrar por la ventana era obstruida por las ojas del recino que asomaba. El color verde que la pared reflejaba creaba la sensación de ser libre, pero atravez del cristal de una ventana sellada, el sentimiento duraba poco. El ser consiente de tu situación solo empeora las cosas. Se acercó a su calendiario, éste se había quedado en el invierno. Se percató de que la última cruz había sido marcada hacia ya 3 meses. Cual había sido la razón de su ausencia. La puerta de nuevo fué habierta.
-Amalia- uuf, el olorsito, heh
-...
-Amalia-estás bien? (con un tono serio) Digo que te toca baño.
El joven se quitó la camisa mientras Amalia se acercaba al baño. Con unas llaves en su bolsillo habrió una ventanilla que daba a el almacén de productos de baño. Vermothel desnudo se introdujo a la bañera mientras Amalia giraba la llave del agua caliente. El vapor comenzó a empañar los cristales. Amalia en sus rodillas comenzó a acarrear agua asta la cabeza del chico. El permanecía con el rostro expuesto. Su cuello, su pecho, sus brazos, sus partes bajas, todo él se rebelaba bulnerable a ella. Por respeto, ella se concentraba en sus ojos. Él mantuvo sus párpados cerrados durante el proceso. Ella recorría su piel pálida con una esponja. De manera frecuente, sus dedos rozaban su piel, el reaccionaba a ello con temblores que lo recorrían entero. El sonido del agua caer y rebotar era lo suficientemente fuerte para ocultar la pena de ambos. El silencio que ambos producían era suficiente para ensordeser a cualquiera.
Con sus manos undidas en el agua y la espuma, ella se acerco a él, Vermothel cerraba sus ojos con fuerza, frunciendo el ceño. Sus labios temblaban. Y sucedió.