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26: ¡De aquí no sales!

—¡No, por favor! ¡Lo siento mucho!

—No, no sientes nada. Vas a sentir sin duda ahora — acaricié su seno con el cuchillo por encima de la blusa y se movió —. Si no te estás quieta puedo cortarte, ¿Eso quieres? — sacudió su cabeza y se quedó quieta —. No haré nada que no hayas hecho tú antes. ¿También olvidaste que me obligaste a amarte? Abusaste de mi muchas veces, solo por ese deseo egoísta de tener un hijo. Antes no quería tenerlo, pero me hiciste desearlo y ahora me sales con que no quieres. Te pedía que te detuvieras y no lo hacías. Me hiciste amarte a la fuerza y ahora me dices que no me amas. Me pediste en lágrimas que te diera un hijo y ahora soy yo quien te lo pido, no, te lo exijo — alcé su blusa dejando sus senos visible, y ella metió sus manos para taparse.

—¡No me hagas esto, por favor!

—Que rápido has crecido — acaricié con el filo del cuchillo su pecho —. Saca las manos o te las cortaré. Sabes que soy capaz de eso, ¿Verdad?

—¡No sigas, por favor! — me rogó en lágrimas.

—Veo que eso quieres — moví la cuchilla, y gritó.

—¡No!— sacó los brazos, y los subió por arriba de su cabeza.

—Bien hecho, allá arriba no molestan. Mantén los brazos así, si los bajas, los cortaré sin pensarlo y no habrá perdón que valga— su rostro estaba lleno de lágrimas y de alguna manera me hacía sentir caliente verla así. No imaginé ver a Noah tan indefensa y debajo de mi, es tan hermosa. Rocé lentamente el filo del cuchillo en su pezón y gimió—. ¿Tenías este tipo de fantasía, Noah? Lo hubieras dicho antes— negó con la cabeza y sonreí—. Eres mentirosa — acaricié con la punta del cuchillo su pecho y descendí, hasta llegar un poco más arriba de su ombligo. Hice un pequeño corte y ella se quejó, trató de meter sus manos y la miré molesto.

—¡Lo siento! — subió sus brazos y giró la cabeza, una lágrima de sangre estaba bajando de la cortada y se dirigía a su ombligo, pero la detuve antes de que eso sucediera. Me acerqué para lamerla y ella se quejó al hacerlo, su sangre era muy dulce, no podría cansarme de esto. Es un delicioso dulce para mí paladar. Quería más y apreté la cortada, a lo que ella se retorció.

—¿Quieres probar un poco? —le pregunté, y negó con la cabeza nerviosa —. Sabes deliciosa. Te comería, pero sé que luego me arrepentiré. Creo que no he probado nada más delicioso que tú — le quité la blusa y le amarré las manos con ella.

—¡No más!

—Voy a darte placer, ¿o acaso prefieres que no te prepare?

—No hagas esto, yo no quiero.

—¿Eso dices cuándo hace un momento estabas gimiendo? Abre bien las piernas, ¿o quieres que las abra por ti?

—¿Si lo hago me dejarás ir después?— preguntó en llanto.

—¿Irte? Por supuesto que sí— luego de pensarlo por unos instantes, abrió sus piernas de par en par. Se veían temblorosas y me calentó verla así. Guardé el cuchillo en mi pantalón y bajé a besar su entrepierna—. Tú ropa interior está húmeda. ¿Estás así por lo de hace un momento, Noah?

—No — negó con su cabeza.

—Entonces ¿Te orinaste?— arqueé una ceja y negó con su cabeza—. Eres una masoquista, eso te hace ver más sexy de lo que ya eres — moví su ropa interior y me quedé observando su vagina; ese hermoso color rosado y esa humedad que se podía apreciar, me tenía verdaderamente excitado.

—Termina, por favor — me pidió desviando la mirada.

—¿Eso quieres? De acuerdo— bajé el cierre de mi pantalón dejando visible mi erección.

