Su piel era suave y clara. Parecía joven y tenía ojos encantadores. Más importante aún, tenía una cara tan exquisita que incluso pondría celosa a una mujer.
Él sostenía un billete de diez yuanes y la miraba, esperando.
Al instante recordó de qué se trataba. ¿No le dijo que no tenía que devolvérselo?
—Conseguí que alguien abriera la puerta de mi unidad. Gracias, señorita. —Le entregó el billete de diez yuanes.
—De nada. —Lu Zhaoyang guardó el billete en el bolsillo y cerró la puerta detrás de ella.
Había bajado unos escalones cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir. Ella se volvió hacia él y le preguntó: —Si acabas de regresar a tu unidad, entonces anoche...
Él respondió claramente: —Me senté fuera de la puerta toda la noche.
«Este chico… ¿Hay algo mal en su cabeza? Debería haberle prestado más dinero, para pasar la noche en un cibercafé».
—Entonces, deberías, bueno, descansar un poco.
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