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49: ¿Qué me hiciste?

—¿Qué dijiste, papá? ¿Acaso quieres más a esa mujer que a mí? 

—No se trata de eso, pero quiero que de una vez comprendas que tú mamá ya no está. Tengo derecho también de decidir a quién quiero en mi vida y a quién no. Que haga mi vida con alguien más, no significa que en su momento no haya amado a tu madre o que la esté reemplazando ahora. ¿Por qué no puedes entenderme, hija? He pasado mucho tiempo solo, y creo que es momento de rehacer mi vida. ¿Por qué no puedes apoyarme?— me haló hacia él y me abrazó—. Yo te amo, mi pequeña. Eres la luz de mis ojos, por eso no quiero que tengamos este tipo de diferencias. Quiero que estemos unidos como antes. ¿Será que se puede? —no hay forma de que permita esto. 

—Esta bien, papá. Voy a apoyarte y no le haré nada a ella. Haré todo esto porque te amo mucho, ¿Me crees?— lo miré y sonreí. 

—Esa es mi niña. Sabía que me entenderías, preciosa— me despeinó y sonrió. 

Jamás permitiría esto, mamá. Papá es solo nuestro y no hay forma de que permita que esa maldita nos lo quite. De esta noche no va a pasar. 

Kevin

—No voy a discutir esto contigo más. ¡Vas a irte de esta casa y es ya! 

—Ya te dije que no lo haré. 

—Si no lo haces, me entregaré a la policía. 

—¿Qué? ¿Has perdido la cabeza?

—¿Por qué no puedes entender que este lugar es peligroso? 

—No importa. Para mí lo importante es estar contigo. 

—¡Te vas!— le agarré el brazo y la saqué de la habitación. 

Para mí sorpresa, casi me tropiezo con Emily al salir. Ella lucía muy sonriente y detrás de esa dulce sonrisa, estaba seguro que debía estar oculto algo. Tenía temor por mi madre y debía sacarla de ahí. 

—Mi madre ya se va— le agarré el brazo más fuerte y mi madre se quejó. 

—Duele, hijo.

—Suéltala. ¿No ves que la estás lastimando, mocoso? — le solté el brazo y Caden se acercó a ella. 

—No te acerques a ella nunca más, ¿Me escuchas?— lo encaré y él sonrió. 

—Creo que no te toca a ti decidir eso, ¿Verdad, linda? — miró a mi mamá y ella desvió la mirada. 

—Caden tiene razón, hijo. 

—¿Cómo te atreves, mamá? — quise acercarme y Emily puso su mano en mi hombro. 

—Déjalos— escuchar eso de ella confirmó mis sospechas. No había forma de que Emily aceptara o permitiera algo así tan a la ligera. Conociéndola, debía estar planeando algo.

—No te metas, Emily. Mamá, vete de aquí — quise acercarme a ella y Caden se metió en medio—. Sal de mi camino— le ordené molesto. 

—Hijo, por favor, ya basta. 

—Ella se irá, pero conmigo— dijo Caden.

—¿Qué dijiste? 

—Sí, ella se irá conmigo. No puedo quedarme aquí más tiempo o esa gente de allá afuera pueden encontrarme y eso sería un gran problema para todos, ¿Cierto, guapa?— mi mamá lo miró y asintió con su cabeza—. Ya habiendo dicho esto, supongo que no hay nada más que hablar. Nos pondremos de acuerdo de dónde encontrarnos, porque obviamente no puedo salir por la puerta principal. Me vas a recoger más adelante, ¿De acuerdo, hermosa?

—No hagan planes sin mi consentimiento. Esto no es algo que decidan ustedes ahora. 

—Por supuesto que sí. A menos que quieras que nos encuentren aquí y terminen llevándose a tu mamá también, claramente por ser nuestra cómplice. 