—¿No te pondrás nada?— preguntó nerviosa.

—¿Eh? Me toca a mí ponértelo a ti.

—No hablo de eso — trató de subirse un poco para evitar que la penetrara.

—¿A dónde crees que vas? No vas a escaparte de mí — la bajé bruscamente y la penetré al instante, ella dejó escapar un quejido y tuve que quedarme quieto.

—Estás más ajustada que antes, supongo que ese amante no llegó a donde te alcanzo yo— estaba jadeando y llorando a la vez. Había bajado sus brazos y las puso en mi pecho tratando de empujarme, pero agarré parte de la blusa y llevé sus brazos por arriba de su cabeza. Se sentía increíble abrirla, estaba muy caliente y húmeda. Entre más la embestía, sus jadeos eran más constantes—. No bajes tus brazos — la solté, y puse mis manos en sus senos para frotarlos. Eran mucho más grandes y suaves que antes. Me acerqué a lamerlos y chuparlos, mientras continuaba entrando profundamente en ella. Su respiración estaba agitada y sus jadeos entrecortados eran fascinantes; luego dice que no lo disfruta. Cogí el cuchillo y lo acerqué a su hombro para dar otra cortada, ella se quejó y me quiso empujar—. Tal parece que hablé en otro idioma, cuando dije que no metas tus putas manos en el medio.

—¡Duele! — sollozó.

—No me importa, quiero probarte más — me acerqué a su hombro y lo lamí, chupé su cortada y ella se estremeció. No le duele tanto como para ponerse así. No me cansaba de su sabor, me hacía querer más y más de ella. Tengo que alejar el cuchillo o terminaré matándola. Deseo comérmela ahora mismo y ese deseo se intensificaba cada vez que tenía el cuchillo en la mano. Lo tiré a otra parte y subí a besar su cuello. Quería devorarla, me sentía hambriento y sediento. Solo ella puede quitarme esto que estoy sintiendo. Me rogaba que me detuviera y aún así continué, no podía detenerme cuando me sentía tan lleno de ganas por ella. Sentí una sensación de humedad que emergió de ella y su interior se ajustó un poco, sus jadeos se escucharon más fuertes y sus piernas se sentían temblorosas—. ¿Acabas de correrte porque te estoy violando, Noah? ¡Eres una pervertida! — la besé, y me mordió —. Muérdeme más — sujeté su mentón y la obligué a besarme, aunque decía no quererlo, terminó por ceder, terminó correspondiendo mis besos, pues no le quedaba de otra—. Me vas amar quieras o no — me moví más bruscamente dentro de ella, ya estaba a mi límite.

—Dentro de mí no— me rogó. Puse una mano en su cuello y la otra la coloqué en el mismo medio de la blusa que sujetaba sus manos. Trató de forcejear, pero no podía soltarse, estaba tan acomodado entre sus piernas, que no podía evitar nada; estaba a la merced de lo que yo quisiera hacer con ella.

—Me obligaste una vez y ahora me toca a mi, Noah — sonreí, y aceleré mis movimientos antes de correrme profundamente dentro de ella. Me quedé unos instantes así y solté su cuello para que pudiera respirar bien. Ella comenzó a toser y se tapó con las manos la cara—. Bien hecho, princesa — me salí de su interior, y me subí el cierre, ella comenzó a llorar y me sujeté la cabeza—. ¡Estoy harto de escucharte! ¡Te llevaré a la habitación!

—Me dijiste que me dejarías ir — se levantó como pudo del suelo con las manos atadas.

—Jamás te dije a dónde irías — le agarré el mentón fuertemente y la acerqué a mi, a lo que me miró asustada y llorosa —. Irás a la habitación y amarrada, eso te pasa por mentirosa y por estúpida. ¿Crees que te dejaré ir ahora que acabo de venirme dentro ti, muñeca? Aún no hemos terminado, así que relájate, porque de aquí no sales — sonreí, y ella me miró con esa misma expresión de susto que tanto me excita de ella.

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