Xiao Yan se paró frente a la mesa de piedra en silencio. Él alejó un poco el caldero carmesí frente a él. El actual él no invocó su llama inmediatamente ni empezó a refinar como los demás alquimistas. En lugar de eso, él sujetó el fino papel con ambas manos, arrugó ligeramente sus cejas y estudió con gran detalle la poca información escrita en él.
Antes de hacer algo, uno debía prepararse primero. Esa lógica era algo que Xiao Yan entendía claramente. Él solo tenía dos oportunidades. Cualquier negligencia terminaría en fracaso.
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