—Yo me voy a ir con él, hijo. No te preocupes, todo va a estar bien. Caden no me hará nada— rechiné los dientes y Caden sonrió. Tenía ganas de partirle la cara, pero si seguía armando más problemas y hacíamos más ruido, la policía podría entrar. No quería arrastrar a mi madre a esto, pero sin querer lo hice. No tenía de otra que aceptar que se fueran. Esa era la única forma de que abandonara la casa y de que estuviera lejos de Emily por ahora. No me da buena espina dejarla sola con él, pero prefiero eso, a que se quede bajo el mismo techo que Emily ahora.

Ellos estuvieron de acuerdo en la forma en que se encontrarían y yo me mantuve vigilando las expresiones de Emily. Ella lucía pensativa y aún una media sonrisa permanecía en su rostro. Es inquietante no saber lo que está pensando o planeando. Tan pronto nos quedamos solos, ella subió a la habitación y la seguí. Caden había salido por la puerta de atrás y mi madre por la entrada. Estaba rezando de que no los descubrieran. Me sentía muy ansioso y sudoroso. 

—La noche está calurosa. Me daré un buen baño y regreso— se metió a bañar y tardó bastante en el baño. Llegué a pensar que se había dormido ahí dentro. 

Tan pronto salió, la vi caminar desnuda hacia el borde de la cama. 

—Te vas a resfriar. 

—Caliéntame — se metió a la cama y me le quedé viendo. 

—No, Emily. Esta vez no. 

—¿Me estás rechazando?— arqueó una ceja.

—Te lastimé bastante y no quiero hacerlo más. Iré a bañarme — entré al baño y suspiré. ¿Qué demonios me ocurre? ¿Por qué me siento todavía tan extraño?

Luego del baño, vi que Emily no estaba en el cuarto y me preocupé. ¿A dónde habrá ido? Me vestí y bajé a la cocina, fue cuando la vi tomando un vaso de jugo y comiéndose un emparedado, que a simple vista se notaba que era de la misma carne que sirvió para la cena. 

—¿Quieres?— ofreció extendiendo el emparedado relleno de mucha carne.

—No, no quiero— me acerqué a la cocina y quise hacerle creer que venía por sed, y no porque la estaba vigilando. Me serví en un vaso del jugo que ella estaba tomando y me lo tomé. Ella no dejaba de devorar el emparedado como si estuviera muy hambrienta.

Sus labios estaban llenos de ese jugo que brotaba de la carne en cada mordida que le daba y me le quedé viendo.

—Estás sucia— cogí un papel toalla y lo doblé antes de ayudarla a limpiarse con el. 

Emily se mantuvo en silencio y como no encontraba qué decirle, preferí sentarme en el sofá de la sala. Quería estar atento a todos sus movimientos, pero sin que ella se diera cuenta. Me quedé viéndola por el reflejo del televisor y mientras estaba sentado, mi cabeza extrañamente me comenzó a dar vueltas. Mis párpados los sentía pesados, al igual que mi cuerpo; fue algo que ocurrió de momento. Me sujeté la cabeza y me levanté con dificultad, cuando vi a Emily caminar al medio de la sala, con una sonrisa burlona, pero a la vez terrorífica. 

—Eres muy imbécil, Kevin. ¿Cómo has caído tan rápido en ese truco tan gastado?— rio, y se acercó. 

—¿Qué me hiciste, Emily?— mi cabeza daba vueltas y estaba viendo borroso. No podía casi mantenerme de pie. 

—Es hora de dormir y de no interrumpir en el festín que voy a hacer con tu dulce y adorada mamá— me empujó al sofá y se subió sobre mí. No tenía fuerzas para quitarla de encima. 

—No, Emily— le pedí casi con un hilo de voz. 

—Tranquilo, porque cuando despiertes ya todo habrá terminado— sonrió y me dio un beso en la frente—. Mañana voy a preparar un rico y nutritivo desayuno para ti. Dulces sueños, amor. 

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